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La semana pasada se cumplió la primera mitad del gobierno Petro -o más certeramente del desgobierno-, que ha dejado como resultado un caótico escenario en todos -o casi todos- los asuntos relevantes de la Nación. Por eso, no solo existe la sensación o percepción, sino el cruel convencimiento de que Colombia está retrocediendo en distintos frentes.
Lo hemos dicho innumerables veces. Un presidente puede dormir tranquilo y reivindicar su éxito cuando cumple con el propósito de dejar, en términos generales, un mejor país que el que recibió. Y aquí es donde Petro será un gobernante muy mal recordado que seguramente solo recibirá el desprecio de su pueblo y ningún reconocimiento, incluso, de muchos quienes tomaron la insensata e irresponsable decisión de votar por él en 2022, creyendo que un personaje tan históricamente lamentable como Petro sería diferente al momento de ejercer el poder presidencial, lo cual no era más que una esperanza contraevidente, pues a nadie el poder lo ha arreglado. No existe un solo caso en la historia de la humanidad de una persona que gobernando haya sido mejor persona y Petro claramente no iba a ser el primero.
Pero lo más grave de todo es que el gobierno Petro, que prometió el cambio, brinca de un escándalo de corrupción a otro, en donde las náuseas y ganas de vomitar de millones de colombianos se hacen cada vez más incontrolables.
Leídos varios medios de comunicación, unos tradicionales y otros no, como para que el petrismo no entre a descalificarlos y sentirse injustamente perseguido, todos, al unísono, dejan constancia a la hora de los balances de mitaca, de que uno de los asuntos por los que hasta ahora -y subrayo hasta ahora- será recordado el período presidencial de Petro, es la corrupción del alto gobierno, en donde ello no parece episódico, sino una política de gobierno, casi que la implementación de una política de Estado en torno a la corrupción. Parecen los altos funcionarios de Petro como concursando por la medalla de oro en el salto largo de la corrupción.
La corrupción obviamente no nació con Petro. Todos los gobiernos, en todos los países del mundo, lo que incluye a Colombia donde la situación ha sido realmente dramática, se ven involucrados en algún o algunos escándalos mayúsculos de corrupción.
Sin embargo, lo que hace notorio lo que está ocurriendo con la corrupción en el desgobierno de Petro son varias cosas: la primera, que todo pasa a las espaldas de Petro sin que él lo sepa -o eso dice él-, ello es, tan avispado para unas cosas y tan despistadito para otras; segundo, en todos los casos de corrupción está involucrado su círculo cercano (hijo, hermano, esposa, ministros, íntimos amigos, altos consejeros y directores de importantes entidades); tercero, todo se justifica en el hecho de que en los anteriores gobiernos también hubo corrupción (como si con las manos sucias de otros se lavaran las manos propias); cuarto, muy pocos salen del gobierno cuando se desata el escándalo (hay complicidad del gobierno para aguantar a los corruptos hasta el límite); y quinto, juraron acabar con la corrupción y llegaron a robarse no solo la alcantarilla sino el hueco.
Ahora que estamos en la cuenta regresiva del mandato de Petro -si es que no se perpetúa-, se hace más vigente que nunca la necesidad de luchar contra la corrupción, pues esa política de gobierno de Petro de permitir que se roben todo -a sus espaldas, claro- debe ser desterrada por un próximo gobierno, pero no con discursos sino con hechos, con realidades y sin contemplaciones para quienes defraudan a los colombianos y se roban sus ilusiones, porque en el fondo es eso, la corrupción es el primer factor que evita que los recursos públicos sirvan para construir un mejor país.
Es la historia de siempre, sí, pero Petro ha pretendido hacerla ver no grave ahora que gobierna, pero cuando no lo hacía era implacable. Doble discurso de Petro, como en todo, pues lo cierto es que hoy la corrupción está en su esplendor.