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La pregunta no es si se trata de un golpe, sino ¿por qué ahora? Desde el año pasado el New York Times y el Washington Post, ahora en favor de remover a Nicolás Maduro como antes en el caso de Irak, y The Guardian vienen informando que Donald Trump favorecería intervenir Venezuela.
Según este último, Trump habría alarmado a sus asesores de entonces al demandar de ellos la planificación de una invasión hace apenas unos meses.
Pero los “miembros razonables” de la administración Trump habrían aconsejado cautela al errático Presidente, pues “un curso tal de acción podría alienar a los aliados de los EE. UU. en la región.” La referencia era Colombia, entonces presidida por Juan M. Santos. Aunque crítico de Maduro, era poco probable que quien se había jugado todo en favor de una salida pacifica del conflicto en Colombia, y obtenido el premio Nobel de Paz por ello, aceptase sin más una intervención armada al lado.
¿Que ha cambiado? Santos ya no está. Fue reemplazado por el designado del notorio Álvaro Uribe Vélez, líder indiscutido de una guerra sucia que habría desplazado cerca de siete millones de personas en Colombia; cuatro y medio más de los que han sido desplazados de Venezuela como consecuencia de las políticas erradas de Maduro, la dependencia de la economía venezolana respecto de la volátil geopolítica del petróleo, la guerra económica de los industrialistas y las sanciones de sucesivas administraciones estadounidenses.
Y el golpe “legal” en Brasil culminó de manera exitosa con la elección del neofascista Jair Bolsonaro, cliente de Washington. De inmediato, los derechistas de la región se alinearon tras el neofascista y los neoconservadores. McMaster y Tillerson se han ido. En su reemplazo, el exdirector de la CIA Mike Pompeo y John Bolton, quien defendiera con medias verdades y mentiras la invasión a Irak hace apenas unos años.
Ellos lideran la política exterior de Trump, arrinconado por sus propios errores económicos, investigaciones criminales y un posible juicio político. En los EE. UU. nada une a Republicanos y Demócratas como la guerra. Mejor si se trata de una guerra “justa” para liberar a un pueblo pobre en su patio trasero de un “dictador comunista”.
De paso distraemos a la audiencia y hacemos dinero. A ellos se ha une Elliot Abrams, recién nombrado enlace entre los EE. UU. y el autoproclamado Presidente “interino” de Venezuela. Abrams fue el arquitecto de los golpes de estado en Centroamérica y firme apoyo de los brutales pacificadores de El Salvador y Nicaragua. Fue condenado por mentir a su propio Congreso acerca de la operación ilegal para armar a la Contra nicaragüense.
Los EE. UU. fueron condenados por a ello en 1986 en la Corte Internacional de Justicia por terrorismo de estado y otras violaciones del derecho internacional. Estos son, se nos pide creer, los campeones de la democracia y los DD.HH. en la región.