La figura del Libertador, Simón Bolívar, siempre ha sido controvertida. Las opiniones se dividen entre quienes lo admiran y quienes lo desprecian. La serie que produjo Caracol TV fue de un acertado equilibrio porque no lo endiosaron, como muchos esperaban, sino que lo mostraron con sus virtudes y sus defectos. El gran estratega, el soñador con una nación grande que jamás se concretó (la Gran Colombia) y, por supuesto, también el Bolívar enamorado. No congenió con Santander porque éste, como hombre de leyes, fue esclavo de las normas y jamás pudo aceptar que una joven nación se construyera solo con las armas, que nos dieron la independencia, desconociendo el ordenamiento jurídico, que era el camino para conseguir la libertad.
Bolívar, según lo aceptan muchos de sus admiradores, fue soberbio, amigo de la adulación, y tuvo el pecado de auspiciar una Constitución con un ejecutivo vitalicio y, ante su fracaso, terminó declarándose dictador.
La serie mostró a una Manuelita Saénz rompiendo todos los moldes y costumbres de una sociedad pacata, como era aquella de estos países del siglo XIX, en donde el amor, la felicidad y la procreación en una pareja solo era posible con la bendición de la Santa Madre Iglesia Católica. Por esa razón muchos se compadecieron con la situación del marido engañado, Jaime Thorne, que jamás dejó de querer a la mujer que le escogieron sus suegros.
Santander, así no lo quieran reconocer sus enemigos, fue importante en el nacimiento de esta nación que —para usar un término de actualidad— marcha a pesar de sí misma, como lo sostiene David Bushnell.
En resumen, resultó muy bien lograda la serie de televisión de Caracol TV sobre el Libertador.
Y, a propósito, ¿en que se parecieron Bolívar y el padre García Herreros? En que ambos hacían programa con Manuelita.
La figura del Libertador, Simón Bolívar, siempre ha sido controvertida. Las opiniones se dividen entre quienes lo admiran y quienes lo desprecian. La serie que produjo Caracol TV fue de un acertado equilibrio porque no lo endiosaron, como muchos esperaban, sino que lo mostraron con sus virtudes y sus defectos. El gran estratega, el soñador con una nación grande que jamás se concretó (la Gran Colombia) y, por supuesto, también el Bolívar enamorado. No congenió con Santander porque éste, como hombre de leyes, fue esclavo de las normas y jamás pudo aceptar que una joven nación se construyera solo con las armas, que nos dieron la independencia, desconociendo el ordenamiento jurídico, que era el camino para conseguir la libertad.
Bolívar, según lo aceptan muchos de sus admiradores, fue soberbio, amigo de la adulación, y tuvo el pecado de auspiciar una Constitución con un ejecutivo vitalicio y, ante su fracaso, terminó declarándose dictador.
La serie mostró a una Manuelita Saénz rompiendo todos los moldes y costumbres de una sociedad pacata, como era aquella de estos países del siglo XIX, en donde el amor, la felicidad y la procreación en una pareja solo era posible con la bendición de la Santa Madre Iglesia Católica. Por esa razón muchos se compadecieron con la situación del marido engañado, Jaime Thorne, que jamás dejó de querer a la mujer que le escogieron sus suegros.
Santander, así no lo quieran reconocer sus enemigos, fue importante en el nacimiento de esta nación que —para usar un término de actualidad— marcha a pesar de sí misma, como lo sostiene David Bushnell.
En resumen, resultó muy bien lograda la serie de televisión de Caracol TV sobre el Libertador.
Y, a propósito, ¿en que se parecieron Bolívar y el padre García Herreros? En que ambos hacían programa con Manuelita.