Durante la campaña su contendor lo tildó de “sleepy Joe” (el dormido Joe). Se burlaron de su tartamudez. Dijeron que era muy viejo luego de cumplir 78 años. No fue fácil llegar a la Casa Blanca para Joe Biden, un presidente que se posesionó el 20 enero y por sus impactantes acciones comienza a ratificar lo escrito por el poeta griego Arquíloco: “muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una sola y grande”. ¡Biden, como buen erizo, hace política y en grande! No por nada tiene la esfinge de Robert Kennedy en el salón oval, cuya frase, “tenemos que hacerlo mejor”, lo acompaña desde que inició su mandato 56 días atrás.
En la política de los Estados Unidos, desde la presidencia de Franklin Delano Roosvelt (FDR) los primeros 100 días son una especie de rendición de cuentas que, a veces, dibuja el derrotero del resto del mandato. Ese número de días le permitieron a FDR diseñar la salida a una crisis sin parangón, como la actual, que con el tiempo se conocería como el New Deal. FDR era más zorro. Biden, al contrario, está pasó a paso con el firme objetivo de desinflar las hinchadas formas de ejercer el poder de su antecesor, Donald Trump. Allá respetan el “espejo retrovisor” que el ex vicepresidente inició en el interior de su país y en el ámbito internacional.
Desde el primer día, Biden emitió ordenes ejecutivas para revocar las que Trump había firmado de forma acalorada. Por ejemplo, restituyó al Consejo Nacional de Seguridad la comisión de sanidad y bioseguridad que no era tenida en cuenta mientras el anterior presidente posaba de “sabelotodo” en materia científica. Biden no toma una sola decisión contra la pandemia del coronavirus sin la anuencia de ese grupo de expertos. Revocó la decisión de no usar tapabocas ni respetar el distanciamiento social. Pero fue más allá: volvió a la Organización Mundial de la Salud con aportes y respeto a los mandatos de este organismo multilateral perteneciente a la Organización de Naciones Unidas, a la que Trump pretendió desfinanciar. A estas líneas gubernamentales se une el paquete de ayudas a los estadounidenses para solventar de forma ordenada la crisis. Aumentó el salario mínimo para desempleados, contratistas y funcionarios públicos a 15 dólares. Logró la aprobación en el Congreso de apoyo financiero inmediato por más de 1,9 billones de dólares para irrigar la economía desde los hogares golpeados por el COVID-19.
En el orden internacional su mensaje es claro al reformular la olvidada política multilateral que los cuatro años anteriores impuso el saliente inquilino de Casa Blanca. Biden nombró al poderoso exsenador, excandidato presidencial y ex secretario de Estado John Kerry como su enviado especial para el ingreso pleno de Estados Unidos al acuerdo de París sobre Cambio Climático. En otras palabras, uno de los países que más produce CO2, razón fundamental para el calentamiento global, comienza a aceptar y a ser parte de la solución de lo que Bill Gates define en su libro Cómo evitar un desastre climático: los 30 años que nos quedan para sobrevivir como especie.
En la última semana le brindó ampliación de permiso de trabajo a la diáspora venezolana en Estados Unidos, que por el desastroso e ilegitimo régimen de Nicolás Maduro y su banda debieron emigrar. Esta actuación unida a la decisión del presidente Iván Duque de dar estatus temporal por diez años a más de 1,7 millones de ciudadanos que por razones de supervivencia huyeron de Venezuela, no resuelve toda la situación de los migrantes, pero ayuda de forma importante para conocer y ayudar a quienes hace varios años habitan en Colombia y Norteamérica.
En fin, el erizo no se durmió estos 56 días.
Durante la campaña su contendor lo tildó de “sleepy Joe” (el dormido Joe). Se burlaron de su tartamudez. Dijeron que era muy viejo luego de cumplir 78 años. No fue fácil llegar a la Casa Blanca para Joe Biden, un presidente que se posesionó el 20 enero y por sus impactantes acciones comienza a ratificar lo escrito por el poeta griego Arquíloco: “muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una sola y grande”. ¡Biden, como buen erizo, hace política y en grande! No por nada tiene la esfinge de Robert Kennedy en el salón oval, cuya frase, “tenemos que hacerlo mejor”, lo acompaña desde que inició su mandato 56 días atrás.
En la política de los Estados Unidos, desde la presidencia de Franklin Delano Roosvelt (FDR) los primeros 100 días son una especie de rendición de cuentas que, a veces, dibuja el derrotero del resto del mandato. Ese número de días le permitieron a FDR diseñar la salida a una crisis sin parangón, como la actual, que con el tiempo se conocería como el New Deal. FDR era más zorro. Biden, al contrario, está pasó a paso con el firme objetivo de desinflar las hinchadas formas de ejercer el poder de su antecesor, Donald Trump. Allá respetan el “espejo retrovisor” que el ex vicepresidente inició en el interior de su país y en el ámbito internacional.
Desde el primer día, Biden emitió ordenes ejecutivas para revocar las que Trump había firmado de forma acalorada. Por ejemplo, restituyó al Consejo Nacional de Seguridad la comisión de sanidad y bioseguridad que no era tenida en cuenta mientras el anterior presidente posaba de “sabelotodo” en materia científica. Biden no toma una sola decisión contra la pandemia del coronavirus sin la anuencia de ese grupo de expertos. Revocó la decisión de no usar tapabocas ni respetar el distanciamiento social. Pero fue más allá: volvió a la Organización Mundial de la Salud con aportes y respeto a los mandatos de este organismo multilateral perteneciente a la Organización de Naciones Unidas, a la que Trump pretendió desfinanciar. A estas líneas gubernamentales se une el paquete de ayudas a los estadounidenses para solventar de forma ordenada la crisis. Aumentó el salario mínimo para desempleados, contratistas y funcionarios públicos a 15 dólares. Logró la aprobación en el Congreso de apoyo financiero inmediato por más de 1,9 billones de dólares para irrigar la economía desde los hogares golpeados por el COVID-19.
En el orden internacional su mensaje es claro al reformular la olvidada política multilateral que los cuatro años anteriores impuso el saliente inquilino de Casa Blanca. Biden nombró al poderoso exsenador, excandidato presidencial y ex secretario de Estado John Kerry como su enviado especial para el ingreso pleno de Estados Unidos al acuerdo de París sobre Cambio Climático. En otras palabras, uno de los países que más produce CO2, razón fundamental para el calentamiento global, comienza a aceptar y a ser parte de la solución de lo que Bill Gates define en su libro Cómo evitar un desastre climático: los 30 años que nos quedan para sobrevivir como especie.
En la última semana le brindó ampliación de permiso de trabajo a la diáspora venezolana en Estados Unidos, que por el desastroso e ilegitimo régimen de Nicolás Maduro y su banda debieron emigrar. Esta actuación unida a la decisión del presidente Iván Duque de dar estatus temporal por diez años a más de 1,7 millones de ciudadanos que por razones de supervivencia huyeron de Venezuela, no resuelve toda la situación de los migrantes, pero ayuda de forma importante para conocer y ayudar a quienes hace varios años habitan en Colombia y Norteamérica.
En fin, el erizo no se durmió estos 56 días.