Texto entrañable, conmovedor, obra maestra… Grietas de la luz, el poemario que acaba de publicar al poeta y escritor Federico Díaz-Granados, es una colección de 33 poemas escritos para honrar la memoria de sus dos abuelas, Lucy Riascos Vives y Margot Valdeblánquez Moreu, esta última prima hermana de Gabriel García Márquez, a quien él llamaba “la memoria viviente”.
Ambas abuelas, poco a poco, casi durante quince años, se fueron sumergiendo en la niebla del olvido. Esa nebulosa amenazante a la que, en la medida en que van pasando los años, le tememos más y más.
Los poemas, llenos de ternura y de comprensión de la condición humana de esas abuelas inolvidables que murieron de 92 y 95 años respectivamente, hablan por sí solos…
Aquí les dejo algunos fragmentos:
Al principio solo eran olvidos leves
* * *
Aprendo otra vez la vida/ entre desapegos y rostros que huyen
* * *
Abro las puertas equivocadas
y debo disculparme.
Se me ha perdido mi habitación
y enmudezco otra vez en mi dolor,
en mi niebla interior
de donde no saldré esta noche
y nunca más
* * *
No encuentro mi casa dentro de mi propia casa
no reconozco a nadie ni las cosas.
Si no tengo nada en mi mente
y mi corazón no recuerda nada
¿por qué tan nítidas las tristezas?
* * *
No me pidas que recuerde,
ten un poco de paciencia
que esto es un largo adiós,
una vieja despedida.
* * *
Indefensa y confundida camino
dentro de una casa donde todo se mueve
* * *
Dicen que son mis hijos,
pero me da miedo salir con extraños.
* * *
Parece que jugamos a las escondidas
porque nadie me ve
o solo me miran para hacerme las mismas preguntas:
¿Cómo me llamo yo?
¿Te acuerdas de quién soy?
* * *
Se acerca el día del olvido total:
te pido por favor que me lleves
a ver por última vez las estrellas
para recordar que Marte es un planeta rojo
y que la luna tiene una liebre que me gusta descifrar.
(...)
Ese día, por favor, repasemos los poemas de Rubén Darío
y algunos trabalenguas.
Porque temo no regresar.
Se fueron yendo poco a poco los recuerdos
lentamente a lo largo de los días.
* * *
“Se perdió el niñito, se perdió el niñito” (...)
“¡Por favor alguien que me diga dónde está el niñito!”
Tuvimos que decirle que Felipe había muerto hacía mucho tiempo
de cuarenta y tres años
y que sigue siendo el niño
que ahora nos espera con sus chistes y canciones
en un lugar donde nadie nos recuerda.
* * *
Y ahora les dejo, completo, uno de los poemas de este libro que más le gustan al autor:
El día en que la llevaron al asilo
no supo que vería sus cosas por última vez.
Así se puso su abrigo y agarró su cartera
como quien se arregla para ir a una visita.
Fue la última mañana en su habitación
entre las cosas acumuladas por sesenta años.
Cruzó la puerta para no volver jamás.
El asilo era la preparación de la muerte
el último tránsito entre el vacío y la ausencia.
Atrás quedaba el esplendor y el pasado,
tantas historias que ella protagonizó.
Salió para siempre hacia al asilo
y se llevó consigo todos los secretos de la casa y la familia
y se cumplió su profecía de que cuando fuera vieja
la llevarían a un manicomio sin ningún remordimiento.
Salía para siempre hacia el asilo
sin mirar hacia atrás
porque al igual que la mujer de Lot
podría quedar con la imagen detenida de esa fiesta
que ahora era solo destrucción
aún desde sus ojos llenos de sal
o de mar.
Texto entrañable, conmovedor, obra maestra… Grietas de la luz, el poemario que acaba de publicar al poeta y escritor Federico Díaz-Granados, es una colección de 33 poemas escritos para honrar la memoria de sus dos abuelas, Lucy Riascos Vives y Margot Valdeblánquez Moreu, esta última prima hermana de Gabriel García Márquez, a quien él llamaba “la memoria viviente”.
Ambas abuelas, poco a poco, casi durante quince años, se fueron sumergiendo en la niebla del olvido. Esa nebulosa amenazante a la que, en la medida en que van pasando los años, le tememos más y más.
Los poemas, llenos de ternura y de comprensión de la condición humana de esas abuelas inolvidables que murieron de 92 y 95 años respectivamente, hablan por sí solos…
Aquí les dejo algunos fragmentos:
Al principio solo eran olvidos leves
* * *
Aprendo otra vez la vida/ entre desapegos y rostros que huyen
* * *
Abro las puertas equivocadas
y debo disculparme.
Se me ha perdido mi habitación
y enmudezco otra vez en mi dolor,
en mi niebla interior
de donde no saldré esta noche
y nunca más
* * *
No encuentro mi casa dentro de mi propia casa
no reconozco a nadie ni las cosas.
Si no tengo nada en mi mente
y mi corazón no recuerda nada
¿por qué tan nítidas las tristezas?
* * *
No me pidas que recuerde,
ten un poco de paciencia
que esto es un largo adiós,
una vieja despedida.
* * *
Indefensa y confundida camino
dentro de una casa donde todo se mueve
* * *
Dicen que son mis hijos,
pero me da miedo salir con extraños.
* * *
Parece que jugamos a las escondidas
porque nadie me ve
o solo me miran para hacerme las mismas preguntas:
¿Cómo me llamo yo?
¿Te acuerdas de quién soy?
* * *
Se acerca el día del olvido total:
te pido por favor que me lleves
a ver por última vez las estrellas
para recordar que Marte es un planeta rojo
y que la luna tiene una liebre que me gusta descifrar.
(...)
Ese día, por favor, repasemos los poemas de Rubén Darío
y algunos trabalenguas.
Porque temo no regresar.
Se fueron yendo poco a poco los recuerdos
lentamente a lo largo de los días.
* * *
“Se perdió el niñito, se perdió el niñito” (...)
“¡Por favor alguien que me diga dónde está el niñito!”
Tuvimos que decirle que Felipe había muerto hacía mucho tiempo
de cuarenta y tres años
y que sigue siendo el niño
que ahora nos espera con sus chistes y canciones
en un lugar donde nadie nos recuerda.
* * *
Y ahora les dejo, completo, uno de los poemas de este libro que más le gustan al autor:
El día en que la llevaron al asilo
no supo que vería sus cosas por última vez.
Así se puso su abrigo y agarró su cartera
como quien se arregla para ir a una visita.
Fue la última mañana en su habitación
entre las cosas acumuladas por sesenta años.
Cruzó la puerta para no volver jamás.
El asilo era la preparación de la muerte
el último tránsito entre el vacío y la ausencia.
Atrás quedaba el esplendor y el pasado,
tantas historias que ella protagonizó.
Salió para siempre hacia al asilo
y se llevó consigo todos los secretos de la casa y la familia
y se cumplió su profecía de que cuando fuera vieja
la llevarían a un manicomio sin ningún remordimiento.
Salía para siempre hacia el asilo
sin mirar hacia atrás
porque al igual que la mujer de Lot
podría quedar con la imagen detenida de esa fiesta
que ahora era solo destrucción
aún desde sus ojos llenos de sal
o de mar.