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El monitoreo anual de cultivos de coca que presenta la Unodc (oficina de Naciones Unidas contra la droga y el delito) en Colombia ha perdido relevancia nacional. Hasta hace poco, el informe se esperaba por el gobierno con la ansiedad del estudiante frente al examen final. Y las reacciones políticas a las cifras eran el centro del debate en los medios y en el Congreso. Internacionalmente, Colombia celebraba o agachaba la cabeza, era el único tema mirando hacia afuera. Las cosas han cambiado y el informe se volvió rutina, hay nuevos temas, nuevas drogas, nuevos actores y nuevas violencias. Además, la estabilidad del fracaso ha hecho que los sobresaltos sean menores. La irrelevancia es ahora el indicador más exitoso de un cambio de enfoque más que necesario.
Pero los cambios de estrategia serán difíciles si el gobierno pretende actuar sobre premisas falsas y desconocer las cifras preocupantes más allá del aumento de los cultivos (10 %) y la producción (53 %). El presidente Gustavo Petro ha insistido en una caída de la demanda en Estados Unidos. Pero las cifras del informe presentado el viernes muestran un pequeño aumento en los consumidores en Estados Unidos frente a las cifras del Global Report on Cocaine 2023, presentado a mitad de año por la misma ONU. Son 6′450.000 consumidores, una cuarta parte de la demanda mundial. Y si miramos toda América, mercado que Colombia atiende en gran porcentaje, ya hablamos cerca de más de 11 millones de consumidores, el 45 % de la demanda mundial. Además, el mismo presidente ha advertido del crecimiento del mercado en Asia, África y Oceanía, y la nueva demanda en Europa donde ahora el crack es una opción apetecida.
La principal estrategia del gobierno, no perseguir a los campesinos cultivadores y centrarse en los patrones, que tiene toda la lógica, tampoco parece dar resultados. La cifra récord de cultivos muestra que la supuesta mala hora cocalera no se ve en nuestro territorio. La economía de la coca ha caído en zonas de cultivos dispersos, pero se ha fortalecido en los grandes enclaves. Lo que ha llevado al aumento de la productividad, al mayor control territorial de los narcos y a la industrialización en los 15 puntos de mayor actividad cocalera. El 80 % de la coca está sembrada en lo que el informe llama “zonas de concentración”, donde los cultivos son más grandes (hasta 12 hectáreas por kilómetro cuadrado), los laboratorios están al pie del cultivo (llega el 82 % de los insumos químicos para cocinar) y se produce gran parte de la deforestación (el 43 % del total nacional). Argelia y El Plateado conforman uno solo de esos 15 grandes enclaves. Esas zonas, en Cauca, Nariño, Putumayo, Norte de Santander, Bolívar y Antioquia, serán cada vez más complejas para una intervención exitosa. Los capos dominan cada vez más toda la cadena y están cerca de los “centros poblados”. El 82 % de la coca está a menos de 12 kilómetros de poblaciones como corregimientos y el 36 % está a menos de 15 kilómetros de una cabecera municipal. Las economías ilícitas no retroceden, avanzan hacia los municipios. Y los “triunfos” del gobierno en las incautaciones se vienen al piso cuando vemos que bajó el porcentaje frente a la potencial producción.
Mientras tanto, el gobierno tardó un año y tres meses para presentar su nueva política de drogas, y apenas esta semana publicó una directiva para intentar desarrollar esa política en El Plateado. La meta de bajar el cultivo a 90.000 hectáreas en 2026 es hoy imposible. En política de drogas, el gobierno se quedará de nuevo en el discurso sobre el fracaso de la guerra y su comprobación en el terreno.