Si en Colombia quienes aseguran ser seguidores de la palabra de Dios entendieran la respuesta de Jesucristo a quienes quisieron ponerlo en aprietos, preguntándole si estaba bien que se pagara tributos al César, a lo que Jesús, conociendo su malicia, dijo: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, no mezclarían política con religión.
Los cristianos en Colombia se dedican a criticar a la Iglesia Católica, con argumentos que en parte son ciertos, porque desafortunadamente esa mezcla de finanzas, poder y religión le ha hecho mucho daño a la fe que se profesa desde el Vaticano, pero no reconocen que ellos también buscan los mismos fines.
Es así como en nuestro país se ha vuelto común que los pastores de las miles de iglesias cristianas, que, dicho sea de paso, se han multiplicado, ingresen a la política en nombre de su credo religioso, al que convierten en un movimiento político, donde cada fiel es un elector, que aporta a la causa a través de su diezmo, el que ha de servir para cubrir los gastos de la campaña política y de paso también los de quienes dirigen el emporio religioso.
Pero no solo sucede con los grupos cristianos, también ocurre en el catolicismo, donde vemos personajes como Alejandro Ordóñez, quien ha ejercido cargos públicos con un fundamentalismo religioso extremo, que para la coyuntura de reconciliación y paz que vive Colombia resulta peligroso.
Es sabido que movimientos cristianos en Colombia apoyaron y promovieron el No en el plebiscito por la paz, supongo que con la idea de ingresar a las filas militares y en nombre de Dios librar la batalla contra los grupos irregulares en Colombia. De otra manera uno no se explica cómo un grupo de personas que aseguran predicar el amor al padre, que se traduce en el perdón y la reconciliación, se inclinan por votar por un No que, de no ser por la voluntad de paz de las partes en conflicto, hubiese sido la consecuencia del retorno a una guerra sin tregua en Colombia.
Al parecer los cristianos no han sabido interpretar el mensaje de Dios cuando a través del rey David elige a Salomón, un hombre que con la sabiduría que le otorga Dios, trae paz y prosperidad al pueblo de Israel, en lugar de Adonias, de quien se dice era de espíritu guerrero y personalidad ambiciosa.
Así mismo podría decir que tampoco han sabido entender la escena en que el pueblo de Israel escoge a Barrabás, que significaba el enfrentamiento a muerte con los romanos, en lugar de Jesús, que representaba lo contrario.
En este grupo de cristianos políticos encontramos personajes como el concejal de Bogotá Marco Fidel Ramírez, militante de la Iglesia Cruzada Cristiana, quien se ha vuelto famoso por emprender una persecución política contra todo lo que tiene que ver con el movimiento LGBTI en la capital.
Pero el concejal Ramírez no ha sido el único “creyente” que predica la religión con fines políticos. Aquí también encontramos, aunque en un credo distinto, a la hoy exsenadora Claudia Wilches, miembro de la Misión Carismática Internacional, quien siguiendo la causa de Marco Fidel se opuso al matrimonio entre personas del mismo sexo. Ni qué hablar de la actuación de la Iglesia Católica en este tema.
Es bastante curioso que quienes se dicen seguidores de Cristo, en lugar de unirlos el perdón y la reconciliación, los une el sectarismo y la incomprensión, es decir que sus actuaciones van en total contravía de la enseñanza de Jesucristo.
Es tanto el potencial político electoral que tienen las iglesias cristianas que al día de hoy se han convertido en una especie de comida apetecible para los dirigentes políticos de los partidos tradicionales, que con tal de conseguir votos y curules poco les importa que los postulados de estas personas vayan en dirección contraria a los del partido que dirigen. Este es el caso de la senadora liberal Viviane Morales, miembro de la Iglesia Casa Sobre la Roca, quien parece no ir por el mismo camino de la bancada liberal a la que pertenece.
La mezcla de religión y política no es sana, por el contrario, es explosiva. En Colombia se vivió en la época de la Colonia con la Santa Inquisición y en el Oriente Medio a todos los problemas sociales se añade el del fundamentalismo religioso, con el que se asesina a miles de personas.
Esta mezcla ha dado pasos de animal grande y con mayor frecuencia han demostrado que pueden incidir en la política, y moldearla a sus intereses fundamentalistas, que para una época como la que vive nuestro país resulta peligrosa, porque en nombre de una fe se pueden exacerbar los ánimos, despertando pasiones malsanas que pueden provocar tragedias de enormes dimensiones.
Ya vemos lenguajes con los que se expresan personajes como el del concejal Marco Fidel Ramírez. Es por esto que estoy seguro que lo peor que le puede suceder a este país es que continúe el avance en la política de líderes cristianos y algunos católicos que, como Alejandro Ordóñez, en el día adoran a Dios y en la noche complacen al diablo.
Si en Colombia quienes aseguran ser seguidores de la palabra de Dios entendieran la respuesta de Jesucristo a quienes quisieron ponerlo en aprietos, preguntándole si estaba bien que se pagara tributos al César, a lo que Jesús, conociendo su malicia, dijo: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, no mezclarían política con religión.
Los cristianos en Colombia se dedican a criticar a la Iglesia Católica, con argumentos que en parte son ciertos, porque desafortunadamente esa mezcla de finanzas, poder y religión le ha hecho mucho daño a la fe que se profesa desde el Vaticano, pero no reconocen que ellos también buscan los mismos fines.
Es así como en nuestro país se ha vuelto común que los pastores de las miles de iglesias cristianas, que, dicho sea de paso, se han multiplicado, ingresen a la política en nombre de su credo religioso, al que convierten en un movimiento político, donde cada fiel es un elector, que aporta a la causa a través de su diezmo, el que ha de servir para cubrir los gastos de la campaña política y de paso también los de quienes dirigen el emporio religioso.
Pero no solo sucede con los grupos cristianos, también ocurre en el catolicismo, donde vemos personajes como Alejandro Ordóñez, quien ha ejercido cargos públicos con un fundamentalismo religioso extremo, que para la coyuntura de reconciliación y paz que vive Colombia resulta peligroso.
Es sabido que movimientos cristianos en Colombia apoyaron y promovieron el No en el plebiscito por la paz, supongo que con la idea de ingresar a las filas militares y en nombre de Dios librar la batalla contra los grupos irregulares en Colombia. De otra manera uno no se explica cómo un grupo de personas que aseguran predicar el amor al padre, que se traduce en el perdón y la reconciliación, se inclinan por votar por un No que, de no ser por la voluntad de paz de las partes en conflicto, hubiese sido la consecuencia del retorno a una guerra sin tregua en Colombia.
Al parecer los cristianos no han sabido interpretar el mensaje de Dios cuando a través del rey David elige a Salomón, un hombre que con la sabiduría que le otorga Dios, trae paz y prosperidad al pueblo de Israel, en lugar de Adonias, de quien se dice era de espíritu guerrero y personalidad ambiciosa.
Así mismo podría decir que tampoco han sabido entender la escena en que el pueblo de Israel escoge a Barrabás, que significaba el enfrentamiento a muerte con los romanos, en lugar de Jesús, que representaba lo contrario.
En este grupo de cristianos políticos encontramos personajes como el concejal de Bogotá Marco Fidel Ramírez, militante de la Iglesia Cruzada Cristiana, quien se ha vuelto famoso por emprender una persecución política contra todo lo que tiene que ver con el movimiento LGBTI en la capital.
Pero el concejal Ramírez no ha sido el único “creyente” que predica la religión con fines políticos. Aquí también encontramos, aunque en un credo distinto, a la hoy exsenadora Claudia Wilches, miembro de la Misión Carismática Internacional, quien siguiendo la causa de Marco Fidel se opuso al matrimonio entre personas del mismo sexo. Ni qué hablar de la actuación de la Iglesia Católica en este tema.
Es bastante curioso que quienes se dicen seguidores de Cristo, en lugar de unirlos el perdón y la reconciliación, los une el sectarismo y la incomprensión, es decir que sus actuaciones van en total contravía de la enseñanza de Jesucristo.
Es tanto el potencial político electoral que tienen las iglesias cristianas que al día de hoy se han convertido en una especie de comida apetecible para los dirigentes políticos de los partidos tradicionales, que con tal de conseguir votos y curules poco les importa que los postulados de estas personas vayan en dirección contraria a los del partido que dirigen. Este es el caso de la senadora liberal Viviane Morales, miembro de la Iglesia Casa Sobre la Roca, quien parece no ir por el mismo camino de la bancada liberal a la que pertenece.
La mezcla de religión y política no es sana, por el contrario, es explosiva. En Colombia se vivió en la época de la Colonia con la Santa Inquisición y en el Oriente Medio a todos los problemas sociales se añade el del fundamentalismo religioso, con el que se asesina a miles de personas.
Esta mezcla ha dado pasos de animal grande y con mayor frecuencia han demostrado que pueden incidir en la política, y moldearla a sus intereses fundamentalistas, que para una época como la que vive nuestro país resulta peligrosa, porque en nombre de una fe se pueden exacerbar los ánimos, despertando pasiones malsanas que pueden provocar tragedias de enormes dimensiones.
Ya vemos lenguajes con los que se expresan personajes como el del concejal Marco Fidel Ramírez. Es por esto que estoy seguro que lo peor que le puede suceder a este país es que continúe el avance en la política de líderes cristianos y algunos católicos que, como Alejandro Ordóñez, en el día adoran a Dios y en la noche complacen al diablo.