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La desfachatada canción reguetonera +57 ha creado una reacción que me parece muy importante, porque pone sobre la mesa el tema de las letras de un género exitosísimo que a los niños les fascina bailar, sin saber que están asimilando desde pequeñitos mensajes sexistas de una vulgaridad inconcebible. Hablar de vulgaridad es algo de mal recibo en ciertos círculos intelectuales, que lo tildan a uno inmediatamente de elitista, y por eso algunos se callan o matizan la crítica. Por fortuna, esta vez mucha gente se ha unido a la condena, básicamente porque la canción se refiere a una adolescente que se escapa para ir a una fiesta, de la que se dice que es “una mamacita desde los fourteen”. “Y ella perreando esa borrachera/ pasa el chorro boca a boca/ lo enrola y lo prende”. Que no diga Karol G que “se sacó de contexto la letra de una canción con la que se buscaba celebrar la unión entre los artistas y poner a bailar a mi gente”. Unión entre los artistas se ha visto otras veces, pero no para sexualizar a las mujeres, como hace el reguetón, sino para invocar la paz mundial o combatir la hambruna en África. Aquí, no nos digamos mentiras, la palabra clave es dinero, no importa cómo. “Plata mata bonito”, dice la canción.
Es interesante que la cultura popular —sea canción, teatro, cine o literatura— integre la jerga callejera, y el spanglish cuando es un elemento propio del habla, como pasa en las barriadas de Puerto Rico o entre los inmigrantes en NY. Pero en +57 el efecto es otro. Al ser producida en Medellín, ciudad permeada durante años por la cultura traqueta y ahora asolada por extranjeros que vienen a buscar sexo y droga, el indicativo telefónico nos remite a la búsqueda que los extranjeros hacen en Colombia de jóvenes y niñas como “mercancía” sexual; y aquello de que “aquí lo que hay es exotic, pepa, guaro, Hipnotiq (-tic)” refuerza la idea de que la droga se consigue a la vuelta de la esquina, algo que es verdad, pero naturaliza ante los niños y adolescentes el hecho de consumir. Los siete machos que cantan esta canción, con la anuencia de Karol G, conciben así el sexo con las mujeres: “Le tiro la labia pa que se me empelote/ me voy sin casco con ese tote (pu-pu-pum)”. ¿Y qué de sus hermanas, sus primas, sus amigas? Como escribió Yolanda Reyes, la maternidad temprana y la explotación sexual adolescente van de la mano, con todas las consecuencias, entre ellas la deserción estudiantil.
No se trata, sin embargo, de caer en tonterías como quejarse por la mala imagen de Colombia, que ya la tiene, o las de dos senadoras que anuncian un proyecto de ley llamado “letras decentes”. Eso es ingenuo y va contra la libertad de expresión. Creo que es más eficaz la sanción social. Aunque a los autores les importe un bledo. Blessd, que en uno de sus éxitos escribe “pero voy a hacer más dinero que Mayweather con Pacquiao”, reaccionó así a las críticas: “Amor usted estaba esperando un tema diferente, vaya y escúchelo, y si estaba esperando algo pa Colombia y no, vaya y escuche tierra querida, y si de pronto no le gustó el tema lo cambia, que hps tan canzones ome”. Leerlo —y oírlos— me recordó lo que escribió León de Greiff en su poema Villa de la Candelaria sobre la mentalidad mercantilista del paisa: “una total inopia en los cerebros”.