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No entiendo porque en Colombia se extrañan de que Álvaro Uribe, a pesar de todos los escándalos, polémicas y hechos de corrupción que a su alrededor se han presentado, tenga fieles seguidores. Satanás también tiene los suyos, y ya sabemos lo que este ser trae consigo.
Muchos creyeron que con la firma de la paz con las Farc, Álvaro Uribe y sus seguidores no tendrían más gasolina para continuar descalificando todo lo que haga y diga el presidente Juan Manuel Santos y que el Centro Democrático se acabaría. Craso error, porque el expresidente siempre tendrá un motivo para llevar la contraria y tratar de hacer ver los aciertos del primer mandatario, como si se tratase de errores que al país le pueden a salir caros en un futuro no muy lejano.
Álvaro Uribe se siente envalentonado porque ayudó a que en el plebiscito por la paz ganara el No, y asegura tener toda la fuerza capaz para regresar a la Casa de Nariño y a través de la persona que llegue al poder a nombre de su partido, hacer trizas lo que deje el saliente Gobierno en cabeza de Juan Manuel Santos.
En parte la culpa de la actitud de sobrado con la que hoy se ve Uribe, la tiene el propio Juan Manuel Santos, al querer vencerlo políticamente con el plebiscito, confiarse y no diseñar bien una campaña en favor del Sí, alineando a su gabinete ministerial y a los miembros de su bancada en este causa.
Hoy vemos a un súper Uribe creado por el mismo Juan Manuel Santos, que no deja gobernar, que todo lo quiere opacar utilizando la intriga, la cizaña y la mentira como arma para amedrentar al Gobierno Nacional, quien durante ocho años, no supo responderle y se mostró cobarde ante su discurso.
Por más que Santos trate de convencer a los colombianos de las bondades que al país le puede traer la firma de la paz con las Farc, estos nunca lo van a ver, entre otras porque es tan grande el desprecio que sienten hacia el grupo recién desmovilizado, que prefieren hacerse al lado del discurso de Uribe, así sepan que les está mintiendo y que este no cuenta con ningún tipo de autoridad moral para hacer señalamiento alguno, porque si algo reinó en su gobierno, son hechos de corrupción y de vínculos con la criminalidad.
No se nos haga extraño que para lograr sus propósitos Uribe salga a las calles nuevamente con su cara de yo no fui a incitar al odio con discursos cargados de mentiras, con sus seguidores detrás recitando todo cuanto se le ocurra.
Para conseguir almas incautas Satanás hace lo mismo, se disfraza de inocencia y hace ver lo que está mal, como si estuviese bien, cosa de que pueda confundir, pescar en rio revuelto y al final imponer su voluntad.
De esta forma bien puedo concluir que Uribe es el satanás colombiano y el uribismo una especie de secta satánica que para tener contento a su maestro, recitan mentiras e incitan al odio, utilizando la intriga y la cizaña como su arma favorita, creando en nuestro país una atmósfera de confusión y así lograr sus propósitos.
Para todo mal existe la solución, el problema es que en la política colombiana no existe ningún ser humano que pueda combatir a ese satanás que representa Uribe, porque todos los políticos en nuestro país tienen algo que esconder, que los deja sin autoridad moral para hacerle frente. Por esto, lo único que nos queda es rezarle al verdadero Hijo de Dios, es decir, a Jesús de Nazaret, para que sea el quien directamente nos salve del regreso a la oscuridad.