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Dos años de pandemia y, como tras el paso de una guerra, empiezan a aparecer algunos inventarios de lo perdido.
No se sabe aún, por ejemplo, qué ha ocurrido con los niños que quedaron huérfanos porque su madre cabeza de hogar o su padre fallecieron víctimas del virus. Se dice que son decenas de miles. ¿Han contado con familia ampliada que los acogiera? ¿Apareció el ICBF en su apoyo?
¿Qué ha pasado con la salud mental? Niños y jóvenes encerrados durante el confinamiento, la angustia de los padres por el cierre de negocios y el desempleo, las mujeres forzadas a abandonar el trabajo remunerado por el cuidado del hogar sin pago, virtualidad educativa de mentira para millones por ausencia de conectividad y de dispositivos en amplias regiones…
¿Qué ha acontecido con la educación?
En buena hora el Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana ha publicado el informe “¿Qué sucedió con la repitencia escolar al inicio de la pandemia?” (23 de marzo de 2022).
Se ha dicho que las condiciones que generan situaciones de inequidad aumentaron durante la pandemia. Desigualdades socioeconómicas, regionales, entre ciudad y campo, en el acceso a conectividad a internet y en disponibilidad de dispositivos han afectado a los niños de los hogares más vulnerables. El informe de LEE parece corroborarlo, dado el aumento desbordado del número de niños repitentes durante el primer año de pandemia.
La repitencia escolar se disparó. El país venía con una tasa del 2,2 % en el 2019 (sobre un total de 9,2 millones de estudiantes de la educación primaria y secundaria), es decir, equivalente a 203.000 niños y jóvenes repitentes. La tasa se disparó durante el primer año de pandemia a 5,4 %, un salto sin antecedentes, al registrarse 491.772 repitentes (sobre un total de 9,1 millones de estudiantes). “A nivel nacional, antes de la pandemia, cerca de dos de cada 100 estudiantes repetían el año. En 2020, cerca de seis de cada 100 estudiantes repitieron el año” (LEE).
En todos los departamentos y también en Bogotá D. C. la repitencia creció (aunque en la capital se registró la menor tasa, inferior al 4 %). Poniendo la lupa sobre las diferencias regionales, la repitencia escolar fue superior al 10 % en los departamentos de Vichada, Guainía y Amazonas. Departamentos como el Chocó (caracterizado por una de las menores tasas de repitencia en el país, inferior al 2 % en 2019), la vieron multiplicarse en el 2020 (7,8 %).
La curva de la repitencia guarda relación inversa con la de la conectividad a internet y el acceso a dispositivos. Cuatro de los cinco departamentos con mayores tasas de repitencia están entre los cinco departamentos menos conectados a internet (DANE, 2020). Hay situaciones complejas, por supuesto: Chocó, un departamento de bajo acceso a internet, tenía una de las menores tasas de repitencia antes de la pandemia; Antioquia, altamente conectado, registró un promedio superior al nacional en materia de repitencia en el 2020.
¿De qué se está hablando? Ni más ni menos que de la pérdida de tiempo de aprendizaje en niños y jóvenes, que redundará, más adelante, en la reducción de la vida productiva de los adultos del futuro. Mayor inequidad en una sociedad con graves problemas asociados a la calidad de la educación.
Las altas tasas de repitencia, como bien lo dice LEE, se relacionan con el otro espanto: la deserción escolar. ¿Está el sistema educativo enfocado en retener a los repitentes y contribuir a que superen sus rezagos?
Buen trabajo de LEE, que pone sobre la mesa un tema de la mayor importancia para el futuro del país.