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La minga tiene como lema “Caminar la Palabra”. Es la forma simple de entender que las acciones de los pueblos congregados en ella tienen como objetivo principal alcanzar acuerdos por medio del diálogo. Desde 1991 la nueva Constitución Política de Colombia, expedida y aprobada por el último real consenso nacional producto de la Asamblea Nacional Constituyente, quedó consagrado el derecho de los pueblos indígenas.
Las reclamaciones van desde la reivindicación de derechos ancestrales, acceso a la tierra, protección de líderes, trabajo, salud y un sinnúmero de peticiones, año a año y minga a minga incrementan en un Estado que por estar mirando el conflicto interno de más de sesenta años, dejó de lado los problemas reales en materia social y política de las comunidades minoritarias.
Dicho esto, nadie entiende cómo una protesta legítima termina en una especie de reality con diferentes episodios. El primero: los organizadores de la minga, para quienes este tipo de actividades se hacen para que la “palabra camine y así se pueda romper el miedo, el terror, el silencio y la desesperanza”, no han respetado ninguna de esas cuatro sanas palabras. Miedo provoca cada imagen producida en la carretera Panamericana. Terror, la forma como maltratan a los enviados del Gobierno Nacional y la infiltración de las disidencias de la Farc, los atentados y hasta un policía muerto. Silencio es una especie de conclusión de la opinión publica colombiana al ver una acción que a primera vista raya con lo electoral y menos con los verdaderos objetivos de la minga. Y desesperanza la forma irrespetuosa como tratan a los miembros de la fuerza pública nacional. A veces parecería que el famoso “bastón de mando”, escolta de la minga, fuera más una lanza amenazante y no un símbolo de autoridad.
El segundo episodio de este reality es el oportunismo político. La llegada del hoy senador Gustavo Petro de “gira política” entre la mingada, no les ayuda a ellos y menos a él. ¿No entenderá el excandidato que la forma de conseguir votos en la era moderna no es “embarrando unos Ferragamo”, sino presentado propuestas viables para solucionar las diferencias? Para eso mejor hubiera participado de la “minga congresional” apostada en las puertas del Palacio de Nariño a la espera de un “baratico en la pelea”, para mojar cámara en el reality de moda. A éstos ni los zapatos se les ensuciaron.
Un tercer capítulo lo evidencian las más de 20 acciones del Gobierno para resolver el conflicto en el suroccidente del país (sin mayores resultados). Entonces, ¿es ineficiente la estrategia o es inapropiado el equipo de trabajo en la zona?
Es necesario evaluar con precisión qué está pasando con el tablero de “alertas tempranas” de Palacio. El paro de los indígenas en esta región está en el inventario de la protesta en nuestro país. El presidente Duque es un mandatario honesto, juicioso y lleno de buenas intenciones, pero por momentos adolece de cercanos que le enseñen que gobernar a los colombianos requiere de más “maña que fuerza”. Ojalá esta experiencia los obligue a implementar una especie de “bombero social y político” para anticipar escenarios evitando llegar a estas instancias. La cara de los actuales responsables gubernamentales en este reality habla por sí sola.
Y, por supuesto, en un reality no pueden faltar los actores improvisados. Ya comienzan los “impostores de ocasión” con la propuesta de un concierto con Carlos Vives y Shakira. ¡Hágame el favor! Un reality de verdad. Sin olvidar que los protagonistas de este reality tuvieron gobernador del Cauca indígena en el 2000 con nombre de actor: Floro Tunubalá.