Una reforma a la Procuraduría convendría más que su eliminación
El presidente electo, Gustavo Petro, debería pensar en una reforma a la Procuraduría General de la Nación que se traduzca en una mayor eficiencia y no en su eliminación.
Antes de proponer en desaparecer el órgano de control disciplinario que mal que bien hace el esfuerzo de vigilar que cada funcionario público realice la tarea de la mejor manera posible, se debería analizar si conviene desaparecerlo.
Nada mejor para todo aquél que llegue a la función pública, bien sea por nombramiento o por elección popular, que los controles a su labor sean pocos, porque cuando lo descubran la misión de robarse los dineros del Estado ya estará cumplida a cabalidad y nada podrá hacer la justicia, más allá de enviarlo unos cuantos años a la cárcel, sin que el dinero robado se pueda recuperar.
En un país como el nuestro, donde la corrupción es la reina en cada entidad pública que compone los órganos del Estado, entre más controles existan muchísimo mejor. Es por esto que no comparto la idea de eliminar la Procuraduría.
Lo que sí se debe hacer es reformarla y lo primero que hay que cambiar es la manera en como se elige a la cabeza de esta entidad, porque el poner la elección en manos del Senado de la República, vicia cualquier gestión de vigilancia que ejerza la persona que queda al frente porque para nadie es un secreto que muchos de los funcionarios que componen las entidades públicas a los cuales debe controlar el jefe del Ministerio Público, son cuotas de los congresistas.
La elección del Procurador General de la Nación debería quedar en manos de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y este, debería salir de una terna compuesta por un candidato del Consejo de Estado, uno del fiscal general de la Nación y otro de la Corte Constitucional.
No podemos olvidar que esta reforma debe contemplar la sentencia de la Corte IDH que indica que no se puede destituir a un funcionario público elegido por voto popular, sin que exista un fallo judicial que lo justifique. Aquí se debe pensar muy bien en la manera en que debe actuar el órgano disciplinario en estos casos, porque las elecciones no pueden ni deben seguir siendo la puerta grande que conduce con alfombra roja al templo de la corrupción.
Me alegra que el presidente electo, Gustavo Petro, tenga la disposición para colocar los debates que el país necesita y que por miedo o por comodidad el actual primer mandatario, Iván Duque, no quiso dar durante estos cuatro años, pero cuidado, doctor Petro, no confunda la necesidad de reformas con las venganzas de tipo personal.
El presidente electo, Gustavo Petro, debería pensar en una reforma a la Procuraduría General de la Nación que se traduzca en una mayor eficiencia y no en su eliminación.
Antes de proponer en desaparecer el órgano de control disciplinario que mal que bien hace el esfuerzo de vigilar que cada funcionario público realice la tarea de la mejor manera posible, se debería analizar si conviene desaparecerlo.
Nada mejor para todo aquél que llegue a la función pública, bien sea por nombramiento o por elección popular, que los controles a su labor sean pocos, porque cuando lo descubran la misión de robarse los dineros del Estado ya estará cumplida a cabalidad y nada podrá hacer la justicia, más allá de enviarlo unos cuantos años a la cárcel, sin que el dinero robado se pueda recuperar.
En un país como el nuestro, donde la corrupción es la reina en cada entidad pública que compone los órganos del Estado, entre más controles existan muchísimo mejor. Es por esto que no comparto la idea de eliminar la Procuraduría.
Lo que sí se debe hacer es reformarla y lo primero que hay que cambiar es la manera en como se elige a la cabeza de esta entidad, porque el poner la elección en manos del Senado de la República, vicia cualquier gestión de vigilancia que ejerza la persona que queda al frente porque para nadie es un secreto que muchos de los funcionarios que componen las entidades públicas a los cuales debe controlar el jefe del Ministerio Público, son cuotas de los congresistas.
La elección del Procurador General de la Nación debería quedar en manos de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y este, debería salir de una terna compuesta por un candidato del Consejo de Estado, uno del fiscal general de la Nación y otro de la Corte Constitucional.
No podemos olvidar que esta reforma debe contemplar la sentencia de la Corte IDH que indica que no se puede destituir a un funcionario público elegido por voto popular, sin que exista un fallo judicial que lo justifique. Aquí se debe pensar muy bien en la manera en que debe actuar el órgano disciplinario en estos casos, porque las elecciones no pueden ni deben seguir siendo la puerta grande que conduce con alfombra roja al templo de la corrupción.
Me alegra que el presidente electo, Gustavo Petro, tenga la disposición para colocar los debates que el país necesita y que por miedo o por comodidad el actual primer mandatario, Iván Duque, no quiso dar durante estos cuatro años, pero cuidado, doctor Petro, no confunda la necesidad de reformas con las venganzas de tipo personal.