La postulación que hizo Gustavo Petro de Daniel Mendoza como embajador en Tailandia, imagino que por ser el autor de Matarife —una serie que denuncia las trapacerías de Álvaro Uribe pero que ha sido cuestionada por su falta de rigor investigativo—, puso en evidencia una serie de rasgos de la personalidad del presidente. Lo primero que mostró el presidente fue ligereza, un defecto que lo ha acompañado desde que empezó su mandato, tanto cuando se pronuncia en X como cuando se exalta en las alocuciones públicas. Dichas ligerezas lo hacen a veces hacer el ridículo, como cuando dio por hecho que la hija de Salvador Allende era la famosa novelista Isabel Allende; o perder credibilidad, como cuando afirmó que “recibimos un país con una realidad presupuestal manejada a las patadas con cerca de cien billones de deudas escondidas”, cifra desmentida de inmediato por un grupo de exministros. Postular a Daniel Mendoza, desconociendo su nula trayectoria diplomática y sin asesorarse sobre otros aspectos de su vida, fue una enorme ligereza.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
La postulación que hizo Gustavo Petro de Daniel Mendoza como embajador en Tailandia, imagino que por ser el autor de Matarife —una serie que denuncia las trapacerías de Álvaro Uribe pero que ha sido cuestionada por su falta de rigor investigativo—, puso en evidencia una serie de rasgos de la personalidad del presidente. Lo primero que mostró el presidente fue ligereza, un defecto que lo ha acompañado desde que empezó su mandato, tanto cuando se pronuncia en X como cuando se exalta en las alocuciones públicas. Dichas ligerezas lo hacen a veces hacer el ridículo, como cuando dio por hecho que la hija de Salvador Allende era la famosa novelista Isabel Allende; o perder credibilidad, como cuando afirmó que “recibimos un país con una realidad presupuestal manejada a las patadas con cerca de cien billones de deudas escondidas”, cifra desmentida de inmediato por un grupo de exministros. Postular a Daniel Mendoza, desconociendo su nula trayectoria diplomática y sin asesorarse sobre otros aspectos de su vida, fue una enorme ligereza.
Una vez estalló la indignación pública por el posible nombramiento del panfletista que aparece semidesnudo en redes en poses seudoeróticas y ha publicado múltiples tuits procaces refiriéndose a niñas —que él dice que pertenecen a una de sus novelas—, el primer mandatario mostró otro de sus rasgos más acusados: el empecinamiento. A través de larguísimas parrafadas en X defendió a ultranza a su postulado con los más descabellados argumentos, y con la desmesura que alguna vez le hizo decir que los que gritan “¡fuera Petro!” son asesinos, y que en RCN hay nazis. Con esa misma tendencia a la hipérbole se atrevió a comparar a Mendoza, sin ningún sentido de las proporciones, con Henri Miller, Nabokov, Sade y Bocaccio, e hizo un alarde de erudición que lo llevó a mezclar, como casi siempre, lo divino con lo humano, cuando ejemplificó su defensa de la libertad artística con “las esculturas indígenas, las tailandesas y las hindúes, y los cuadros de Picasso y el Renacimiento”.
Lo verdaderamente grave, sin embargo, es que Petro no cumple lo que promete y sigue ofendiendo a las mujeres con sus decisiones. En campaña habló de profesionalizar el servicio diplomático en el exterior, pero muy pronto traicionó lo dicho cuando nombró a Moisés Ninco Daza como embajador ante México y a Andrés Hernández como cónsul en ese país, los dos sin ser diplomáticos de carrera y sin experiencia ninguna en esos cargos. Luego creo la Embajada en la FAO para darle contentillo a Benedetti, y por último postuló y defendió a Daniel Mendoza incluso después de que este renunciara. Y tampoco ha sido consecuente con la defensa de las mujeres frente al machismo. Los ejemplos son muchos, incluido el de Mendoza, pero la tapa fue cuando Petro nombró en noviembre pasado como “gestor de paz” a Hernán Giraldo Serna, alias El Patrón, El Taladro o El Señor de la Sierra por su fama de violador de niñas —sus víctimas se calculan en 67 mil— quien, además, fue expulsado de la JEP por seguir cometiendo delitos sexuales desde la cárcel. Hasta su hija Sofía, a pesar de su entendible benevolencia al juzgarlo, coincide en que con esos nombramientos Petro ha defraudado a las mujeres que lo eligieron y a las que tantas luchas han dado desde el feminismo.