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Menos mal en Bogotá existe la Carrera Séptima, porque está visto que sin ella ningún político que desee aspirar al cargo de concejal de la ciudad o de alcalde Mayor podría hacer una campaña con la que logre visibilizar su propósito de hacerse elegir.
Desde el año 2007, cuando Enrique Peñalosa competía con Samuel Moreno, William Vinasco, Leonor Serrano y Antonio Galán por la Alcaldía de Bogotá, la Carrera Séptima es tema de debate en las campañas políticas. Hasta el momento no se ha podido hacer absolutamente nada porque desde entonces cada administración ha presentado una idea diferente que ha dilatado las decisiones sin que llegue a ningún fin.
Fue precisamente en ese momento cuando Peñalosa, quien aspiraba a la reelección, advirtió que muy pronto esa avenida se iba a congestionar y que era necesario buscar una solución para prevenir el riesgo. Por supuesto, no fue escuchado y Samuel Moreno, quien ganó la campaña, cambió los planes de construir la troncal de Transmilenio, no dejó hacer y en cambio sí saqueó las finanzas públicas de la ciudad.
El siguiente en llegar fue Petro y propone entonces un tranvía que tampoco se hace. Es en ese momento cuando esta vía comienza a colapsar.
El regreso de Peñalosa a la Alcaldía en 2015 estuvo marcado por fuertes debates por parte de un sector en la ciudad que se opuso a muchas de sus obras porque consideraban que lo social debía estar por encima del cemento, y es aquí cuando comienza una nueva lucha por construir una solución definitiva para los habitantes del sector nororiental de estratos 1, 2 y 3 de Bogotá que por una u otra razón necesitan desplazarse hacia el centro de la ciudad.
Comienzan de nuevo las protestas a las que se une la entonces candidata a la alcaldía Claudia López, lo mismo que su esposa, Angélica Lozano, actual senadora y primera dama de Bogotá, quien curiosamente para llegar al Concejo de Bogotá en el año 2011, diseñó su campaña bajo el eslogan “La Séptima se respeta”, rechazando la idea de construir la Troncal de TransMilenio por esta vía. Hay que ver cómo cambian las cosas.
Las demandas y protestas que no pararon para que no circularan los buses articulados sobre esta vía no cesaron. Lo extraño es que muchos de los que las interpusieron jamás se han subido a un TransMilenio y no son personas que viven en el extremo nororiental de Bogotá. Muchos de estos viven en Rosales, Chicó y Chapinero Alto y se movilizan en camionetas blindadas de gran valor económico.
Me atrevería a decir que muchos de estos son los mismos que protestan hoy, junto a uno que a otro que tiene intereses políticos y aprovechan que inicia una nueva campaña por la Alcaldía de Bogotá y un nuevo Concejo, argumentando no querer TransMilenio por esta vía, que esta vez no será de color amarillo y rojo como los colores oficiales de la bandera de Bogotá, sino de color verde.