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Es difícil que hoy, en las regiones cocaleras, tenga éxito cualquier plan de sustitución de cultivos ilícitos. Un interesante reportaje de la periodista Marisol Gómez publicado esta semana en la Revista Cambio así lo indica. Dice Marisol:
“La experiencia de sustitución voluntaria de cultivos de hoja de coca relativamente más exitosa de Colombia transcurrió hace muchos años en un alejado caserío del Caquetá: Remolino del Caguán. Allá (…) los campesinos erradicaron 3.000 hectáreas de cultivos ilegales que, hasta el día de hoy, según el técnico agropecuario que acompañó ese proceso, Rodrigo Velaidez, “no se han vuelto a sembrar”. Todo ocurrió durante 14 años, entre 1991 y el 2005. (...) Eso fue posible porque se conjugaron tres factores: el consenso de los campesinos; un acompañamiento técnico y financiero permanente que, paradójicamente, no fue del Estado, sino del misionero italiano Jacinto Franzoi; y condiciones de seguridad. Estas se dieron porque la entonces guerrilla de las FARC –que controlaba la zona– respetó la decisión de la comunidad de sustituir las matas de coca. (...) Y es evidente que ninguna de esas condiciones se cumple hoy en el Catatumbo, una región que, además, requiere enormes montos de inversión social”.
Los argumentos que da Marisol al comentar la exitosa experiencia liderada por el sacerdote italiano no pueden ser más claros: es evidente que, para que la sustitución de cultivos funcione, los campesinos tienen que querer y estar seguros de que los grupos armados no los van a atacar por dejar de sembrar coca. Y eso no ocurre ahora. Al contrario. Todo indica que la pelea de los armados es justamente por controlar las zonas sembradas de coca. De modo que, desde ese punto de vista, mientras el Estado no logre derrotar militarmente a esos grupos o negociar con ellos e incorporarlos a la vida civil, la sustitución de cultivos se hace virtualmente imposible.
El otro punto es el de la continuidad de las políticas: en el caso del proyecto del cura Franzoi, el experimento funcionó porque hubo continuidad: era él solo –sin participación del gobierno de turno– el que decidía qué hacer y qué no en su territorio. Pero, cuando es el Estado el que está de por medio, por lo general el nuevo mandatario llega a desbaratar lo hecho por su antecesor.
Así ocurrió con el plan de sustitución de cultivos de Juan Manuel Santos el cual, según le dijo Eduardo Díaz Uribe, director en época de Santos del PNIS, a Marisol, el presidente Iván Duque lo “destruyó. No incorporó una sola familia nueva y sacó a la ONU del programa, que era la encargada de coordinar los proyectos de sustitución, y los entregó a unas uniones temporales de dudosa reputación”.
Y después llegó Petro. Y cuando apenas le quedan 16 meses de gobierno, anuncia que va a emprender un plan de sustitución de cultivos parecido al consignado en el acuerdo de paz firmado entre Santos y las FARC, que él desdeñó al comienzo de su mandato.
Según la directora del Programa de Sustitución, Gloria Miranda, los campesinos que acepten erradicar sus cultivos de coca recibirán 1’280.000 pesos mensuales durante 12 meses, y tendrán acceso a créditos para desarrollar proyectos productivos.
Pero mientras ese plan se pone en marcha, ya estaremos en plena campaña electoral y llegará otro presidente que seguro dejará a un lado el plan de Petro, y se inventará otro.
Y así, como diría Nietzsche, seguiríamos en “el eterno retorno de lo mismo”.
@patricialarasa