Nunca nos perdonarán

Pablo Felipe Robledo
13 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.
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En un país como el nuestro en el que cada día tenemos decisiones importantes por adoptar, hay temas que se dan por prioritarios y otros que están en el cuarto de san Alejo.

Casi nadie duda que las políticas públicas para el mejoramiento de la justicia, la implementación de la paz, la lucha contra la corrupción y el narcotráfico, la modernización de las instituciones, el fortalecimiento de la democracia, la reducción de la pobreza y el respeto por los derechos de la gente deben ser temas prioritarios en la agenda gubernamental y social.

Sin embargo, parece no haber un espacio para la construcción de ciertas políticas públicas ni para el debate responsable en temas diferentes a los mencionados, lo cual es un verdadero desafuero histórico, por ejemplo, con temas tan o más importantes, como la protección del medio ambiente.

Hemos generado la idea de que la protección del medio ambiente es un asunto en el que cada cual mira al otro esperando que el otro haga o le marque el camino. Nos hacemos los locos. Y eso no puede ser. No hay nada más serio y cuerdo que proteger el lugar donde vivimos, pero sobre todo en el que vivirán los nuestros.

Craso error seguir aplazando la efectiva protección del medio ambiente. ¿Qué estamos esperando? ¿Acaso no hay centenares de estudios que indican que ello es un imperativo inaplazable? ¿Acaso no nos damos cuenta de que nuestros hijos y nietos recibirán como herencia un mundo ambientalmente peor que el que heredamos nosotros? ¿Acaso no hay miles y miles de alarmas que se disparan día tras día, mostrándonos que cada vez hay más contaminación, más calor, más inéditos fenómenos naturales, más polución y más basura en ríos y mares? ¿Acaso el mundo no grita a pulmón herido que hagamos algo por salvarlo?

A los gobiernos les llegó la hora de actuar con responsabilidad y contundencia. Liderar la protección del medio ambiente es una tarea que debe hacerse al costo que sea y con la adopción de las decisiones que haya que tomar. Es indispensable que el Gobierno Nacional y los gobiernos locales tomen una postura radical, con hechos y sin discursos, para hacer respetar las normas ambientales en sus respectivos territorios.

Multar y cerrar las empresas que contaminan para obligarlas a transformarse, sacar los vetustos buses y taxis del servicio público que polucionan sin piedad, modernizar el parque automotor público y privado, chatarrizar los contaminantes camiones viejos y, también, entender que la erradicación de los cultivos ilícitos no puede darse acabando el medio ambiente son asuntos que no dan tregua.

Nuestros líderes tienen un gran reto por afrontar. La férrea defensa del medio ambiente no tiene, ni puede tener, color político. Su protección puede resultar insustancial para muchos, pero, sin duda, no hacer lo que tenemos que hacer nos traerá el repudio y el juicio severo de nuestros hijos y nietos, que cuando vean el mundo que les dejamos sentirán que tuvieron los peores padres y abuelos.

Nunca nos perdonarán.

 

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