Parece que, por fin, va a comenzar a trabajarse en el propósito de disminuir el hambre en Bogotá y, ojalá, en el resto del país: enhorabuena, el alcalde Carlos Fernando Galán lanzó esta semana el proyecto ‘Bogotá sin hambre 2.0′, que emula el exitoso que, en ese campo, desarrolló el exalcalde de izquierda Lucho Garzón, el cual estuvo dirigido por el exministro Eduardo Díaz y al que me referí en una columna de febrero de este año. Lo hice porque estaba alarmada con las cifras que publicó El Tiempo a propósito de que durante 2023 la desnutrición aguda, en menores de cinco años, aumentó 14,29 %, según datos del Instituto Nacional de Salud. Entonces hice una serie de dos columnas titulada ‘Se le están muriendo los niños de hambre, presidente’.
Lo que averigüé entonces fue que, no obstante que el proyecto Hambre Cero de la administración Petro comenzó con todo el entusiasmo y en la Casa de Nariño había un equipo comprometido, dirigido por César Giraldo, quien al poco tiempo se retiró porque le sobrevino una enfermedad grave, hasta el momento no se había hecho nada porque Hambre Cero había quedado acéfala por mucho tiempo, luego había pasado a depender del Ministerio de la Igualdad y ahí había sucumbido entre la burocracia y el papeleo de un ministerio que no acababa de arrancar. Ahora parece que el DPS ha creado unos ‘bonos hambre cero’ pero, al buscar información en medio del cierre de esta columna, sucumbí también entre la burocracia de ese ministerio. Espero que pronto pueda reunirme con Gustavo Bolívar, director del DPS, quien creo que tiene la capacidad para enderezar el rumbo de ese programa fundamental para el país, para la salud de los niños y de los viejos de Colombia y, también, para la del proyecto político de Petro.
Sin embargo, mientras tanto, léanlo bien, la buena noticia es que los alcaldes de derecha y centro, Federico Gutiérrez en Medellín, con su programa ‘Cero Hambre’, y Carlos Fernando Galán con su ‘Bogotá sin hambre 2.0′, se han puesto las pilas y arrancaron a combatir ese horror. Porque lo importante no es ganarse los méritos políticos de la lucha contra el hambre, sino erradicarla.
Por eso no tiene sentido la pelea que se armó entre la administración Galán y el gobierno de Petro porque el alcalde se negó a sumarse al programa del Gobierno llamado ‘Puntos de Abastecimiento Solidario’ (PAS), que son unas estructuras modulares propuestas por Petro para que la gente encuentre alimentos baratos, directamente del campo, y restaurantes con comida caliente gratuita. La idea es buena, pero Galán dice que hay que construir sobre lo construido, y que esas estructuras no pueden ponerse en cualquier lugar que tenga un lote vacío sino en puntos donde, de verdad, haya gente con hambre.
En eso tiene razón el alcalde, pero si se piensa que su meta es invertir 4.6 billones de pesos para que, en 2027, se reduzca “a la mitad el índice de inseguridad alimentaria grave”, es mucho lo que hay por hacer en ese campo. De modo que, lo que tienen qué hacer, tanto el alcalde como el presidente, es dejar de pelear y comenzar a cooperar y trabajar juntos para que el hambre se acabe en Bogotá.
Y para que Colombia salga adelante, presidente. Porque no podrá hacerlo si usted sigue acusando a diestra y siniestra y dividiendo al país. Es que no puede ser que a todo el que esté mamado con su estilito, y diga o grite de viva voz o desde el fondo de su corazón “fuera Petro,” usted lo gradúe de asesino. No, presidente.
Parece que, por fin, va a comenzar a trabajarse en el propósito de disminuir el hambre en Bogotá y, ojalá, en el resto del país: enhorabuena, el alcalde Carlos Fernando Galán lanzó esta semana el proyecto ‘Bogotá sin hambre 2.0′, que emula el exitoso que, en ese campo, desarrolló el exalcalde de izquierda Lucho Garzón, el cual estuvo dirigido por el exministro Eduardo Díaz y al que me referí en una columna de febrero de este año. Lo hice porque estaba alarmada con las cifras que publicó El Tiempo a propósito de que durante 2023 la desnutrición aguda, en menores de cinco años, aumentó 14,29 %, según datos del Instituto Nacional de Salud. Entonces hice una serie de dos columnas titulada ‘Se le están muriendo los niños de hambre, presidente’.
Lo que averigüé entonces fue que, no obstante que el proyecto Hambre Cero de la administración Petro comenzó con todo el entusiasmo y en la Casa de Nariño había un equipo comprometido, dirigido por César Giraldo, quien al poco tiempo se retiró porque le sobrevino una enfermedad grave, hasta el momento no se había hecho nada porque Hambre Cero había quedado acéfala por mucho tiempo, luego había pasado a depender del Ministerio de la Igualdad y ahí había sucumbido entre la burocracia y el papeleo de un ministerio que no acababa de arrancar. Ahora parece que el DPS ha creado unos ‘bonos hambre cero’ pero, al buscar información en medio del cierre de esta columna, sucumbí también entre la burocracia de ese ministerio. Espero que pronto pueda reunirme con Gustavo Bolívar, director del DPS, quien creo que tiene la capacidad para enderezar el rumbo de ese programa fundamental para el país, para la salud de los niños y de los viejos de Colombia y, también, para la del proyecto político de Petro.
Sin embargo, mientras tanto, léanlo bien, la buena noticia es que los alcaldes de derecha y centro, Federico Gutiérrez en Medellín, con su programa ‘Cero Hambre’, y Carlos Fernando Galán con su ‘Bogotá sin hambre 2.0′, se han puesto las pilas y arrancaron a combatir ese horror. Porque lo importante no es ganarse los méritos políticos de la lucha contra el hambre, sino erradicarla.
Por eso no tiene sentido la pelea que se armó entre la administración Galán y el gobierno de Petro porque el alcalde se negó a sumarse al programa del Gobierno llamado ‘Puntos de Abastecimiento Solidario’ (PAS), que son unas estructuras modulares propuestas por Petro para que la gente encuentre alimentos baratos, directamente del campo, y restaurantes con comida caliente gratuita. La idea es buena, pero Galán dice que hay que construir sobre lo construido, y que esas estructuras no pueden ponerse en cualquier lugar que tenga un lote vacío sino en puntos donde, de verdad, haya gente con hambre.
En eso tiene razón el alcalde, pero si se piensa que su meta es invertir 4.6 billones de pesos para que, en 2027, se reduzca “a la mitad el índice de inseguridad alimentaria grave”, es mucho lo que hay por hacer en ese campo. De modo que, lo que tienen qué hacer, tanto el alcalde como el presidente, es dejar de pelear y comenzar a cooperar y trabajar juntos para que el hambre se acabe en Bogotá.
Y para que Colombia salga adelante, presidente. Porque no podrá hacerlo si usted sigue acusando a diestra y siniestra y dividiendo al país. Es que no puede ser que a todo el que esté mamado con su estilito, y diga o grite de viva voz o desde el fondo de su corazón “fuera Petro,” usted lo gradúe de asesino. No, presidente.