Este domingo se celebran elecciones en Venezuela y, en ellas, por primera vez, después de 25 años de gobierno del chavismo-madurismo, la oposición puede ganar. Luego de estar dividida por décadas y de tener liderazgos erráticos y poco inteligentes, por fin la oposición se cohesionó en torno a María Corina Machado quien, a pesar de la inclemente persecución desplegada por Maduro contra ella y sus militantes, hasta el punto de que con cualquier disculpa la inhabilitaron para ser candidata presidencial, logró endosarle su capital político al actual candidato, el diplomático Edmundo González, a quien casi todas las encuestas dan como ganador, con una votación cercana al 60 %.
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Este domingo se celebran elecciones en Venezuela y, en ellas, por primera vez, después de 25 años de gobierno del chavismo-madurismo, la oposición puede ganar. Luego de estar dividida por décadas y de tener liderazgos erráticos y poco inteligentes, por fin la oposición se cohesionó en torno a María Corina Machado quien, a pesar de la inclemente persecución desplegada por Maduro contra ella y sus militantes, hasta el punto de que con cualquier disculpa la inhabilitaron para ser candidata presidencial, logró endosarle su capital político al actual candidato, el diplomático Edmundo González, a quien casi todas las encuestas dan como ganador, con una votación cercana al 60 %.
Sin embargo, la victoria de González y de María Corina no puede darse por segura. El chavismo tiene una maquinaria muy poderosa y hay señales de que Maduro quiere atornillarse en el poder. Una de ellas fue su preocupante afirmación de que un triunfo de la oposición podría derivar en “un baño de sangre” o en “una guerra civil fratricida”, a lo cual el presidente de Brasil, Lula Da Silva, le contestó: “Quien pierde las elecciones toma un baño de votos, no de sangre (…) Maduro tiene que aprender: cuando ganas, te quedas. Cuando pierdes, te vas”.
Así las cosas, en este momento hay cuatro escenarios posibles:
1. Que Maduro gane a base de intimidar a los opositores, estimular la abstención y desplegar su clientelismo y que, ante la ausencia de evidencias de fraude, la comunidad internacional tenga que reconocer su elección. Ese escenario es improbable, pero no imposible. En ese caso, Maduro trataría de normalizar las relaciones con Estados Unidos y buscar la suspensión de las sanciones económicas.
2. Que Maduro decida robarse las elecciones, no obstante una diferencia inocultable de votos en favor de González. En ese caso, sobrevendría una reacción muy airada de la oposición y de la comunidad internacional, y el manejo de la situación se le volvería cada vez más difícil.
3. Que el Consejo Nacional Electoral no anuncie resultados en la noche del 28 de julio y en la mañana del 29, que diga que tiene que contar los votos uno a uno porque no hay un claro ganador y reine la confusión. En ese caso, es la mayor o menor presión internacional que se dé la que puede inclinar la balanza hacia que finalmente asuma la presidencia González o que Maduro siga en el poder.
4. Y, finalmente, que Maduro acepte la derrota dados los costos políticos y económicos que tendría que soportar si se robara las elecciones. En ese caso, tendrían que producirse negociaciones entre la oposición triunfante y el chavismo, pues ese sector seguiría siendo una fuerza muy poderosa, tanto dentro de la Asamblea Nacional como de los poderes judicial y militar. En este escenario se negociaría una especie de inmunidad para Maduro y su gente, quienes podrían ser investigados por la Corte Penal Internacional por posibles crímenes de lesa humanidad. Incluso, la propia María Corina Machado ha declarado que quiere “avanzar en un proceso de negociación con garantías para las partes y que exista justicia en Venezuela”.
Ese sería el mejor escenario para Venezuela, para el continente y, claro, para Colombia, pues podría negociar mucho más fácilmente con el ELN, que ya no tendría la posibilidad de que sus jefes vivieran tranquilos en Venezuela y su comandante, Antonio García, se dedicara a sembrar la violencia en Colombia mientras escribe poemas arrullado por la brisa del trópico venezolano.