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Otros mundos

Oscar Guardiola-Rivera
16 de octubre de 2024 - 05:05 a. m.
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El próximo año se cumple el centésimo aniversario del nacimiento del dramaturgo, pensador y psiquiatra latinoamericano Frantz Fanon. A la vista de lo que sucede en Gaza y Líbano, entre otros lugares de nuestro planeta en llamas, quizás no sorprenda que la popularidad y la lectura de sus escritos vaya en aumento entre jóvenes estudiantes y sus maestros en todo el mundo.

La Universidad de Londres, por ejemplo, organiza para mediados del año entrante un evento en el que se reunirán en Birkbeck College los más connotados estudiosos e intérpretes contemporáneos de su obra. Ningún interesado en la literatura y el pensamiento proveniente de las Américas, en general, debería perdérsela. Pero la lección de Fanon resulta especialmente relevante en tiempos como el nuestro en los que ideólogos de la derecha y la izquierda tienden a desestimar como una abyecta estupidez e incoherencia los argumentos de sus contrapartes. Por ejemplo, cuando dicen: “¿Las vidas negras importan? ¡Qué idiotez, todo el mundo sabe que todas las vidas importan!”.

Tiempos como el nuestro en el que se reproduce en todas partes, especialmente en los medios y redes sociales, la confusión entre la obligación de someterse al poder autolegislado y la aceptación sin más de ese poder. Tiempos como el nuestro en el que, justo cuando nos enfrentamos a las masacres y los genocidios de las guerras más y menos civiles, se le dice a la gente y en particular a los miembros de una clase que ellos no fueron ni son responsables de lo sucedido. Que no son responsables por la violencia e injusticia estructurales que son causa de la sumisión de otros al poder. Por lo menos no debido a su relación con o proximidad a los perpetradores y beneficiarios (con lucrum) de tal violencia. Más bien, se les dice que carecían de los sentimientos compasivos que la circulación masiva de imágenes, opiniones, o arte —el infoentretenimiento— puede inducir objetivamente. Se les dice que esta falta de emoción y simpatía, combinada tal vez con insuficiente atención a los hechos sería la verdadera razón de semejantes tragedias.

Los responsables del mal siempre son otros, se nos dice, nunca nosotros. Y sin tan solo pudiésemos vencer nuestra débil voluntad, si pudiésemos movilizar la fuerza suficiente para perseguir y poner en el estrado o extinguir a los malvados villanos, entonces el mal mismo desaparecería.

Prácticas artísticas como la de Fanon, que intersecan los discursos éticos de la crítica y la negación determinada revelan la mentira y el secreto oculto de esta actitud aparentemente bien intencionada. Y lo hacen sin destruir tal secreto al exponerlo a la luz de los procedimientos autoritarios, las investigaciones fiscales y el juicio final. Pues esa luz puede cegarnos.

Siguiendo el camino abierto por la poesía caribeña de la rebelión y el realismo intensificado, Fanon exploró en su estética, crítica y clínica las maneras como nuestras propias luces y convenciones pueden cegarnos a la realidad de aquellos a quienes de manera rutinaria percibimos como animales humanos o menos que humanos. Dicho de otra manera, su práctica experimental estaba orientada a visualizar y examinar la actitud convencional que en nuestros días consiste en la prohibición de los actos de negación determinada y la imaginación o vis publica utopica ejercitada por quienes han tenido que someterse a las imposiciones del poder pero que no por ello lo aceptan. La actitud convencional que se autorrepresenta como experta gravita alrededor de un sistema que, ontológicamente hablando, se le escapa. Para Fanon, y otros como él, existe en cambio una actitud institucional diferente que el arte y el pensamiento chocante y explosivo logran encarnar.

Se trata de la producción de mundos distintos al que hemos heredado del occidentalismo moderno. Se trata de subsumir a este, a sus logros y limitaciones, bajo el conjunto más amplio de las posibilidades adyacentes. Se trata de contemplar lo que el mundo puede llegar a ser la próxima vez, e invocar el coraje plebeyo que nos permitiría realizar esas nuevas visiones, signos y formas. No para escapar del mundo tal cual es, sino porque el mundo tal cual es, tal y como aparece de manera convencional y corriente, nos afecta. Porque nos afecta su lógica maniquea de vida o muerte. En esa lógica, más propia del melodrama que de la épica o la tragedia, nosotros somos el héroe y ellos, los otros, siempre los villanos. Los bárbaros siempre a las puertas de nuestros imperios de polvo y tierra.

Es esa lógica de autodefensa la que denunciamos y cuestionamos al disolver lo que se da por supuesto, lo que nos es familiar y que confundimos con la verdad tan solo porque nos es familiar, en el medio más amplio de las trayectorias y posibilidades latentes del pasado y el futuro-en-el-pasado, sus formas y signos. Tales signos y formas nos ayudan a atravesar y llevar los muchos mundos que existen en este más allá del abrazo fatal del contrato fáustico al que nos vemos obligados a someternos en esta época.

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Eduardo Sáenz Rovner(7668)17 de octubre de 2024 - 02:33 a. m.
And Jewish lives [also] matter... así seguidores contemporáneos de Fanon no lo crean.
Eduardo Sáenz Rovner(7668)17 de octubre de 2024 - 02:31 a. m.
And Jewish lives [also] matter...
Lalo(70277)16 de octubre de 2024 - 10:26 p. m.
Abstracciones.
bernardo(19305)16 de octubre de 2024 - 04:58 p. m.
Un drama para psiquiatras el de éste pensador.
Hernando(58851)16 de octubre de 2024 - 04:46 p. m.
Este señor columnista no escribe para que todo lector del EE, lo entienda.
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