Para fortuna de todos, el concepto de salud mental se amplió a partir de la pandemia. Ahora, dentro de los trastornos mentales se cuentan afectaciones que nunca antes fueron consideradas tales por la gente del común, como la ansiedad y el agobio cotidiano que, cuando no se enfrentan, pueden ir acrecentándose hasta convertirse en depresión, e incluso, en intentos de suicidio.
Sobre el tema podrían escribirse cientos de páginas y, de hecho, hay ya estudios minuciosos, acompañados con estadísticas. Pero hoy solo me referiré a dos factores de agobio que en Colombia están causando estragos en la salud mental. Uno tiene que ver con el que sufren las mujeres, para quienes, según todos los estudios, el contexto es mucho más duro y agresivo a la hora de lidiar con la carga cotidiana. Una pequeña muestra sería la encuesta reciente del Observatorio para la Equidad de las Mujeres (OEM), que muestra la situación en Cali. Las más agobiadas son las de los estratos 1 y 2 que tienen tres o más hijos, que muchas veces son cabeza de familia y que sufren de pobreza, o violencia intrafamiliar o dificultades laborales, o todas las anteriores; 32 % de ellas se sienten insatisfechas o muy insatisfechas con sus vidas, mientras que el 22,5 % de las que viven en estratos 2 y 3 declaran lo mismo. Cifras alarmantes. La misma encuesta muestra que solo del 1 de enero al 3 de abril hubo 1.032 denuncias por violencia intrafamiliar en Cali. Y, por supuesto, la mayoría no son puestas por hombres.
Como puede colegirse, en el resto del país la situación no es mejor. Según el estudio Salud Mental en Bogotá, D. C., 2023, publicado por el Distrito, del 10,92 % de la población que ha sido diagnosticada con depresión, la mayoría son mujeres. Que también, según el Consejo Colombiano de Seguridad, duplican a los hombres en intentos de suicidio, aunque ellos son los que más logran consumar el acto. Así podríamos seguir de región en región. Eso sí: según los expertos, ellas son las que más solicitan ayuda y las que están más dispuestas a hablar de sus emociones. Algo difícil para muchos hombres, que consideran que confesar afectaciones de la salud mental afecta su masculinidad al mostrarlos como frágiles.
El otro agobio que está afectando la salud mental es el que produce el tema laboral. Los más afectados son los jóvenes, que no encuentran oportunidades o que trabajan en condiciones miserables. ¿Han visto a los cajeros de los supermercados, muchos de pie todo el día, a la vez registrando los productos y empacando? En 2022 hubo en el país ¡29.410 intentos de suicidio en jóvenes! La explotación laboral también es enorme para la población adulta. Ya hemos leído sobre los niveles de agotamiento de los médicos. Según el Observatorio de Salud Mental de la Universidad Nacional, los médicos rurales trabajan mínimo 66 horas a la semana, y ya supimos que los practicantes a menudo son sometidos a largas jornadas, a estrés, maltrato y acoso. Tampoco ha sido fácil la adaptación a las jornadas virtuales, que implican horarios extendidos y también aislamientos que hacen poco estimulantes las horas de trabajo. Ciudades difíciles, que exigen desplazamientos larguísimos, empeoran la situación. Y todo eso en un país donde hay 2,5 siquiatras por cada cien mil habitantes.
Para fortuna de todos, el concepto de salud mental se amplió a partir de la pandemia. Ahora, dentro de los trastornos mentales se cuentan afectaciones que nunca antes fueron consideradas tales por la gente del común, como la ansiedad y el agobio cotidiano que, cuando no se enfrentan, pueden ir acrecentándose hasta convertirse en depresión, e incluso, en intentos de suicidio.
Sobre el tema podrían escribirse cientos de páginas y, de hecho, hay ya estudios minuciosos, acompañados con estadísticas. Pero hoy solo me referiré a dos factores de agobio que en Colombia están causando estragos en la salud mental. Uno tiene que ver con el que sufren las mujeres, para quienes, según todos los estudios, el contexto es mucho más duro y agresivo a la hora de lidiar con la carga cotidiana. Una pequeña muestra sería la encuesta reciente del Observatorio para la Equidad de las Mujeres (OEM), que muestra la situación en Cali. Las más agobiadas son las de los estratos 1 y 2 que tienen tres o más hijos, que muchas veces son cabeza de familia y que sufren de pobreza, o violencia intrafamiliar o dificultades laborales, o todas las anteriores; 32 % de ellas se sienten insatisfechas o muy insatisfechas con sus vidas, mientras que el 22,5 % de las que viven en estratos 2 y 3 declaran lo mismo. Cifras alarmantes. La misma encuesta muestra que solo del 1 de enero al 3 de abril hubo 1.032 denuncias por violencia intrafamiliar en Cali. Y, por supuesto, la mayoría no son puestas por hombres.
Como puede colegirse, en el resto del país la situación no es mejor. Según el estudio Salud Mental en Bogotá, D. C., 2023, publicado por el Distrito, del 10,92 % de la población que ha sido diagnosticada con depresión, la mayoría son mujeres. Que también, según el Consejo Colombiano de Seguridad, duplican a los hombres en intentos de suicidio, aunque ellos son los que más logran consumar el acto. Así podríamos seguir de región en región. Eso sí: según los expertos, ellas son las que más solicitan ayuda y las que están más dispuestas a hablar de sus emociones. Algo difícil para muchos hombres, que consideran que confesar afectaciones de la salud mental afecta su masculinidad al mostrarlos como frágiles.
El otro agobio que está afectando la salud mental es el que produce el tema laboral. Los más afectados son los jóvenes, que no encuentran oportunidades o que trabajan en condiciones miserables. ¿Han visto a los cajeros de los supermercados, muchos de pie todo el día, a la vez registrando los productos y empacando? En 2022 hubo en el país ¡29.410 intentos de suicidio en jóvenes! La explotación laboral también es enorme para la población adulta. Ya hemos leído sobre los niveles de agotamiento de los médicos. Según el Observatorio de Salud Mental de la Universidad Nacional, los médicos rurales trabajan mínimo 66 horas a la semana, y ya supimos que los practicantes a menudo son sometidos a largas jornadas, a estrés, maltrato y acoso. Tampoco ha sido fácil la adaptación a las jornadas virtuales, que implican horarios extendidos y también aislamientos que hacen poco estimulantes las horas de trabajo. Ciudades difíciles, que exigen desplazamientos larguísimos, empeoran la situación. Y todo eso en un país donde hay 2,5 siquiatras por cada cien mil habitantes.