Un grupo de 102 artistas -indígenas, negros, blancos, hombres, mujeres, niños-, venidos de la Colombia profunda, emergen de la oscuridad y marchan hacia adelante bajo el árbol de la vida, mientras la voz poderosa de la solista Lucía Pulido canta:
“Qué bonita es nuestra gente,
qué bonita es nuestra tierra…
Sería mucho más bonita
Si esta tierra fuera nuestra”.
Y el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, surge en contraluz de entre la multitud mientras la mezzosoprano canta:
“Que vuelva a brillar la vida
con la luz de la verdad”.
Y los asistentes que colman el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, de pie, aplauden sin parar, y las lágrimas humedecen los rostros porque han pasado 70 minutos en los que, en escenas tan tristes como bellas, ha desfilado la realidad de este país donde “se crían la rabia y las orquídeas por parejo”, como cuenta el poeta Juan Manuel Roca.
La rapsodia Develaciones, un canto a los cuatro vientos es un proyecto de la Comisión de la Verdad en coproducción con el Teatro Mayor y la Paz Querida; dirigido por Iván Benavides, Nube Sandoval y Bernardo Rey; asesorado por Ricardo Silva, Lucía González, Sara Malagón, Ramiro Osorio y Alberto Heredia; financiado por fondos de cooperación internacional y privados; y actuado por grupos artísticos de altísima calidad hallados en los territorios.
Fue un ejercicio de creación iniciado hace un año por los tres directores, quienes, en una inmersión de 20 días en Minca, produjeron el guión, conformado por una secuencia de 15 escenas en las que utilizan una mezcla de expresiones artísticas —teatro, danza, poesía, música, canto, percusión, video y los murales y grafitis de Óscar González— y retratan el conflicto, con sus causas y consecuencias, incluida una escena en la que las madres de Soacha desentierran a sus hijos.
Cada una de las escenas (La huida, El lamento, Éxodo, Rostros, Entre paredes, El banquete, El polvo blanco, Resistencia, Las madres, Secuestro, Infancia y guerra, Cantos del agua y El árbol de la vida) fue dirigida en los territorios y montada por los grupos locales: Fundación Saüyee’pia Wayuu, Guardia Indígena Nacional, Krump Colombia, Sankofa Danza Afro, Semblanzas del Río Guapi, Tambores de Cabildo, Tonada, Colectivo de Madres de Falsos Positivos y Corporación Jóvenes Creadores del Chocó, conformada por muchachos que, en Quibdó, gracias al arte, cada día sobreviven a la muerte en esa ciudad donde a diario asesinan a jóvenes que por descuido u osadía traspasan las fronteras invisibles impuestas por las bandas armadas.
Después, entre el 18 de noviembre y el 3 de diciembre, se reunieron en Bogotá los directores, los 64 artistas provenientes de los territorios y los 38 actores de la capital, y ensamblaron esta obra monumental, digna de presentarse en el Lincoln Center de Nueva York o en la Ópera de París, que el año entrante se proyectará muchas veces en TV y en cine en el país entero, y se presentará en vivo, de nuevo en julio, cuando la Comisión de la Verdad entregue su informe final.
Ojalá, a partir de ese momento, Colombia entera sienta el dolor de todas las víctimas y entienda que si nos decimos la verdad, pasamos la página y miramos adelante, la pesadilla quedará atrás.
Un grupo de 102 artistas -indígenas, negros, blancos, hombres, mujeres, niños-, venidos de la Colombia profunda, emergen de la oscuridad y marchan hacia adelante bajo el árbol de la vida, mientras la voz poderosa de la solista Lucía Pulido canta:
“Qué bonita es nuestra gente,
qué bonita es nuestra tierra…
Sería mucho más bonita
Si esta tierra fuera nuestra”.
Y el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, surge en contraluz de entre la multitud mientras la mezzosoprano canta:
“Que vuelva a brillar la vida
con la luz de la verdad”.
Y los asistentes que colman el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, de pie, aplauden sin parar, y las lágrimas humedecen los rostros porque han pasado 70 minutos en los que, en escenas tan tristes como bellas, ha desfilado la realidad de este país donde “se crían la rabia y las orquídeas por parejo”, como cuenta el poeta Juan Manuel Roca.
La rapsodia Develaciones, un canto a los cuatro vientos es un proyecto de la Comisión de la Verdad en coproducción con el Teatro Mayor y la Paz Querida; dirigido por Iván Benavides, Nube Sandoval y Bernardo Rey; asesorado por Ricardo Silva, Lucía González, Sara Malagón, Ramiro Osorio y Alberto Heredia; financiado por fondos de cooperación internacional y privados; y actuado por grupos artísticos de altísima calidad hallados en los territorios.
Fue un ejercicio de creación iniciado hace un año por los tres directores, quienes, en una inmersión de 20 días en Minca, produjeron el guión, conformado por una secuencia de 15 escenas en las que utilizan una mezcla de expresiones artísticas —teatro, danza, poesía, música, canto, percusión, video y los murales y grafitis de Óscar González— y retratan el conflicto, con sus causas y consecuencias, incluida una escena en la que las madres de Soacha desentierran a sus hijos.
Cada una de las escenas (La huida, El lamento, Éxodo, Rostros, Entre paredes, El banquete, El polvo blanco, Resistencia, Las madres, Secuestro, Infancia y guerra, Cantos del agua y El árbol de la vida) fue dirigida en los territorios y montada por los grupos locales: Fundación Saüyee’pia Wayuu, Guardia Indígena Nacional, Krump Colombia, Sankofa Danza Afro, Semblanzas del Río Guapi, Tambores de Cabildo, Tonada, Colectivo de Madres de Falsos Positivos y Corporación Jóvenes Creadores del Chocó, conformada por muchachos que, en Quibdó, gracias al arte, cada día sobreviven a la muerte en esa ciudad donde a diario asesinan a jóvenes que por descuido u osadía traspasan las fronteras invisibles impuestas por las bandas armadas.
Después, entre el 18 de noviembre y el 3 de diciembre, se reunieron en Bogotá los directores, los 64 artistas provenientes de los territorios y los 38 actores de la capital, y ensamblaron esta obra monumental, digna de presentarse en el Lincoln Center de Nueva York o en la Ópera de París, que el año entrante se proyectará muchas veces en TV y en cine en el país entero, y se presentará en vivo, de nuevo en julio, cuando la Comisión de la Verdad entregue su informe final.
Ojalá, a partir de ese momento, Colombia entera sienta el dolor de todas las víctimas y entienda que si nos decimos la verdad, pasamos la página y miramos adelante, la pesadilla quedará atrás.