En momentos en que el país requiere del liderazgo del presidente de la república, quien tiene la oportunidad de oro para demostrar que no llegó al primer cargo del país por accidentes de la vida y que en realidad está preparado para hacerle frente a los problemas de Colombia, incluyendo una emergencia como la que se vive por cuenta de la expansión del coronavirus, lo que menos se necesita, son las salidas en falso de una ministra del Interior que parece confundir a la ciudadanía con un centenar de vacas que viven en medio de un hato ganadero a quien el capataz va diciendo lo primero que se le ocurre sin medir sus frases.
Ya es hora de que la ministra Alicia Arango entienda que su deber de dialogar con los alcaldes y gobernadores de manera permanente, le obliga a sostener un tono amable y respetuoso, porque ellos al igual que el presidente de la república, también tienen un mandato por voto popular durante determinado tiempo.
No estuvo bien que la funcionaria pronunciara un discurso, desautorizando las medidas que alcaldes y gobernadores tomaron para evitar que la pandemia llegue en mayor grado a sus territorios, en lugar de llamarlos a un diálogo constante para una mayor coordinación con el Gobierno Central, ofreciendo la ayuda necesaria, anunciando medidas complementarias para evitar el contagio del COVID 19.
Podrá decir la doctora Arango que el presidente la delegó para que en su nombre comunicara las decisiones tomadas. Sin embargo, es bueno tener en cuenta que su misión como ministra de la política del Gobierno Nacional, es asesorar al jefe de Estado en materia de relaciones con los departamentos y municipios y servir como puente de comunicación entre estos y el primer mandatario. Esta misión hay que hacerla debidamente.
Si la ministra Alicia Arango no es capaz de realizar bien esta tarea, hay que decir entonces que su gestión no le sirve al país, porque transmitir los mensajes del jefe de Estado a los alcaldes y gobernadores, hace parte de su labor diaria, que se debe ejecutar correctamente, porque de ello va a depender la buena coordinación entre el gobierno central con los entes departamentales y municipales y lo que está haciendo con sus desatinadas intervenciones, es calentar los ánimos y provocando que estos terminen en rebelión con el Palacio de Nariño.
Esperé que la doctora Arango, con la experiencia que vivió en la mesa por la vida que se celebró en el departamento del Putumayo, donde quiso minimizar los asesinatos de los líderes sociales, comparándolos con los que se cometen en medio de un robo de celular, entendiera que no se puede ir pronunciando frases sin calcular su efecto, porque las consecuencias que éstas en un país que tiene una alta sensibilidad, pueden ser negativas, pero veo que me equivoqué, que la ministra no aprende.
Me da la impresión de que la funcionaria no está preparada para una cartera con una exposición mediática tan fuerte como la de un ministro o ministra del Interior, que debe rendir cuenta de cada cosa que se hace en materia política y de relaciones con los gobiernos locales, desde la Casa de Nariño. Si es así, aun puede tomar un cursito de manejo de imagen, dónde además aprenda a hablar en público, porque de esa manera, el día menos pensado, puede meter al presidente de la república en un lío de enormes proporciones.
En momentos en que el país requiere del liderazgo del presidente de la república, quien tiene la oportunidad de oro para demostrar que no llegó al primer cargo del país por accidentes de la vida y que en realidad está preparado para hacerle frente a los problemas de Colombia, incluyendo una emergencia como la que se vive por cuenta de la expansión del coronavirus, lo que menos se necesita, son las salidas en falso de una ministra del Interior que parece confundir a la ciudadanía con un centenar de vacas que viven en medio de un hato ganadero a quien el capataz va diciendo lo primero que se le ocurre sin medir sus frases.
Ya es hora de que la ministra Alicia Arango entienda que su deber de dialogar con los alcaldes y gobernadores de manera permanente, le obliga a sostener un tono amable y respetuoso, porque ellos al igual que el presidente de la república, también tienen un mandato por voto popular durante determinado tiempo.
No estuvo bien que la funcionaria pronunciara un discurso, desautorizando las medidas que alcaldes y gobernadores tomaron para evitar que la pandemia llegue en mayor grado a sus territorios, en lugar de llamarlos a un diálogo constante para una mayor coordinación con el Gobierno Central, ofreciendo la ayuda necesaria, anunciando medidas complementarias para evitar el contagio del COVID 19.
Podrá decir la doctora Arango que el presidente la delegó para que en su nombre comunicara las decisiones tomadas. Sin embargo, es bueno tener en cuenta que su misión como ministra de la política del Gobierno Nacional, es asesorar al jefe de Estado en materia de relaciones con los departamentos y municipios y servir como puente de comunicación entre estos y el primer mandatario. Esta misión hay que hacerla debidamente.
Si la ministra Alicia Arango no es capaz de realizar bien esta tarea, hay que decir entonces que su gestión no le sirve al país, porque transmitir los mensajes del jefe de Estado a los alcaldes y gobernadores, hace parte de su labor diaria, que se debe ejecutar correctamente, porque de ello va a depender la buena coordinación entre el gobierno central con los entes departamentales y municipales y lo que está haciendo con sus desatinadas intervenciones, es calentar los ánimos y provocando que estos terminen en rebelión con el Palacio de Nariño.
Esperé que la doctora Arango, con la experiencia que vivió en la mesa por la vida que se celebró en el departamento del Putumayo, donde quiso minimizar los asesinatos de los líderes sociales, comparándolos con los que se cometen en medio de un robo de celular, entendiera que no se puede ir pronunciando frases sin calcular su efecto, porque las consecuencias que éstas en un país que tiene una alta sensibilidad, pueden ser negativas, pero veo que me equivoqué, que la ministra no aprende.
Me da la impresión de que la funcionaria no está preparada para una cartera con una exposición mediática tan fuerte como la de un ministro o ministra del Interior, que debe rendir cuenta de cada cosa que se hace en materia política y de relaciones con los gobiernos locales, desde la Casa de Nariño. Si es así, aun puede tomar un cursito de manejo de imagen, dónde además aprenda a hablar en público, porque de esa manera, el día menos pensado, puede meter al presidente de la república en un lío de enormes proporciones.