EL ESCRITOR LEÓN VALENCIA ESTÁ en peligro… Según cuenta él, un paramilitar dijo que “la situación se va a poner fea porque hay una orden de asesinar a León Valencia y a los de la investigación de la parapolítica”.
La misma información llegó por otras fuentes. A través de un asesor del Gobierno, Valencia se la transmitió al Presidente quien, de inmediato, le ordenó al DAS que le reforzara la protección. Pero la principal solicitud suya a Uribe era que declarara públicamente que si bien no avala las conclusiones del estudio realizado por él y por los demás miembros de la Corporación Arco Iris, considera legítima su labor como investigadores.
León ya había experimentado en 2003 que las amenazas en su contra cesaron cuando el Presidente declaró que su proceso de reinserción había sido ejemplar. Sin embargo, ahora, en lugar de apaciguar con sus palabras a los extremistas, Uribe los alborotó al máximo, pues luego de reforzar la seguridad a Valencia, se despachó en una andanada feroz contra él, contra el senador Gustavo Petro y contra Iván Cepeda, vocero de las víctimas.
Ese prurito de Uribe de poner a sus opositores en la mira de los fanáticos, es muy peligroso en este país tan violento. Pero, en el caso de León, es incomprensible, ya que ambos son amigos desde 1994, cuando Valencia se desmovilizó con la Corriente de Renovación Socialista y el entonces gobernador de Antioquia apoyó el proceso. Luego, en el 98, Valencia viajó a Holanda y Uribe a Oxford. Allá, León le hizo el favor de advertirle que los Mauss, los amigos del Eln, lo iban a demandar. En Europa hablaron varias veces por teléfono y en Londres se encontraron una vez. Después, Uribe lo invitó a colaborar en su campaña. Valencia le respondió que él lo respetaba y lo admiraba, pero que no podía aceptar su oferta porque tenían diferencias en el tema de la paz. A fines de 2005, el Presidente, a través de un intermediario, le ofreció a León el Ministerio de Cultura.
Al parecer, esa amistad se dañó a raíz de que la Corte, al ordenar la captura de parlamentarios, citó como fundamento la investigación de la Corporación Arco Iris sobre parapolítica, la cual concluyó que, entre 1999 y 2003, los paras se expandieron a 223 municipios y que en ellos hubo fenómenos raros como el surgimiento de nuevos partidos y de políticos con votaciones atípicas, por ejemplo Eleonora Pineda, una peluquera que sacó, en 1999, 700 votos para el Concejo de Tierralta y, en 2002, obtuvo 82.000 para la Cámara de Córdoba. León cuenta que, después de que a él lo entrevistó Caracol radio sobre el tema, Uribe lo llamó y le dijo que estaba perjudicando a personas honorables y haciéndole daño al país. La última vez que hablaron fue en diciembre, a raíz de un reportaje que él le hizo al jefe del Eln. Uribe quería enviarle por su conducto un mensaje a Gabino. Entonces aprovechó para hacerle el “reclamo amistoso” de que, en sus columnas, era muy blando con la guerrilla y muy duro con el Gobierno. León le contestó que él se encontraba en el peor de los mundos, pues ambos, Gobierno y Farc, lo consideraban su enemigo.
Ahora que un amigo está en peligro, sí que convendría que el Presidente se “descargara el tigre” y declarara públicamente que, aun cuando discrepa de sus posiciones, León Valencia es un escritor respetable.
¿No sería mejor, Presidente, tener un gesto de nobleza que vivir con el remordimiento de haber podido evitar el asesinato de un amigo?
EL ESCRITOR LEÓN VALENCIA ESTÁ en peligro… Según cuenta él, un paramilitar dijo que “la situación se va a poner fea porque hay una orden de asesinar a León Valencia y a los de la investigación de la parapolítica”.
La misma información llegó por otras fuentes. A través de un asesor del Gobierno, Valencia se la transmitió al Presidente quien, de inmediato, le ordenó al DAS que le reforzara la protección. Pero la principal solicitud suya a Uribe era que declarara públicamente que si bien no avala las conclusiones del estudio realizado por él y por los demás miembros de la Corporación Arco Iris, considera legítima su labor como investigadores.
León ya había experimentado en 2003 que las amenazas en su contra cesaron cuando el Presidente declaró que su proceso de reinserción había sido ejemplar. Sin embargo, ahora, en lugar de apaciguar con sus palabras a los extremistas, Uribe los alborotó al máximo, pues luego de reforzar la seguridad a Valencia, se despachó en una andanada feroz contra él, contra el senador Gustavo Petro y contra Iván Cepeda, vocero de las víctimas.
Ese prurito de Uribe de poner a sus opositores en la mira de los fanáticos, es muy peligroso en este país tan violento. Pero, en el caso de León, es incomprensible, ya que ambos son amigos desde 1994, cuando Valencia se desmovilizó con la Corriente de Renovación Socialista y el entonces gobernador de Antioquia apoyó el proceso. Luego, en el 98, Valencia viajó a Holanda y Uribe a Oxford. Allá, León le hizo el favor de advertirle que los Mauss, los amigos del Eln, lo iban a demandar. En Europa hablaron varias veces por teléfono y en Londres se encontraron una vez. Después, Uribe lo invitó a colaborar en su campaña. Valencia le respondió que él lo respetaba y lo admiraba, pero que no podía aceptar su oferta porque tenían diferencias en el tema de la paz. A fines de 2005, el Presidente, a través de un intermediario, le ofreció a León el Ministerio de Cultura.
Al parecer, esa amistad se dañó a raíz de que la Corte, al ordenar la captura de parlamentarios, citó como fundamento la investigación de la Corporación Arco Iris sobre parapolítica, la cual concluyó que, entre 1999 y 2003, los paras se expandieron a 223 municipios y que en ellos hubo fenómenos raros como el surgimiento de nuevos partidos y de políticos con votaciones atípicas, por ejemplo Eleonora Pineda, una peluquera que sacó, en 1999, 700 votos para el Concejo de Tierralta y, en 2002, obtuvo 82.000 para la Cámara de Córdoba. León cuenta que, después de que a él lo entrevistó Caracol radio sobre el tema, Uribe lo llamó y le dijo que estaba perjudicando a personas honorables y haciéndole daño al país. La última vez que hablaron fue en diciembre, a raíz de un reportaje que él le hizo al jefe del Eln. Uribe quería enviarle por su conducto un mensaje a Gabino. Entonces aprovechó para hacerle el “reclamo amistoso” de que, en sus columnas, era muy blando con la guerrilla y muy duro con el Gobierno. León le contestó que él se encontraba en el peor de los mundos, pues ambos, Gobierno y Farc, lo consideraban su enemigo.
Ahora que un amigo está en peligro, sí que convendría que el Presidente se “descargara el tigre” y declarara públicamente que, aun cuando discrepa de sus posiciones, León Valencia es un escritor respetable.
¿No sería mejor, Presidente, tener un gesto de nobleza que vivir con el remordimiento de haber podido evitar el asesinato de un amigo?