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La ignorancia del presidente Gustavo Petro es mayúscula en casi todos los temas, pero en donde es supina es en materia jurídica, lo cual se extiende, al parecer y por arte de magia, a quienes lo rodean.
Si a algún gobierno se le han caído en las altas cortes las leyes que patrocina, los decretos que expide, los nombramientos que hace y los proyectos regulatorios que aborda es al gobierno Petro. De hecho, todo lo que se hace parece tener un tufillo transitorio de “hasta que lo tumben las Cortes”.
Eso, además de ser grave para la gobernabilidad, la estabilidad institucional, el avance en la concreción de los programas, los proyectos sociales, las inversiones, la ejecución presupuestal y la confianza institucional, es síndrome inequívoco de que el gobierno está compuesto por dos tipos de funcionarios: unos que son ignorantes, y otros que no lo son, pero su falta de carácter los convierte en cómplices del abuso y la ignorancia del presidente con el orden legal y constitucional que juraron defender. La verdad es que esos funcionarios no se atreven a alzar la mano para decirle al presidente que no puede hacer lo uno o lo otro y prefieren que sean las cortes las que después se encarguen de frenar al presidente. La complicidad del aferrado al poder a quien lo le gusta controvertir con su rabioso y poderoso jefe.
Lo anterior se agrava más pues el presidente, fuera de no entender, hace lo que se le da la gana como dictadorzuelo que es. Cuando las cortes resuelven en contra de su querer, ello es, cuando se atreven a decirle al dictadorzuelo que no, Petro prende la locomotora del ataque institucional y ruedan sus vagones de desinformación, tergiversación y falacia, para vender la idea de ser un perseguido judicial, tanto él como su gobierno, y para vender la falsa idea de que las cortes no lo dejan gobernar, lo cual es una verdad a medias, pues no lo dejan gobernar a su antojo por encima de la ley y la Constitución, pero sí lo dejan cuando el quehacer no desmadra los límites. Petro no ha entendido -y no lo va a entender- que la mitad más un par de voticos más lo eligieron presidente y no emperador, y que esa otra mitad creciente de Colombia, que al principio fue la mitad menos unos poquitos votos, adquirimos el compromiso de reconocer la derrota, soportarlo como presidente, pero jamás el de tenerlo que aguantar como emperador.
Mal hace ahora el presidente Petro, trinando como un loco, esta vez, en contra del Consejo de Estado e inventando cuentos sin asidero jurídico. Presidente, no mienta, no invente. La Sala de Consulta del Consejo de Estado no emitió una consulta sino que profirió una decisión vinculante y de obligatorio cumplimiento en ejercicio de una función diferente atribuida por la ley que es la de resolver los conflictos de competencia positivos entre autoridades administrativas; no tocó su fuero presidencial integral (que es integral respecto de lo penal, fiscal y disciplinario) ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara; y no es una persecución ni una arremetida judicial ni la antesala a un golpe de Estado.
Entre otras, una cosa es que el presidente tenga fuero integral -que lo tiene- y otra cosa es que el fuero sea total -que no lo es ni lo tiene-. Por ejemplo, el competente para conocer de un eventual proceso de divorcio entre Verónica y Petro no es la Comisión de Acusaciones sino el juez de familia; el competente para un proceso de deslinde y amojonamiento por algún lío de este estilo en la mansión de Petro en Chía con su vecino, no es la Comisión de Acusaciones sino el juez civil; o el competente para ponerle un comparendo al presidente Petro por manejar un carro borracho o drogado no sería la Comisión de Acusaciones sino el policía o agente de tránsito, ello es, en eso y miles de asuntos más, el presidente no tiene fuero como tampoco lo tenemos el resto de los 50 millones de habitantes de este precioso país gobernado por él.
Petro no tiene fuero total, lo que tiene es un desastre total.