Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La fundación Manos Visibles, el Fondo de Cultura Económica y la Fundación Sura han unido esfuerzos para crear el Laboratorio de Escritura Letras de Vanguardia. Reproduzco los términos que me interesan de la convocatoria: “El postulante puede ser hijo de padres interraciales pero se debe identificar como afrodescendiente, ser mayor de 18 años, las obras o proyectos deberán ser inéditas en poesía, cuento o novela”. Valeria Brayan, gerente de Cultura de Manos Visibles, explicó a Caracol que “esta propuesta busca ampliar los procesos de equidad en el sector editorial colombiano, escaso de escritores afros”.
No dudo de las buenas intenciones de estas tres respetables instituciones. Tampoco, de la necesidad de “ampliar procesos de equidad”. Sí: que la población negra haya sido siempre marginada y excluida puede explicar que los escritores afrodescendientes sean pocos en Colombia. Algo que también se podría decir de los escritores indígenas o de los que viven en las regiones más apartadas o en condiciones de pobreza extrema. Sin embargo, lo que necesitamos es inclusión y no proyectos donde impere la lógica del gueto. Propiciar talleres de creación sólo de afrodescendientes —o de indígenas, de personas con discapacidad, de mujeres, de población LGBTI, etc.— puede servir para que dentro de ellos se reflexione sobre los temas que les atañen, pero a lo que aspiramos es a una sociedad que los incluya en condiciones de verdadera igualdad. Que no los encierre en una burbuja imaginada por mentes paternalistas, sino que los integre a una realidad que, como toda realidad, sea diversa y compleja. A los chocoanos, como dije hace poco en una charla, les pertenecen tanto los alabaos como Las mil y una noches.
Este fenómeno de la segregación racial, bien intencionada en este caso, puede relacionarse con el problemático concepto de “apropiación cultural”, según el cual, por ejemplo, ni un escritor blanco debería escribir sobre un indígena, porque lo desconoce, ni un poeta colombiano tendría que hacer haikús. Hasta se ha cuestionado que un traductor blanco traduzca a un escritor negro. Así como también sería “irrespetuoso” usar rastas si no se es afrodescendiente, o una mochila si no se es wayuu. Ante tal despropósito, Borges respondería con una frase que cito de memoria: como si los argentinos sólo pudiéramos hablar de pampas y de gauchos y no del universo, que también nos pertenece. Pregunto: ¿cuando Kapuscinski escribe sobre África o E. M. Forster lo hace sobre la India están cometiendo “apropiación cultural”?
La lucha por la inclusión exige acciones de largo, mediano y corto plazo. Hacer más ferias del libro que permitan intercambios y promoción de talentos locales y más concursos nacionales de poesía y narrativa, llevar más talleres a las regiones, actualizar permanentemente las bibliotecas. A corto plazo, creo que a los escritores afros les resultarían mucho más provechosas opciones como becas para ingreso a talleres de escritura de alta calidad en otras ciudades, con todo pago, o becas de creación que les permitan dedicarse a la escritura durante un tiempo importante. Ellos saben, como lectores, que toda escritura es apropiación. Y que escribimos mejor de lo nuestro cuando nos abrimos a conocer lo distinto.