“Genios, billonarios, filántropos”: FTX, burbujas y víctimas
Más allá de la estrepitosa caída de FTX, una de las firmas de cambio de criptomonedas más poderosas, están el viejo cuento de las burbujas financieras, las mentiras sobre los activos en los balances y el filantropismo perverso de sus protagonistas. El uso de avanzadas tecnologías (blockchain) que sustenta las operaciones de las monedas digitales comprueban lo que ya se sabe: son herramientas que pueden utilizarse bien… o mal.
Las víctimas del desastre son muchas. Unas de ellas son el locuaz señor Bukele, presidente de El Salvador, que anda callado por estos días, y sus compatriotas. En junio del año pasado, declaró el bitcoin, la moneda digital más famosa, como medio de circulación legal al lado del dolar. No se sabe cuánto, con recursos procedentes de los impuestos de la ciudadanía, ha invertido Bukele en bitcoin. Lo cierto es que su valor se ha desplomado con motivo de la quiebra de FTX, una de las más importantes casas de cambio digitales de criptomonedas con sede oficial en Las Bahamas. Se especula que las pérdidas para El Salvador, modestas en realidad, pueden equivaler al presupuesto anual para la niñez o para el agro.
Decenas de miles de acreedores, anclados en un mundo poco regulado, el de las ceriptomonedas, esperan, paradójicamente, que las autoridades les ayuden a recuperar sus inversiones. Más allá de lo que vendrá en materia de regulación e investigaciones penales, la debacle de FTX resuena por varias razones.
Su creador y CEO, Sam Bankman-Fries, tiene 30 años y reúne características que se le atribuyen a los superhéroes del tipo Hombre Araña o Tony Stark: genios, millonarios y filántropos. Excelente estudiante de matemáticas y graduado en física de MIT, experimentado en “prop-trading”, creó hace exactamente 5 años FTX con su propia criptomoneda, FTT.
El patrimonio neto del emporio de Bankman, en su punto más alto ascendió a la bicoca de US $ 26 mil millones de dólares, equivalente a unas seis veces el recuado esperado de la reforma tributaria recién aprobada en el Congreso de Colombia. Hace un mes, el patrimonio de Bankman superaba los US $ 11 mil millones y, ahora, con el desplome, está por debajo de los mil millones.
Llama la atención su inclinación a hacer el bien a la humanidad: la fiel militancia de Bankman en el movimiento de Altruismo Efectivo, de inspiración del filósofo británico MacAskill, que recluta adeptos en universidades de excelencia y uno de cuyos lemas reza: “gane primero y done después”. En la práctica, parece una versión perversa de la fórmula maquiavélica: el fin (ser filántropo) justifica los medios (no importa cómo me vuelvo rico). Bankman se convirtió, después de Soros, en el principal donante de las campañas del Partido Demócrata en los EEUU y de uno que otro republicano.
La genialidad y la filantropía contrastan con las denuncias que se han hecho acerca de las falsificaciones en los balance, activos inflados, basados en la propia cripto moneda de FTX (FTT, de mínimo valor), la compra corriente de bienes suntuarios para el puñado de ejecutivos y la desparicion de centenares de millones de dólares después del 10 de noviembre, de manera misteriosa.
Escándalos como el de Enron no han servido para evitar que se desplume a los inversionistas como el señor Bukele. Y que normas como la Sarbanes – Oxley (conocida como SOX), aprobadas a raíz de la serie de escándalos corporativos de los 90 y comienzos del siglo, cuyo fin es el de hacer seguimiento de cerca a las empresas que cotizan en bolsa, evitar que los precios de las acciones sean manipulados y, así, proteger a los inversionistas, poco tienen que ver con el mundo de las cripto (bitcoin, litecoin, ethereum, ripple, BNB -Binance…).
Genios, billonarios y filántropos que, sin control, seguirán tumbando incautos. La tecnología y las innovaciones serán de gran provecho frente al sistema financiero tradicional cuando el inversionista tenga la garantía del uso probo de sus recursos.
Más allá de la estrepitosa caída de FTX, una de las firmas de cambio de criptomonedas más poderosas, están el viejo cuento de las burbujas financieras, las mentiras sobre los activos en los balances y el filantropismo perverso de sus protagonistas. El uso de avanzadas tecnologías (blockchain) que sustenta las operaciones de las monedas digitales comprueban lo que ya se sabe: son herramientas que pueden utilizarse bien… o mal.
Las víctimas del desastre son muchas. Unas de ellas son el locuaz señor Bukele, presidente de El Salvador, que anda callado por estos días, y sus compatriotas. En junio del año pasado, declaró el bitcoin, la moneda digital más famosa, como medio de circulación legal al lado del dolar. No se sabe cuánto, con recursos procedentes de los impuestos de la ciudadanía, ha invertido Bukele en bitcoin. Lo cierto es que su valor se ha desplomado con motivo de la quiebra de FTX, una de las más importantes casas de cambio digitales de criptomonedas con sede oficial en Las Bahamas. Se especula que las pérdidas para El Salvador, modestas en realidad, pueden equivaler al presupuesto anual para la niñez o para el agro.
Decenas de miles de acreedores, anclados en un mundo poco regulado, el de las ceriptomonedas, esperan, paradójicamente, que las autoridades les ayuden a recuperar sus inversiones. Más allá de lo que vendrá en materia de regulación e investigaciones penales, la debacle de FTX resuena por varias razones.
Su creador y CEO, Sam Bankman-Fries, tiene 30 años y reúne características que se le atribuyen a los superhéroes del tipo Hombre Araña o Tony Stark: genios, millonarios y filántropos. Excelente estudiante de matemáticas y graduado en física de MIT, experimentado en “prop-trading”, creó hace exactamente 5 años FTX con su propia criptomoneda, FTT.
El patrimonio neto del emporio de Bankman, en su punto más alto ascendió a la bicoca de US $ 26 mil millones de dólares, equivalente a unas seis veces el recuado esperado de la reforma tributaria recién aprobada en el Congreso de Colombia. Hace un mes, el patrimonio de Bankman superaba los US $ 11 mil millones y, ahora, con el desplome, está por debajo de los mil millones.
Llama la atención su inclinación a hacer el bien a la humanidad: la fiel militancia de Bankman en el movimiento de Altruismo Efectivo, de inspiración del filósofo británico MacAskill, que recluta adeptos en universidades de excelencia y uno de cuyos lemas reza: “gane primero y done después”. En la práctica, parece una versión perversa de la fórmula maquiavélica: el fin (ser filántropo) justifica los medios (no importa cómo me vuelvo rico). Bankman se convirtió, después de Soros, en el principal donante de las campañas del Partido Demócrata en los EEUU y de uno que otro republicano.
La genialidad y la filantropía contrastan con las denuncias que se han hecho acerca de las falsificaciones en los balance, activos inflados, basados en la propia cripto moneda de FTX (FTT, de mínimo valor), la compra corriente de bienes suntuarios para el puñado de ejecutivos y la desparicion de centenares de millones de dólares después del 10 de noviembre, de manera misteriosa.
Escándalos como el de Enron no han servido para evitar que se desplume a los inversionistas como el señor Bukele. Y que normas como la Sarbanes – Oxley (conocida como SOX), aprobadas a raíz de la serie de escándalos corporativos de los 90 y comienzos del siglo, cuyo fin es el de hacer seguimiento de cerca a las empresas que cotizan en bolsa, evitar que los precios de las acciones sean manipulados y, así, proteger a los inversionistas, poco tienen que ver con el mundo de las cripto (bitcoin, litecoin, ethereum, ripple, BNB -Binance…).
Genios, billonarios y filántropos que, sin control, seguirán tumbando incautos. La tecnología y las innovaciones serán de gran provecho frente al sistema financiero tradicional cuando el inversionista tenga la garantía del uso probo de sus recursos.