El retorno de las aspersiones con glifosato a los cultivos de coca anunciado por Duque nos deja claro que a los políticos, o incluso a quienes se anuncian y venden como tecnócratas ante la opinión pública, no les importa cambiar de posición según el gobierno de turno. Sus opiniones no son fruto de íntimas convicciones ideológicas sino de íntimas convicciones burocráticas. Se acercan al árbol que más sombra les dé y se suman a él en sus supuestas convicciones, que defienden a grito herido tanto para decir sí como para decir no. ¡Y ni pena les da!
Un ejemplo de lo anterior es Fernando Ruiz, hoy ministro de Salud, a quienes los gobiernistas dan por héroe, seguramente por posicionar a Colombia como uno de los países con más contagios, más muertos y menos vacunas en esta terrible pandemia. Así es la vida. A pesar de los nefastos resultados, hay quienes lo aplauden. Pero cito a Ruiz no por su rol en la pandemia, sino porque en el pasado, cuando era viceministro de Salud de Santos, afirmaba con vehemencia que la aspersión aérea con glifosato era un craso error por sus incuestionables efectos negativos en la salud. Incluso, celebraba como propio que la Asamblea Mundial de la Salud de la OMS aplaudiera la otrora decisión de Colombia de eliminar la aspersión con glifosato en 2015, reitero, por parte del gobierno Santos, para el que Ruiz trabajaba.
Ahora Ruiz, como ministro de Salud de Duque, óigase bien, como ministro de Salud, guarda silencio conveniente sobre este mismo tema anunciado por el Gobierno para el que ahora trabaja, confirmando que sus íntimas convicciones ideológicas son solo íntimas convicciones burocráticas. ¡Qué horror!
El cambiante criterio de Ruiz, de poderoso opositor del glifosato a cómplice silente por cuenta de que en el pasado trabajó en un gobierno y ahora en otro, deja mucho que desear sobre quien es, precisamente, el líder de la política de salud en Colombia, lo cual muestra su endeble carácter. Esto explicaría muchas de las cosas que le han ocurrido en esta pandemia, en que también un día dice una cosa y al otro día hace otra.
Pero Ruiz no es el único. Durante los años de oposición al santismo por parte del uribismo, en que día y noche cuestionaban todas las decisiones que se tomaban en el Gobierno, varios de los hoy altos funcionarios se oponían férreamente a la aspersión aérea con glifosato.
Muestra de ello es el cómico y clarividente consejero presidencial de Comunicaciones de Duque, Hassan Nassar, otrora obsesivo opositor de Santos, en todo y por todo, quien vociferaba en el pasado todos los males del glifosato y hoy, ya no en la oposición sino en el Gobierno, se vanagloria de todas las bondades de la política de erradicación de Duque, pues sus íntimas convicciones ideológicas también resultaron ser burocráticas.
Pero la fumigación con glifosato no es el único tema. Cuando estaban en la oposición o en campaña, el uribismo y quienes en este Gobierno lo representan dijeron que no apoyaban ninguna reforma tributaria, pero a la hora de gobernar ya llevan dos y van para la tercera, en medio de la tristeza de que exista un ministro de Hacienda como Carrasquilla a quien la gente no le vale ni huevo; nunca apoyaron el ingreso de Colombia a la OCDE porque es mérito de otro presidente, pero hoy se sienten orgullosos de estar ahí y obedientes; se opusieron al proceso de paz, pero sacan pecho de sus avances ante la comunidad internacional; prometieron luchar contra la corrupción, pero hoy está en el total olvido, a sabiendas de que esa es la principal razón por la cual la plata no alcanza.
Por eso las dos cosas más falsas que existen son: un político en oposición y un político en campaña. Tan inteligentes en la oposición, pero tan “convenientes” en el Gobierno. Ahora anuncian con bombos y platillos eso que criticaron en el pasado, todo con la anuencia o la complicidad de funcionarios como el ministro Fernando Ruiz quien, como ya lo dije, está lleno de intimas convicciones, pero burocráticas.
El retorno de las aspersiones con glifosato a los cultivos de coca anunciado por Duque nos deja claro que a los políticos, o incluso a quienes se anuncian y venden como tecnócratas ante la opinión pública, no les importa cambiar de posición según el gobierno de turno. Sus opiniones no son fruto de íntimas convicciones ideológicas sino de íntimas convicciones burocráticas. Se acercan al árbol que más sombra les dé y se suman a él en sus supuestas convicciones, que defienden a grito herido tanto para decir sí como para decir no. ¡Y ni pena les da!
Un ejemplo de lo anterior es Fernando Ruiz, hoy ministro de Salud, a quienes los gobiernistas dan por héroe, seguramente por posicionar a Colombia como uno de los países con más contagios, más muertos y menos vacunas en esta terrible pandemia. Así es la vida. A pesar de los nefastos resultados, hay quienes lo aplauden. Pero cito a Ruiz no por su rol en la pandemia, sino porque en el pasado, cuando era viceministro de Salud de Santos, afirmaba con vehemencia que la aspersión aérea con glifosato era un craso error por sus incuestionables efectos negativos en la salud. Incluso, celebraba como propio que la Asamblea Mundial de la Salud de la OMS aplaudiera la otrora decisión de Colombia de eliminar la aspersión con glifosato en 2015, reitero, por parte del gobierno Santos, para el que Ruiz trabajaba.
Ahora Ruiz, como ministro de Salud de Duque, óigase bien, como ministro de Salud, guarda silencio conveniente sobre este mismo tema anunciado por el Gobierno para el que ahora trabaja, confirmando que sus íntimas convicciones ideológicas son solo íntimas convicciones burocráticas. ¡Qué horror!
El cambiante criterio de Ruiz, de poderoso opositor del glifosato a cómplice silente por cuenta de que en el pasado trabajó en un gobierno y ahora en otro, deja mucho que desear sobre quien es, precisamente, el líder de la política de salud en Colombia, lo cual muestra su endeble carácter. Esto explicaría muchas de las cosas que le han ocurrido en esta pandemia, en que también un día dice una cosa y al otro día hace otra.
Pero Ruiz no es el único. Durante los años de oposición al santismo por parte del uribismo, en que día y noche cuestionaban todas las decisiones que se tomaban en el Gobierno, varios de los hoy altos funcionarios se oponían férreamente a la aspersión aérea con glifosato.
Muestra de ello es el cómico y clarividente consejero presidencial de Comunicaciones de Duque, Hassan Nassar, otrora obsesivo opositor de Santos, en todo y por todo, quien vociferaba en el pasado todos los males del glifosato y hoy, ya no en la oposición sino en el Gobierno, se vanagloria de todas las bondades de la política de erradicación de Duque, pues sus íntimas convicciones ideológicas también resultaron ser burocráticas.
Pero la fumigación con glifosato no es el único tema. Cuando estaban en la oposición o en campaña, el uribismo y quienes en este Gobierno lo representan dijeron que no apoyaban ninguna reforma tributaria, pero a la hora de gobernar ya llevan dos y van para la tercera, en medio de la tristeza de que exista un ministro de Hacienda como Carrasquilla a quien la gente no le vale ni huevo; nunca apoyaron el ingreso de Colombia a la OCDE porque es mérito de otro presidente, pero hoy se sienten orgullosos de estar ahí y obedientes; se opusieron al proceso de paz, pero sacan pecho de sus avances ante la comunidad internacional; prometieron luchar contra la corrupción, pero hoy está en el total olvido, a sabiendas de que esa es la principal razón por la cual la plata no alcanza.
Por eso las dos cosas más falsas que existen son: un político en oposición y un político en campaña. Tan inteligentes en la oposición, pero tan “convenientes” en el Gobierno. Ahora anuncian con bombos y platillos eso que criticaron en el pasado, todo con la anuencia o la complicidad de funcionarios como el ministro Fernando Ruiz quien, como ya lo dije, está lleno de intimas convicciones, pero burocráticas.