Los incendios en la selva amazónica del Brasil deben servirles como alerta a Colombia y al resto de naciones por donde atraviesa esta reserva natural, considerada como el pulmón del mundo, para que se actúe de manera preventiva evitando que hechos como estos les tomen por sorpresa.
La quema de árboles en la selva del Amazonas no es un suceso al que nuestro país es ajeno. Por fortuna, en Colombia no se ha salido de control gracias a las constantes denuncias de las comunidades y de los ambientalistas en los departamentos del Vaupés, Guainía, Vichada, Guaviare, Amazonas, Putumayo y Caquetá, que han presionado al Gobierno Nacional para que ejecute acciones en favor de esta reserva natural en el país.
Aun así, no se puede desconocer que la minería ilegal, la siembra de cultivos de uso ilícito y la ganadería extensiva hacen de las suyas en la selva amazónica colombiana, afectando una región donde se han podido identificar 25.000 especies de plantas, 317 especies de mamíferos, 258 especies de reptiles, 233 especies de anfibios, 616 especies de aves y alrededor de 1.000 variedades de peces. Es decir, todo un tesoro ambiental que se debe proteger tomando medidas urgentes, más allá de las que hasta ahora se vienen ejecutado como la Campaña Artemisa, por ejemplo.
De acuerdo con las cifras del Ideam, en el año 2017 se perdieron 220.000 hectáreas de bosque natural en Colombia, en donde el 65,5% corresponde a la selva amazónica, esto como consecuencia de la acción de los grupos armados al margen de la ley, narcotraficantes, ganaderos, explotación de madera ilegal y minería ilegal. A esto hay que sumarle la presencia de la industria petrolera que afecta a los ríos en este territorio.
Todo lo anterior es una realidad que Colombia no puede ignorar, porque más adelante puede servir de gasolina para que el mismo daño ambiental que se ha causado a un extenso territorio en las selvas del Brasil se repita en nuestro país. Es por esto que el Gobierno Nacional debe estar alerta y actuar sin ninguna contemplación sobre los actores que, hoy por hoy, están haciendo de las suyas en la región amazónica.
Muy bueno que el presidente Iván Duque haya viajado al Amazonas a dialogar con las comunidades indígenas, pero el hecho no se puede quedar en la mera visita y el apretón de manos a sus líderes.
Esta es la oportunidad para que el primer mandatario demuestre que sí le interesa el cuidado del medio ambiente de nuestro país y que sus actuaciones se encuentran en el marco de una política mundial que busca enfrentar el cambio climático en el planeta.
La protección a la selva amazónica no es un asunto de izquierda o de derecha, es un tema de cuidado ambiental de orden mundial, y es por esto que lo que sucede en el Brasil debe servirles como alerta a Colombia y al resto de países de América del Sur por los que atraviesa esta reserva natural, para que tomen las acciones pertinentes en esta materia y eviten que el desastre se extienda a tal punto que sea difícil controlarlo.
Este grito que se da desde el Amazonas debe escucharse y el Gobierno Nacional y la sociedad en general deben atenderle.
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Los incendios en la selva amazónica del Brasil deben servirles como alerta a Colombia y al resto de naciones por donde atraviesa esta reserva natural, considerada como el pulmón del mundo, para que se actúe de manera preventiva evitando que hechos como estos les tomen por sorpresa.
La quema de árboles en la selva del Amazonas no es un suceso al que nuestro país es ajeno. Por fortuna, en Colombia no se ha salido de control gracias a las constantes denuncias de las comunidades y de los ambientalistas en los departamentos del Vaupés, Guainía, Vichada, Guaviare, Amazonas, Putumayo y Caquetá, que han presionado al Gobierno Nacional para que ejecute acciones en favor de esta reserva natural en el país.
Aun así, no se puede desconocer que la minería ilegal, la siembra de cultivos de uso ilícito y la ganadería extensiva hacen de las suyas en la selva amazónica colombiana, afectando una región donde se han podido identificar 25.000 especies de plantas, 317 especies de mamíferos, 258 especies de reptiles, 233 especies de anfibios, 616 especies de aves y alrededor de 1.000 variedades de peces. Es decir, todo un tesoro ambiental que se debe proteger tomando medidas urgentes, más allá de las que hasta ahora se vienen ejecutado como la Campaña Artemisa, por ejemplo.
De acuerdo con las cifras del Ideam, en el año 2017 se perdieron 220.000 hectáreas de bosque natural en Colombia, en donde el 65,5% corresponde a la selva amazónica, esto como consecuencia de la acción de los grupos armados al margen de la ley, narcotraficantes, ganaderos, explotación de madera ilegal y minería ilegal. A esto hay que sumarle la presencia de la industria petrolera que afecta a los ríos en este territorio.
Todo lo anterior es una realidad que Colombia no puede ignorar, porque más adelante puede servir de gasolina para que el mismo daño ambiental que se ha causado a un extenso territorio en las selvas del Brasil se repita en nuestro país. Es por esto que el Gobierno Nacional debe estar alerta y actuar sin ninguna contemplación sobre los actores que, hoy por hoy, están haciendo de las suyas en la región amazónica.
Muy bueno que el presidente Iván Duque haya viajado al Amazonas a dialogar con las comunidades indígenas, pero el hecho no se puede quedar en la mera visita y el apretón de manos a sus líderes.
Esta es la oportunidad para que el primer mandatario demuestre que sí le interesa el cuidado del medio ambiente de nuestro país y que sus actuaciones se encuentran en el marco de una política mundial que busca enfrentar el cambio climático en el planeta.
La protección a la selva amazónica no es un asunto de izquierda o de derecha, es un tema de cuidado ambiental de orden mundial, y es por esto que lo que sucede en el Brasil debe servirles como alerta a Colombia y al resto de países de América del Sur por los que atraviesa esta reserva natural, para que tomen las acciones pertinentes en esta materia y eviten que el desastre se extienda a tal punto que sea difícil controlarlo.
Este grito que se da desde el Amazonas debe escucharse y el Gobierno Nacional y la sociedad en general deben atenderle.
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