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No resultaron acertadas las encuestas que presagiaban un empate entre los candidatos Donald Trump y Kamala Harris cuando la diferencia fue de casi cinco millones de votos populares. Es la segunda vez que derrotan a una mujer en su aspiración de llegar a la Casa Blanca; la primera fue Hillary Clinton. ¿Será que los norteamericanos no quieren ser dirigidos por una mujer, contrario a lo que ha ocurrido en la Gran Bretaña que, a falta de una, tuvieron dos simultáneamente: la reina Isabel y Margaret Thatcher?
Quizá la última elección controvertida fue la de 2000 cuando la Presidencia se la disputaban George Bush Junior y Al Gore, entonces vicepresidente de Clinton, quien entregaba el poder. A pesar de que los comicios se realizaron en noviembre, como lo establece la Constitución, el resultado final solo se dio a conocer el 6 de enero, quince días antes de que se posesionara el nuevo mandatario. La discusión fue por los 25 votos electorales de la Florida, estado cuyo gobernador era Jeb Bush, hermano del candidato. Finalmente, se los adjudicaron —todo queda en familia— y por eso logró 271 frente a los 266 de Al Gore, a pesar de que este alcanzó 50′999.897 votos populares, y Bush Junior 50′456.002.
“Que Dios bendiga a nuestro nuevo presidente, y que Dios bendiga a los Estados Unidos de América”, le dijo Al Gore, en su condición de presidente del Senado al proclamarlo como primer mandatario.
Ahora la historia se va a repetir. A Kamala Harris, quien como vicepresidente es, a su vez, presidente del Senado, le tocará proclamar como presidente de los Estados Unidos a quien fue su rival en los comicios, después de todo lo que había dicho y de las sonrisas que le produjo en TV por lo que afirmó Trump contra los inmigrantes. No importa, le pedirá a Dios que lo bendiga.
Así es la democracia norteamericana que diseñaron hace más doscientos años los “padres fundadores”.