El historiador César Augusto Ayala, con el auspicio de la Universidad del Rosario, es el autor del libro Anocheció de golpe: Colombia entre la fiesta política y la ilusión, 1953 – 1954, en el que se abordan los antecedentes del golpe de Estado que sacó al dictador Laureano Gómez del poder la noche del sábado 13 de junio de 1953, y los detalles de lo que fue el primer año del régimen del general Gustavo Rojas Pinilla, a quien el país recibió con alborozo pero pronto se transformó en tirano similar al derrocado.
No es el primer texto sobre este suceso, pero sí el único que lo hizo de manera prolija, porque, sin apasionamientos partidistas y con rigor científico, describe lo que fueron las dictaduras conservadoras de Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, que incendiaron a Colombia hasta que, como se sabe, en un mismo día hubo tres presidentes: Roberto Urdaneta, el Sordo; Laureano, el Monstruo; y el teniente general Gustavo Rojas Pinilla, Gurropín.
Este monumental trabajo proporciona al lector elementos para convencerse de por qué no es exagerado calificar los gobiernos de Ospina y Gómez como dictaduras, y aun el corto lapso en el que Urdaneta reemplazó a Laureano por motivo de enfermedad. La historiografía nacional no es rica en la descripción de esos años tempestuosos de persecución al liberalismo y al comunismo, exceptuando el asesinato de Gaitán el 9 de abril de 1948 que cambió para siempre el rumbo. Ospina, Gómez y Urdaneta contaron con suerte, porque el inmoral pacto de silencio del Frente Nacional echó tierra a los oprobios de esos gobiernos perseguidores, sangrientos y corruptos. Sin el Frente Nacional, muy seguramente ese trío perverso, sus esbirros y colaboradores, habrían sido juzgados y condenados.
Ayala no se quedó en los años de terrorismo de Estado del 46 al 53, pues avanzó en documentar el voluminoso hallazgo de lo que fue ese año crucial que se inició el 13 de junio de 1953 -luna de miel de Rojas Pinilla-, al que asistieron engañados muchos ingenuos que creyeron que el General era el salvador y el segundo libertador de esta patria adolorida y en llamas. Fue tal la lambonería que hasta intentaron cambiar el mal agüero del número 13 para convertirlo en amuleto de la buena suerte.
A Rojas Pinilla sí le han llovido muchas publicaciones de lo que fue su mandato, pero hasta ahora nadie había investigado todo lo que se vivió en ese primer año de los cuatro en los que condujo todo de las manos de sus copartidarios conservadores.
El libro recoge episodios grotescos, como el que revelara Doña Bertha, la cónyuge de Ospina Pérez, quien contó que Laureano en varias declaraciones del 9 de abril “pidió que se le entregara el poder al general Marshall”, que estaba en Bogotá en la IX Conferencia Panamericana. Como mínimo, traición a la patria.
Ayala desmenuza los detalles de la temida Dirección de Información y Propaganda (DIPE) dirigida por Jorge Luis Arango, facho y perseguidor conocido en su época como el Goebbels colombiano, gestor de la propaganda oficial a la que debían someterse todos, so pena de ser expulsados de sus cargos o censurados como periodistas. Fue esa la oficina siniestra que montó la celebración pomposa de los primeros seis meses y el primer año del gobierno Rojas, con las que aplastó y silenció a todos. No se quedó archivo al que no accediera Ayala, rastreó miles de cartas recibidas en la casa presidencial vanagloriando al supuesto redentor que resultó tan malvado como Ospina Pérez y Laureano.
El libro describe también lo que fue el intento oficial por glorificar a Rojas Pinilla imponiendo “la retratística del poder” y alentando a que colombianos henchidos de emoción escribieran poemas y acrósticos ridículos. De ese recorrido laudatorio quedaron manchados varios como Carlos Villar Borda, biógrafo de Rojas y lacayo resentido, Felipe Lleras Camargo y otros especímenes, quienes pusieron su pluma al servicio de la dictadura, incluida la Iglesia Católica comandada por el futuro cardenal Aníbal Muñoz Duque, godazo de mala condición y cómplice del pavoroso binomio pueblo y Fuerzas Armadas.
Quienes olvidaron esos horripilantes años y quienes no están enterados deberían leer el libro de Ayala, un texto que estaba haciendo falta.
Adenda. Tiene razón Sergio Fajardo en su diagnóstico sobre el intolerante y alterado nuevo ministro de educación, Daniel Rojas. Le va a salir caro a Petro designar un ministro que en vez de defender al presidente hay que salir a defenderlo.