¡Bienvenido, papa Francisco! Gracias por visitar a Colombia, un país católico que lo acoge con ilusión y fe, no obstante que está sumergido aún en un océano de odios del cual, justamente, usted viene a rescatarlo.
Colombia es una nación cuya mayoría no consigue desprenderse de sus prejuicios para ver lo bueno que sucede en su territorio; que parece no ser capaz de darle a la vida el valor que tiene; que no considera un logro que, por ejemplo, ya el Hospital Militar no esté colmado de soldados mutilados por causa de la guerra; que no se da cuenta de que hace tiempo que no vemos esos tristes entierros de militares caídos en combate; que no valora la evidencia de que la violencia ha disminuido vertiginosamente; que ese tema parece no importarle en la medida en que la mayoría ha vivido en las ciudades, lejos de los territorios que han padecido las masacres.
Colombia es una país en el que el odio transmitido por los tuits se riega como pólvora y, en cambio, los mensajes que intentan contrarrestarlo carecen de audiencia. Y ese es, justamente, su gran desafío, papa Francisco: lograr que entendamos su palabra; que la mayoría de este país escuche su verdadero mensaje, y no el que cada cual quiere oír; que su voz llegue sin deformaciones al corazón de sus fieles; que entendamos que usted nos pide que construyamos “un país que sea patria y casa para todos los colombianos”; que no decaigamos “en el esfuerzo por construir la unidad de la nación”; que huyamos “de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses particulares”; que comprendamos que “la inequidad es la raíz de los males sociales”; que “la sociedad no se hace sólo con algunos de pura sangre, sino con todos”; que “todos somos importantes”; que “Colombia necesita la participación de todos para abrirse al futuro de la esperanza”, y que, de una vez por todas, nos demos cuenta de que ha sido “mucho”, como usted nos ha dicho, nuestro “tiempo pasado en el odio y la venganza”.
Su gran desafío, querido papa Francisco, es conseguir el milagro de que acatemos su invitación a que todos demos “el primer paso” para reconciliarnos, para aceptar “vernos y tratarnos como hermanos, nunca como enemigos”, para “crear puentes, para crear fraternidad”, para “salir al encuentro del otro”, para “extender la mano y darnos el signo de paz” que Colombia busca hace tanto tiempo.
¿Qué tal que usted lograra, por ejemplo, que la oposición reconociera que, gracias al Acuerdo de Paz con las Farc, se han ahorrado muchas vidas; que la firma del cese al fuego con el Eln es un paso positivo, y que la posibilidad de que se someta a la justicia el clan del Golfo es una esperanza alentadora en la carrera hacia el fin de la violencia? ¿Y qué tal que usted consiguiera que el jefe del Gobierno le agradeciera al de la oposición el trabajo que él hizo para minar la fuerza de los guerreros y llevarlos a negociar?
¿Y qué tal que usted lograra que los que se oponen tanto a la Justicia Especial para la Paz entiendan que para que sus nietos no vivan en el horror de la guerra, todos, inclusive ellos mismos, tienen que estar dispuestos a que se conozca lo ocurrido, así la verdad los involucre?
¿Qué tal que usted logre el milagro, querido papa, de que la mitad del país no sienta que hace parte del bando de los buenos, en contraposición a la otra mitad que conforma el bando de los malos?
Ojalá Dios lo ilumine para que consiga que los colombianos lo escuchemos, papa Francisco.
www.patricialarasalive.com, @patricialarasa
¡Bienvenido, papa Francisco! Gracias por visitar a Colombia, un país católico que lo acoge con ilusión y fe, no obstante que está sumergido aún en un océano de odios del cual, justamente, usted viene a rescatarlo.
Colombia es una nación cuya mayoría no consigue desprenderse de sus prejuicios para ver lo bueno que sucede en su territorio; que parece no ser capaz de darle a la vida el valor que tiene; que no considera un logro que, por ejemplo, ya el Hospital Militar no esté colmado de soldados mutilados por causa de la guerra; que no se da cuenta de que hace tiempo que no vemos esos tristes entierros de militares caídos en combate; que no valora la evidencia de que la violencia ha disminuido vertiginosamente; que ese tema parece no importarle en la medida en que la mayoría ha vivido en las ciudades, lejos de los territorios que han padecido las masacres.
Colombia es una país en el que el odio transmitido por los tuits se riega como pólvora y, en cambio, los mensajes que intentan contrarrestarlo carecen de audiencia. Y ese es, justamente, su gran desafío, papa Francisco: lograr que entendamos su palabra; que la mayoría de este país escuche su verdadero mensaje, y no el que cada cual quiere oír; que su voz llegue sin deformaciones al corazón de sus fieles; que entendamos que usted nos pide que construyamos “un país que sea patria y casa para todos los colombianos”; que no decaigamos “en el esfuerzo por construir la unidad de la nación”; que huyamos “de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses particulares”; que comprendamos que “la inequidad es la raíz de los males sociales”; que “la sociedad no se hace sólo con algunos de pura sangre, sino con todos”; que “todos somos importantes”; que “Colombia necesita la participación de todos para abrirse al futuro de la esperanza”, y que, de una vez por todas, nos demos cuenta de que ha sido “mucho”, como usted nos ha dicho, nuestro “tiempo pasado en el odio y la venganza”.
Su gran desafío, querido papa Francisco, es conseguir el milagro de que acatemos su invitación a que todos demos “el primer paso” para reconciliarnos, para aceptar “vernos y tratarnos como hermanos, nunca como enemigos”, para “crear puentes, para crear fraternidad”, para “salir al encuentro del otro”, para “extender la mano y darnos el signo de paz” que Colombia busca hace tanto tiempo.
¿Qué tal que usted lograra, por ejemplo, que la oposición reconociera que, gracias al Acuerdo de Paz con las Farc, se han ahorrado muchas vidas; que la firma del cese al fuego con el Eln es un paso positivo, y que la posibilidad de que se someta a la justicia el clan del Golfo es una esperanza alentadora en la carrera hacia el fin de la violencia? ¿Y qué tal que usted consiguiera que el jefe del Gobierno le agradeciera al de la oposición el trabajo que él hizo para minar la fuerza de los guerreros y llevarlos a negociar?
¿Y qué tal que usted lograra que los que se oponen tanto a la Justicia Especial para la Paz entiendan que para que sus nietos no vivan en el horror de la guerra, todos, inclusive ellos mismos, tienen que estar dispuestos a que se conozca lo ocurrido, así la verdad los involucre?
¿Qué tal que usted logre el milagro, querido papa, de que la mitad del país no sienta que hace parte del bando de los buenos, en contraposición a la otra mitad que conforma el bando de los malos?
Ojalá Dios lo ilumine para que consiga que los colombianos lo escuchemos, papa Francisco.
www.patricialarasalive.com, @patricialarasa