Biden: ¿quién ganó y quién perdió?
Rafael Piñeros / Profesor U. Externado de Colombia
El análisis sobre las elecciones lleva a preguntarnos quién ganó y quién perdió, para lo cual es conveniente recordar una frase pronunciada por el presidente electo, Joe Biden, en su discurso de aceptación: “Seré un presidente que no busca dividir sino unir, que no ve estados rojos o azules, sino los Estados Unidos de América”. En otras palabras, extraer esa frase nos servirá para señalar que la política es un matiz de grises entre quienes se sienten ganadores o perdedores.
Comencemos por el hecho político. Aunque los demócratas ganan la presidencia, con una coalición diversa entre blancos, comunidades afros, asiáticos y latinos, no tendrán una fácil conformación del Congreso. En 2018 se hicieron con el control de la Cámara baja, con 235 representantes, hoy disminuirá esa cifra a poco más de 218 plazas necesarias para tener la mayoría. El control del Senado se definirá en segunda vuelta en Georgia en enero, estado que escogerá dos senadores que pueden darles el desempate necesario a los demócratas para que sea la vicepresidenta, Kamala Harris, quien tenga la última decisión en caso de paridad en votación 50-50.
En otras palabras, los republicanos defendieron algunas plazas vulnerables, arrebataron ciertas posiciones y forzaron una conformación del Legislativo más equitativa y paritaria de lo que se esperaban. A pesar de las dificultades del año 2020, el discurso del partido tuvo algún eco en los electores. Además, hay que recordar que la Corte Suprema de Justicia estará por un buen tiempo en manos conservadoras.
En segundo término, ganan la población y el sistema político. A pesar de los retrasos y dudas en ocasiones generadas sobre resultados oficiales, el hecho de que más de 148 millones de habitantes hayan votado es una victoria en un país que tradicionalmente no se acerca a las urnas. El problema, sin duda, está en la posición de quien debía defender el proceso. El presidente tiene la responsabilidad de velar por el buen funcionamiento de las instituciones y su actitud, más que contribuir a desarrollar un proceso rápido y eficiente, sirvió para estimular dudas, críticas y, hasta el momento, el anuncio de acciones legales en aquellos estados en los cuales la votación es estrecha, tales como Arizona, Míchigan, Pensilvania o Wisconsin, se convierte en un duro órdago al proceso mismo y a la victoria del oponente. En otras palabras, se gana en unos frentes y se pierde en otros.
Tercero, hay un reconocimiento casi generalizado en ambos partidos políticos sobre las posturas conciliadoras, la mano tendida al adversario y la capacidad de encontrar consensos por parte de Joe Biden. De hecho, su fórmula vicepresidencial se refirió a Biden como un sanador. Eso tal vez sea lo que requiera ese país en este momento, una retórica diferente a la confrontación, el señalamiento culposo del adversario político y la utilización engañosa de información para obtener ventajas políticas. Eso es importante, el problema será que en ambas orillas extremas del mapa político generará mayor rencor y, dentro de su partido, puede generar incluso la sensación de promesas incumplidas. Es decir, al final de su mandato, Biden puede terminar como uno más de un sistema político que no resuelve los problemas de la población.
Biden, en varios momentos de la campaña, señaló que sería un presidente de transición no solo para su partido sino para la nación.
En su discurso de aceptación, el demócrata se refirió a la necesidad de buscar el alma de la nación. Está por verse hacia dónde dirige la nave el nuevo capitán y en busca de qué elementos perdidos.
U. Externado de Colombia.
El análisis sobre las elecciones lleva a preguntarnos quién ganó y quién perdió, para lo cual es conveniente recordar una frase pronunciada por el presidente electo, Joe Biden, en su discurso de aceptación: “Seré un presidente que no busca dividir sino unir, que no ve estados rojos o azules, sino los Estados Unidos de América”. En otras palabras, extraer esa frase nos servirá para señalar que la política es un matiz de grises entre quienes se sienten ganadores o perdedores.
Comencemos por el hecho político. Aunque los demócratas ganan la presidencia, con una coalición diversa entre blancos, comunidades afros, asiáticos y latinos, no tendrán una fácil conformación del Congreso. En 2018 se hicieron con el control de la Cámara baja, con 235 representantes, hoy disminuirá esa cifra a poco más de 218 plazas necesarias para tener la mayoría. El control del Senado se definirá en segunda vuelta en Georgia en enero, estado que escogerá dos senadores que pueden darles el desempate necesario a los demócratas para que sea la vicepresidenta, Kamala Harris, quien tenga la última decisión en caso de paridad en votación 50-50.
En otras palabras, los republicanos defendieron algunas plazas vulnerables, arrebataron ciertas posiciones y forzaron una conformación del Legislativo más equitativa y paritaria de lo que se esperaban. A pesar de las dificultades del año 2020, el discurso del partido tuvo algún eco en los electores. Además, hay que recordar que la Corte Suprema de Justicia estará por un buen tiempo en manos conservadoras.
En segundo término, ganan la población y el sistema político. A pesar de los retrasos y dudas en ocasiones generadas sobre resultados oficiales, el hecho de que más de 148 millones de habitantes hayan votado es una victoria en un país que tradicionalmente no se acerca a las urnas. El problema, sin duda, está en la posición de quien debía defender el proceso. El presidente tiene la responsabilidad de velar por el buen funcionamiento de las instituciones y su actitud, más que contribuir a desarrollar un proceso rápido y eficiente, sirvió para estimular dudas, críticas y, hasta el momento, el anuncio de acciones legales en aquellos estados en los cuales la votación es estrecha, tales como Arizona, Míchigan, Pensilvania o Wisconsin, se convierte en un duro órdago al proceso mismo y a la victoria del oponente. En otras palabras, se gana en unos frentes y se pierde en otros.
Tercero, hay un reconocimiento casi generalizado en ambos partidos políticos sobre las posturas conciliadoras, la mano tendida al adversario y la capacidad de encontrar consensos por parte de Joe Biden. De hecho, su fórmula vicepresidencial se refirió a Biden como un sanador. Eso tal vez sea lo que requiera ese país en este momento, una retórica diferente a la confrontación, el señalamiento culposo del adversario político y la utilización engañosa de información para obtener ventajas políticas. Eso es importante, el problema será que en ambas orillas extremas del mapa político generará mayor rencor y, dentro de su partido, puede generar incluso la sensación de promesas incumplidas. Es decir, al final de su mandato, Biden puede terminar como uno más de un sistema político que no resuelve los problemas de la población.
Biden, en varios momentos de la campaña, señaló que sería un presidente de transición no solo para su partido sino para la nación.
En su discurso de aceptación, el demócrata se refirió a la necesidad de buscar el alma de la nación. Está por verse hacia dónde dirige la nave el nuevo capitán y en busca de qué elementos perdidos.
U. Externado de Colombia.