“El pasado lo escriben quienes ganan las guerras”, afirma la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, quien en su libro El peligro de la historia única dice: “Las historias importan (…) Pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden restaurarla (…) Cuando rechazamos la historia única, cuando nos damos cuenta de que nunca hay una sola historia sobre ningún lugar, recuperamos una suerte de paraíso.”
Esa reflexión cobra vigencia ahora que el presidente Iván Duque confirmó el nombramiento del historiador Darío Acevedo Carmona como director del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), no obstante que su candidatura fue cuestionada porque él niega que en este país, que completa ya casi nueve millones de víctimas, haya existido un conflicto armado, y porque entra a dirigir una institución que tiene por ley la tarea de recopilar las historias de las víctimas y las atrocidades cometidas, justamente, durante ese conflicto.
La reacción por su nombramiento ha sido tal que incluso Leyner Preciado, vocero de las víctimas de la masacre de Bojayá, por la cual más de 70 civiles refugiados en una iglesia murieron a causa de un cilindro-bomba lanzado por las Farc, anunció que su colectivo de víctimas y varios más retirarán el material aportado al CNMH, porque consideran que “un funcionario que desconoce el conflicto armado no puede hacer memoria en Colombia”.
Sin embargo, a pesar de que lo deseable era que Duque hubiera sido consecuente con su promesa inicial de buscar la unión del país y, siguiendo esa línea, hubiera nombrado en la dirección del CNMH a un historiador más imparcial (a un Jorge Orlando Melo, o a un Álvaro Tirado Mejía, por ejemplo), una vez designado Acevedo es preferible buscar lo positivo, como hizo el presidente de la Comisión de la Verdad, padre Francisco de Roux, quien invitó al nuevo director del CNMH a generar “una colaboración fructífera” entre las dos entidades, con miras a “construir el futuro que anhelamos todos los colombianos”.
Imitando al padre, luego de examinar la hoja de vida de Acevedo —su pasado en la izquierda, primero como militante de una facción del Epl y luego en el movimiento Firmes; su tránsito hacia el uribismo; sus actuaciones académicas; sus polémicos trinos, y sus declaraciones—, encuentro algo que me genera optimismo: me refiero a esa declaración suya en la que afirma: “La memoria mal recolectada, mal trabajada, puede llevar a nuevos odios, a nuevas violencias, a venganzas (…) Aquí hay que hacer pedagogía (…) en el sentido de que todos los que de alguna manera han sido protagonistas de los acontecimientos entiendan que la verdad no es única, que el relato no es único, que no debe haber verdades oficiales y que si se va a estigmatizar a un sector de la población (…), a su vez esos que estigmatizan podrán ser estigmatizados”.
Y ese, precisamente, es el planteamiento de Chimamanda: “Comienza la historia con las flechas de los nativos americanos y no con la llegada de los británicos y obtendrás un relato completamente distinto”, dice ella.
De manera que, si es consecuente, Acevedo Carmona puede, como director del CNMH, hacer que se plasmen las diferentes verdades de todas las víctimas de nuestra tragedia y, así, a base de sumar verdades disímiles, recuperar una suerte de paraíso, como dice la nigeriana, y tejer nuestra verdad: la de que aquí, al final, por acción o por omisión, todos hemos sido responsables. Y todos hemos sufrido…
www.patricialarasalive.com, @patricialarasa
“El pasado lo escriben quienes ganan las guerras”, afirma la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, quien en su libro El peligro de la historia única dice: “Las historias importan (…) Pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden restaurarla (…) Cuando rechazamos la historia única, cuando nos damos cuenta de que nunca hay una sola historia sobre ningún lugar, recuperamos una suerte de paraíso.”
Esa reflexión cobra vigencia ahora que el presidente Iván Duque confirmó el nombramiento del historiador Darío Acevedo Carmona como director del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), no obstante que su candidatura fue cuestionada porque él niega que en este país, que completa ya casi nueve millones de víctimas, haya existido un conflicto armado, y porque entra a dirigir una institución que tiene por ley la tarea de recopilar las historias de las víctimas y las atrocidades cometidas, justamente, durante ese conflicto.
La reacción por su nombramiento ha sido tal que incluso Leyner Preciado, vocero de las víctimas de la masacre de Bojayá, por la cual más de 70 civiles refugiados en una iglesia murieron a causa de un cilindro-bomba lanzado por las Farc, anunció que su colectivo de víctimas y varios más retirarán el material aportado al CNMH, porque consideran que “un funcionario que desconoce el conflicto armado no puede hacer memoria en Colombia”.
Sin embargo, a pesar de que lo deseable era que Duque hubiera sido consecuente con su promesa inicial de buscar la unión del país y, siguiendo esa línea, hubiera nombrado en la dirección del CNMH a un historiador más imparcial (a un Jorge Orlando Melo, o a un Álvaro Tirado Mejía, por ejemplo), una vez designado Acevedo es preferible buscar lo positivo, como hizo el presidente de la Comisión de la Verdad, padre Francisco de Roux, quien invitó al nuevo director del CNMH a generar “una colaboración fructífera” entre las dos entidades, con miras a “construir el futuro que anhelamos todos los colombianos”.
Imitando al padre, luego de examinar la hoja de vida de Acevedo —su pasado en la izquierda, primero como militante de una facción del Epl y luego en el movimiento Firmes; su tránsito hacia el uribismo; sus actuaciones académicas; sus polémicos trinos, y sus declaraciones—, encuentro algo que me genera optimismo: me refiero a esa declaración suya en la que afirma: “La memoria mal recolectada, mal trabajada, puede llevar a nuevos odios, a nuevas violencias, a venganzas (…) Aquí hay que hacer pedagogía (…) en el sentido de que todos los que de alguna manera han sido protagonistas de los acontecimientos entiendan que la verdad no es única, que el relato no es único, que no debe haber verdades oficiales y que si se va a estigmatizar a un sector de la población (…), a su vez esos que estigmatizan podrán ser estigmatizados”.
Y ese, precisamente, es el planteamiento de Chimamanda: “Comienza la historia con las flechas de los nativos americanos y no con la llegada de los británicos y obtendrás un relato completamente distinto”, dice ella.
De manera que, si es consecuente, Acevedo Carmona puede, como director del CNMH, hacer que se plasmen las diferentes verdades de todas las víctimas de nuestra tragedia y, así, a base de sumar verdades disímiles, recuperar una suerte de paraíso, como dice la nigeriana, y tejer nuestra verdad: la de que aquí, al final, por acción o por omisión, todos hemos sido responsables. Y todos hemos sufrido…
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