La guerra entre Israel y Gaza ha resucitado en el mundo el atroz fantasma del antisemitismo. ¿Qué entendemos por este término? La JDA (Declaración de Jerusalén sobre Antisemitismo), firmada por más de 200 académicos, lo definió en 2021 como “la discriminación, los prejuicios, la hostilidad o la violencia contra los judíos por el hecho de ser judíos (o contra las instituciones judías por el hecho de ser judías)”. Es un delito de odio. El que cometen los manifestantes a favor de Palestina cuando gritan hoy, refiriéndose a los judíos que viven en Israel, “que vuelvan a Polonia”. Su alusión es infame, porque el nazismo asesinó al 98 % de la población judía de ese país.
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La guerra entre Israel y Gaza ha resucitado en el mundo el atroz fantasma del antisemitismo. ¿Qué entendemos por este término? La JDA (Declaración de Jerusalén sobre Antisemitismo), firmada por más de 200 académicos, lo definió en 2021 como “la discriminación, los prejuicios, la hostilidad o la violencia contra los judíos por el hecho de ser judíos (o contra las instituciones judías por el hecho de ser judías)”. Es un delito de odio. El que cometen los manifestantes a favor de Palestina cuando gritan hoy, refiriéndose a los judíos que viven en Israel, “que vuelvan a Polonia”. Su alusión es infame, porque el nazismo asesinó al 98 % de la población judía de ese país.
El antisemitismo, que llevó a Hitler a sacrificar a seis millones de judíos, ha existido siempre y sigue existiendo, desgraciadamente. En un análisis de The Conversation leemos que en Londres, sólo durante octubre del 2023, mes en que comenzó la guerra en Gaza, hubo un aumento de 1.353 % en delitos antijudíos en comparación al mismo mes del 2022. Las políticas bélicas arrasadoras del Estado de Israel lo que han hecho, según especialistas, es exacerbar prejuicios y odios preexistentes contra los judíos.
Hay, sin embargo, que aclarar algunos malentendidos. Cuando el ministro de Exteriores israelí, Israel Katz, afirma que Petro es “un antisemita lleno de odio” porque anuncia rompimiento de relaciones con su país, está propiciando la confusión. Condenar la crueldad extrema de Netanyahu por el genocidio contra el pueblo gazatí no equivale a ser antisemita. Una cosa son los judíos, muchos de ellos progresistas, incluidos los que viven en Israel, y otra es el régimen criminal de ultraderecha de Netanyahu. Hay que decir, eso sí, que Petro propicia esas acusaciones al no condenar a Hamás por su infame acto terrorista. Por fortuna el canciller Murillo enmendó esa falta de nuestro presidente camorrero cuando dijo esta semana que las acciones de Hamás “son barbáricas”. Una declaración necesaria, aunque tardía.
Ante la sombra del antisemitismo vale la pena recordar todo lo que la cultura judía le ha otorgado a la humanidad. Kafka, Hannah Arendt, Primo Levy, Simone Weil, Baruch Spinoza, Stefan Zweig , Walter Benjamin… la lista de pensadores y artistas es tan larga, que puede convertirse en mero inventario. Una de las mejores síntesis sobre la aportación judía la hizo en Errata George Steiner, un crítico de una lucidez apabullante: “La de la Biblia hebrea y la ética que de ella brota. El clima de nuestro tiempo (…) surge directamente de Marx, Freud y Einstein, aunque a buen seguro deberíamos incluir también a Darwin (…) La música ha experimentado un renacimiento radical en Arnold Schoenberg; la antropología, con Lévi-Strauss; la filosofía, con Wittgenstein; la teoría económica, con Kenneth Arrow. Es Proust quien nos invita a descender por la escalera de caracol del yo …”. Steiner, como tantos otros, como Jean Améry o Alain Finkielkraut, señala también “… el homicidio, la humillación, la marginación interminable a que han sido sometidos los hombres, las mujeres y los niños judíos casi cada día, casi cada hora, en algún lugar del mundo ‘civilizado’”. Para no caer en el antisemitismo, estamos obligados, pues, a no hablar de “judíos” cuando aludimos a la barbarie del régimen israelí.