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Hace mucho rato un ministro de Comunicaciones no se hacía tan visible ante el país, no solo por su ignorancia en los temas propios de la cartera sino también por corrupción en la adjudicación de millonarios contratos a oferentes de dudosa ortografía y malas costumbres, por decir lo menos.
Empiezo por la ignorancia en el manejo de los temas propios de su cartera. Tristemente, en Colombia para ser nombrado ministro no es requisito saber de los temas misionales del ministerio, pero es obvio que cada nombramiento de un ignorante no deja de ser preocupante o, al menos, bastante llamativo.
La barranquillera Karen Abudinen pasó de la presidencia de una insignificante, parroquial y estridente fundación en Barranquilla a la Dirección General del Instituto de Bienestar Familiar en el gobierno Santos y de allí, de forma camaleónica, a la Alta Consejería para las Regiones ya en el gobierno Duque, “estadista” este quien, ante la mirada atónita de todos los importantes empresarios nacionales e internacionales involucrados en el sector de las TIC, la nombró ministra de Comunicaciones, sin saber nada de nada, salvo, seguramente, coger el teléfono y hacer una llamada, rompiendo también, como ya es costumbre en Duque, su promesa presidencial de nombrar a un experto en cada alto cargo del Estado.
Esa ignorancia la exhibió Karen Abudinen con una impresionante rapidez en una entrevista suicida en Noticias Caracol, en la que sin sonrojarse dijo, dos meses después de posesionada, que se habían iniciado pruebas piloto para la tecnología 5G, lo que significaba que todo iba a ser “cinco veces más rápido”. Esa entrevista fue motivo de risas entre millones de colombianos, pero sobre todo de gran preocupación para empresarios del sector, quienes no daban crédito a lo que sus oídos escuchaban proveniente de la mismísima ministra. Ignorancia al desnudo.
Pero, claro, toda situación es susceptible de empeorar y llegó de la siniestra mano de la corrupción y el descuido por el patrimonio público. En efecto, desde hace ya varias semanas y cada vez que pasa el tiempo avanza más el escándalo, estando ya la ministra en el ojo del huracán. Sí, en el ojo de huracán por cuenta de una millonaria licitación de la que la propia Abudinen fue alertada, oportunamente, por Paola Herrera, una extraordinaria periodista de W Radio, alertas estas que fueron no solo inadvertidas por la ministra, sino también minimizadas.
El Ministerio de Comunicaciones abrió una de las licitaciones más grandes que jamás haya tenido esa cartera, por un valor superior a los $2 billones, con el fin de llevar internet a las regiones más apartadas y olvidadas del país. Sin embargo, la ligera ministra decidió adjudicar un segmento de la licitación a la Unión Temporal Centros Poblados por valor de $1 billón, a pesar de que era evidente que no tenía experiencia para ejecutar el contrato, puesto que está conformada por miembros que se dedican a todo menos a esos asuntos —al igual que la ministra— y, peor aún, por firmas que están involucradas en escándalos de corrupción en la contratación pública. Un desastre.
Pero, sin importarle las denuncias presentadas, el Ministerio entregó un anticipo a Centros Poblados por más de $70.000 millones. La plata de los colombianos terminó en manos de quien no sabe ni puede ejecutar ese contrato. Como dice el adagio popular: esa platica se perdió y la culpable no puede ser otra que la ministra Abudinen, a quien se le hicieron las alertas tempranas.
Sin embargo, las irregularidades no se detienen ahí, porque, como también era de esperarse de la improvisada ministra Abudinen, Centros Poblados aportó no una, escúchese bien, sino tres garantías falsas. Es decir, en las narices de la ministra se adjudicó el contrato a un contratista que falsificó las garantías y lo peor es que así se las aprobaron. Otro verdadero desastre.
En fin, ya va siendo hora de que la ministra Abudinen renuncie a su cargo, pues en ese ministerio solo ha dejado desastres, como si se tratara del huracán Karen.