“La intimidad develada”


Piedad Bonnett
14 de julio de 2024 - 05:05 a. m.

Nuestra época profesa gran entusiasmo por cualquier clase de escándalo, pero si es sobre enredos sexuales, la curiosidad y el morbo aumentan de manera considerable. La prensa amarillista, las revistas del corazón y hasta medios serios le sacan filo a divorcios, infidelidades y peleas públicas para mantener cautivos a sus lectores u oyentes. Aunque, como dice Beatriz Sarlo en La intimidad pública (2018) –un libro agudísimo que contiene la expresión que hoy me sirve de título–, el escándalo envejece rápido porque siempre hay otro esperando turno.

El escándalo no interesa si sus protagonistas son seres común y corrientes. Debe ser protagonizado por un famoso, aunque ahora pareciera que cualquiera puede tener sus quince minutos de fama… y de escándalo: la peor actriz de una telenovela, un youtuber sin talento, el participante del último reality. El plato fuerte del escándalo, sin embargo, son los políticos, los miembros de la realeza, los artistas más famosos. Y en esos nunca falta. Recordemos, por ejemplo, la infidelidad ya histórica de John Fitzgerald Kennedy y su romance con Marilyn Monroe; el affaire de Bill Clinton y la becaria Mónica Lewinsky; el llamado tampongate de Carlos de Inglaterra y Camila; o el descache de Anthony Weiner, aspirante a alcalde a NY, quien estaba haciendo sexting y por equivocación mandó unas fotos de su miembro a su propia cuenta de twitter. Esto le costó su nominación. Y a Trump, por su affaire con una actriz porno, un juicio público que no parece que fuera a afectarlo, porque en estos casos los poderosos suelen salir indemnes, entre otras cosas, porque aducen que se trata de su vida privada.

Lo que es claro es que en la era de Instagram, Facebook y X, el manejo de la intimidad ha cambiado. Ya la gente no la protege como hace años. “Me exhibo, luego existo” parece ser la consigna, dice Sarlo, quién también habla del microshock como el efecto en serie que se persigue para mantener la sed pública de escándalos. En el mundo de hoy, pues, “la intimidad se exteriorizó y ha caído la diferenciación entre privado y público”. Desde que todo el mundo tiene un celular en la mano, la intimidad de las figuras públicas está siempre a un paso de convertirse en viral, como ahora el video donde se ve al presidente de la mano de una mujer trans por una zona de Panamá, seguido de su equipo de seguridad. No digo “supuestamente” porque La Silla Vacía confirmó que no es un montaje, Petro no negó que fuera él ni la mujer trans tampoco.

Frente a las críticas, el presidente ha invocado, con razón, el derecho a la intimidad. Pero su posterior explicación no pedida, “soy heterosexual”, vino a confundir las cosas. En un estupendo artículo en El Espectador, Sergio Ocampo propone que exponerse a que lo grabaran con una mujer trans, estando, además, en misión oficial, podría interpretarse como una declaración “de apertura, de honestidad y sinceramiento” frente a una sexualidad diversa, pero que no lo es mientras aparezca públicamente como casado con Verónica Alcocer. Infortunadamente sus intentos de aclaración sólo acentuaron las contradicciones y la oscuridad de su personalidad. Pero él, como experto en escándalos, sabe bien que estos son fugaces, y que mañana vendrá otro que nos haga olvidar este.

 

LYEM(22892)16 de julio de 2024 - 08:48 p. m.
“Me exhibo, luego existo”, René Escándalos.
javier(96673)16 de julio de 2024 - 01:50 a. m.
¿Petro, experto en escándalos? No creo que se puedan llamar escándalos a las confrontaciones del Presidente con las élites. Lo escandaloso es asumir la cobardía de callar las tropelías contra los humildes.
jaime(83743)15 de julio de 2024 - 05:12 p. m.
Termina haciendo el artículo lo que critica.
Augusto(05139)15 de julio de 2024 - 02:02 a. m.
últimamente usted se ha pegado unas estrelladas, primero con lo de la UNAL y recibió una peinada de Uprimy y ahora recibe una peinada de sus lectores
Rodrigo(24557)14 de julio de 2024 - 11:12 p. m.
su columna es una descripción de chismes: la presunta dama vestida de azul no ha sido identificada; el presunto protagonista tampoco ha sido identificado y los difusores, son extremistas opositores
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