Se equivocan quienes piensan que con la captura del senador Bernardo Elías Vidal (el Ñoño Elías) se van a parar o por lo menos se van a reducir los casos de clientelismo electoral y corrupción política. Eso va a continuar así el parlamentario sea condenado, entre otras porque no es el único caso en Colombia en que alguien se hace elegir para consolidar un imperio político-económico que no se acaba ni se derrumba con un simple carcelazo.
No es, ni será, una sorpresa que desde la cárcel el Ñoño Elías organice los votos para la persona que él mismo designe como su sucesor, quien ha de seguir sus instrucciones al pie de la letra, y desde la Modelo o en la Picota el excongresista continuará manejando los destinos del departamento de Córdoba.
No veo entonces razón para aplaudir esta captura, que en realidad no es más que un saludo a la bandera, en primer lugar, porque en la cárcel el Ñoño seguirá mandando igual a como lo hizo mientras fue parlamentario y, en segundo lugar, porque este no es el único personaje que se ha beneficiado con la contratación estatal con la empresa privada.
No me cabe la menor duda de que, si se destaparan los casos de corrupción similares al de Odebrecht, el Congreso de la República se quedaría sin el 90 % de sus senadores y representantes a la Cámara, y el Gobierno Nacional, con buena parte de sus funcionarios en la cárcel.
Con seguridad que, si lo anterior llegase a ocurrir, la corrupción en Colombia seguiría reinando, porque el sistema con el que se administra a nuestro país está diseñado para que la transparencia y el buen gobierno no pasen de ser una enorme fantasía.
El caso del Ñoño Elías no fue un hecho casual, porque fue un político que amamantó el segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez y que alimentó Juan Manuel Santos. Así mismo ha sucedido con diferentes clanes políticos regionales, que hoy se han convertido en intocables y a quienes hay que buscar si se quiere triunfar en una elección presidencial, de gobernación o de alcaldías capitales.
En esos grupos de carácter político-económico, tipo Char, Name, Amín, Gerlein, Álvarez (Casanare), etc., no importa si su más visible líder está en la oposición, al final de cuentas, uno de sus miembros ha de estar en la colaboración, desde donde logran equilibrar las cargas para no quedarse sin recibir una buena tajada del ponqué.
Ejemplo de lo anterior es la senadora María del Rosario Guerra, quien hace parte de la oposición que lidera el Centro Democrático, mientras su primo Antonio Guerra hace parte de la coalición del Gobierno.
¿Se puede creer en una oposición de esta naturaleza? Con seguridad que no, como tampoco se puede creer que con la captura del Ñoño Elías la corrupción que él ha liderado, a los ojos de todos y de todas, se va a acabar, porque con su ayuda desde la cárcel otro ha de llegar a reemplazarlo.
Lo mismo sucederá con todo aquel que en estos momentos capturen por el caso de Odebrecht. Su poder no se va a reducir, por el contrario, se ha de mantener intacto.
Tampoco se puede creer que con las recientes revelaciones, por las investigaciones que adelanta no la justicia colombiana, sino la norteamericana, ahora pretendan hacer una reforma a la Rama Judicial, porque nuevamente se dará la manguala entre congresistas y magistrados de las altas cortes para buscar la manera de protegerse a través de un posible proyecto, cosa de que su corrupción aumente a sus máximos niveles.
El panorama en Colombia no pinta bien y con que se capture a personajes como el Ñoño Elías no se solucionan en nada los problemas de corrupción de este país, porque tanto esta como muchas detenciones que se han dado para lo único que sirven es para llenar titulares de prensa.
Se equivocan quienes piensan que con la captura del senador Bernardo Elías Vidal (el Ñoño Elías) se van a parar o por lo menos se van a reducir los casos de clientelismo electoral y corrupción política. Eso va a continuar así el parlamentario sea condenado, entre otras porque no es el único caso en Colombia en que alguien se hace elegir para consolidar un imperio político-económico que no se acaba ni se derrumba con un simple carcelazo.
No es, ni será, una sorpresa que desde la cárcel el Ñoño Elías organice los votos para la persona que él mismo designe como su sucesor, quien ha de seguir sus instrucciones al pie de la letra, y desde la Modelo o en la Picota el excongresista continuará manejando los destinos del departamento de Córdoba.
No veo entonces razón para aplaudir esta captura, que en realidad no es más que un saludo a la bandera, en primer lugar, porque en la cárcel el Ñoño seguirá mandando igual a como lo hizo mientras fue parlamentario y, en segundo lugar, porque este no es el único personaje que se ha beneficiado con la contratación estatal con la empresa privada.
No me cabe la menor duda de que, si se destaparan los casos de corrupción similares al de Odebrecht, el Congreso de la República se quedaría sin el 90 % de sus senadores y representantes a la Cámara, y el Gobierno Nacional, con buena parte de sus funcionarios en la cárcel.
Con seguridad que, si lo anterior llegase a ocurrir, la corrupción en Colombia seguiría reinando, porque el sistema con el que se administra a nuestro país está diseñado para que la transparencia y el buen gobierno no pasen de ser una enorme fantasía.
El caso del Ñoño Elías no fue un hecho casual, porque fue un político que amamantó el segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez y que alimentó Juan Manuel Santos. Así mismo ha sucedido con diferentes clanes políticos regionales, que hoy se han convertido en intocables y a quienes hay que buscar si se quiere triunfar en una elección presidencial, de gobernación o de alcaldías capitales.
En esos grupos de carácter político-económico, tipo Char, Name, Amín, Gerlein, Álvarez (Casanare), etc., no importa si su más visible líder está en la oposición, al final de cuentas, uno de sus miembros ha de estar en la colaboración, desde donde logran equilibrar las cargas para no quedarse sin recibir una buena tajada del ponqué.
Ejemplo de lo anterior es la senadora María del Rosario Guerra, quien hace parte de la oposición que lidera el Centro Democrático, mientras su primo Antonio Guerra hace parte de la coalición del Gobierno.
¿Se puede creer en una oposición de esta naturaleza? Con seguridad que no, como tampoco se puede creer que con la captura del Ñoño Elías la corrupción que él ha liderado, a los ojos de todos y de todas, se va a acabar, porque con su ayuda desde la cárcel otro ha de llegar a reemplazarlo.
Lo mismo sucederá con todo aquel que en estos momentos capturen por el caso de Odebrecht. Su poder no se va a reducir, por el contrario, se ha de mantener intacto.
Tampoco se puede creer que con las recientes revelaciones, por las investigaciones que adelanta no la justicia colombiana, sino la norteamericana, ahora pretendan hacer una reforma a la Rama Judicial, porque nuevamente se dará la manguala entre congresistas y magistrados de las altas cortes para buscar la manera de protegerse a través de un posible proyecto, cosa de que su corrupción aumente a sus máximos niveles.
El panorama en Colombia no pinta bien y con que se capture a personajes como el Ñoño Elías no se solucionan en nada los problemas de corrupción de este país, porque tanto esta como muchas detenciones que se han dado para lo único que sirven es para llenar titulares de prensa.