Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Las investigaciones se demoran, pero no perdemos la esperanza de que en ciertos casos la verdad salga a flote y que los corruptos queden al desnudo, ojalá tras las rejas.
Cada escándalo de corrupción tiene unas líneas primarias de investigación, pero jamás la autoridad sabe tanto como los propios implicados. Se aplica el principio de “si yo como autoridad no sé lo que usted hizo, usted como investigado sí lo sabe”. Es por ello que en innumerables casos las fuentes humanas (investigados, denunciantes y testigos) terminan por darle a la autoridad una visión completa y certera de lo que al inicio, sin sus relatos, es apenas una “intuición”.
En el caso de la brutal corrupción del gobierno Petro, que tiene más enredados que un bulto de anzuelos a funcionarios del más encopetado alto poder, de la UNGRD, presidentes del Senado y Cámara, otros congresistas y contratistas, las versiones de los involucrados son determinantes para desenmarañar lo que estos corruptos creyeron era un estrategia sofisticada sin rastro, pero que a la postre, como suele suceder, resultó tan burda como las huellas de un tractor a la largo de una arenosa playa.
En un capítulo más de este espectáculo de alta corrupción, el país ya comprendió —casi que no— que el ministro Bonilla está involucrado hasta el tuétano y que su permanencia en el Ministerio de Hacienda se vuelve francamente insostenible, aunque no hay nada insostenible en el gobierno Petro, en el que los corruptos se valorizan y se atornillan. El ejemplo, literalmente, empieza por casa. No solo me refiero a la casa de Petro sino también al tercer piso de la Casa de Nariño, adonde llegó el corrupto Benedetti para codearse con la inefable Laura Sarabia y el desorbitado presidente.
María Alejandra Benavides, exasesora del ministro Bonilla, dejó un relato espeluznante en la Fiscalía relacionado con la aprobación de multimillonarios créditos que requería el gobierno Petro. La Unidad Investigativa de Noticias Caracol indicó que “tres altos funcionarios del gobierno —de Petro— habrían hecho un pacto para comprar congresistas a través de contratos con la Unidad de Gestión de Riesgo por $92.000 millones”, dirigidos a pagar favores a congresistas, ratificando al pie de la letra lo que el corrupto Olmedo López, exdirector de la UNGRD, ya había confesado.
Y la historia contada por Benavides es aterradora. El gobierno Petro necesitaba que la Comisión Interparlamentaria de Crédito Público aprobara siete créditos internacionales por más de US$1.000 millones ($4 billones). Sin embargo, el 6 de diciembre de 2023, la mencionada Comisión solo aprobó uno de los siete créditos con el fin de poner en aprietos al gobierno (medirle el aceite), lo que llevó a una reunión urgente en el Ministerio de Hacienda con la presencia de los mismísimos ministros Bonilla y Velasco, así como del asesor presidencial Ramírez Cobo, quedando todos comprometidos a poner en marcha y con urgencia una aceitosa operación criminal de compra de congresistas a través de direccionarles contratos en la UNGRD.
El aceitoso ministro Bonilla de forma inmediata (11 de diciembre) le puso su firma a un decreto en virtud del cual trasladó $700.000 millones a la UNGRD. De este traslado, saldrían $92.000 millones para contratos en obras en Arauca, Córdoba y Bolívar direccionados a congresistas que fueron claves para la aprobación de los otros seis créditos en la Comisión de Crédito Público, el 12 y 15 de diciembre.
El procesado ministro de Hacienda pretende, al mejor estilo de Petro, eliminar del léxico la palabra “delitos” para reemplazarla por “errores” con la idea de salirse de su extenuante recorrido por el Código Penal, al tiempo que el exministro Velasco, untado hasta las entrañas, le tira la responsabilidad a Bonilla.
Este es el gobierno del cambio. Aquí se cambia la corrupción por mucha corrupción. Esperemos a ver si Bonilla (“Boogie, el aceitoso”) sigue o no en el ministerio.