Las deliberaciones de los precandidatos presidenciales son como repetir una película mala o resignarse a perder el tiempo. Aunque ya son varios los debates, en ninguno ha quedado claro qué es lo que proponen ni quién ha sido el ganador o el menos desagradable. Están desgastados los aspirantes, además porque los medios solo están interesados en resaltar o convertir en noticia lo atractivo o escandaloso e inclusive hasta lo ridículo. Las gentes están más pendientes de quién cae con una imprudencia, en vez de digerir las propuestas, sopesarlas, ponderarlas o desecharlas.
El ejemplo de Íngrid es contundente. A la señora se le ocurrió la tontería de estigmatizar a las mujeres que en estratos bajos ella cree que buscan ser violadas y, con razón, le cayó el mundo encima. Nada más odioso y elitista. Como era obvio no valieron sus tardías excusas porque lo que se recuerda es todo aquello que no convence o que causa daño. Betancourt será recordada por las frases desafortunadas que sigue pronunciando en esta contienda.
Todo eso es fruto del pesimismo de los colombianos, porque lo cierto es que no hay un solo precandidato que haya despertado fervor ni aplausos prolongados. Todos están a la expectativa de lo que traigan las elecciones del 13 de marzo y luego las de la primera vuelta, porque los sufragantes tienen más claridad de por quién no votar que por quién hacerlo.
La campaña presidencial es aburrida. Eso explica que el cantinflesco exalcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, se atreviera a dar un paso trascendental al anunciar como fórmula vicepresidencial a la tediosa Paola Ochoa, quien no aguantó tres días con esa responsabilidad. Si es difícil establecer por qué fue escogida, todavía más averiguar qué llevó a la encopetada y soberbia periodista a aceptar, cuando a ella no se le veía militando cómodamente al lado de este provinciano de bruscos modales y lengua envenenada.
A pesar de que la señora Ochoa hubiese retirado su nombre es bueno recordar varias de sus perlas, porque eso muestra lo que quiere Rodolfo. En efecto, fue ella quien sostuvo que “dar leche materna por uno o dos años es una cosa de países subdesarrollados” porque la leche en polvo es más beneficiosa para el crecimiento. El año pasado preguntó a Rappi si como usuaria de la plataforma podría escoger entre un domiciliario vacunado y uno que no lo estuviese, diferenciación tan clasista como ella. Lo suyo definitivamente no son las vacunas, porque en una de sus columnas propuso que primero debían vacunarse los jóvenes y no los de la tercera edad, para lo cual dejó en el aire insólitos interrogantes como “¿para qué gastarse las primeras dosis en los más viejos y enfermos?”. Luego, recién muerto Carlos Holmes Trujillo, indagó al subpresidente Duque si no sería mejor llevar a su gabinete ministros más jóvenes para reducir el riesgo del deceso, reflexión que no tuvo en cuenta cuando fue efímera vicepresidenta del candidato anciano. Y a todo eso se suma su propuesta de “bloquear internet para frenar las protestas” para combatir el vandalismo.
Pero si Hernández se equivocó en la persona escogida como su fórmula vicepresidencial, la verdad se extraviaron ambos, no en el momento del anuncio, porque eso le iba saliendo bien y hasta habría podido detener su vertiginosa caída en las encuestas, si no hubiese sido por el retiro de Paola.
Hoy los demás precandidatos deben andar, si no en lo mismo, al menos en algo semejante. Por ejemplo, Petro, sopesando si le ofrece el Ministerio de Hacienda a uno de esos economistas con calzonarias y fumador de tabaco que tranquilice a sus detractores o pensando en una vicepresidenta cuyo nombre ya empezó a moverse en redes; Fico, ofreciendo el Ministerio de Defensa a un chafarote que le asegure el respaldo del uribismo recalcitrante; Alejandro Gaviria, barajando nombres de vicepresidente que lo alejen de su creciente fama de nefelibata; Fajardo, intentando subir a su bus a quien no deje dudas de que sí sabe y le gusta decidir; Íngrid, buscando que la acompañe una cara menos agria que la suya, que alivie su talante déspota y su nepotismo.
Ojalá algo como eso suceda, porque es lo único que salva del marasmo una campaña donde nadie despega ni convence.
Adenda. Increíble que el Consejo Nacional Electoral le haya montado una investigación a la valerosa representante Katherine Miranda por sus vallas alusivas a la exministra Abudinen. Están tejiendo un prevaricato para censurarla.
Las deliberaciones de los precandidatos presidenciales son como repetir una película mala o resignarse a perder el tiempo. Aunque ya son varios los debates, en ninguno ha quedado claro qué es lo que proponen ni quién ha sido el ganador o el menos desagradable. Están desgastados los aspirantes, además porque los medios solo están interesados en resaltar o convertir en noticia lo atractivo o escandaloso e inclusive hasta lo ridículo. Las gentes están más pendientes de quién cae con una imprudencia, en vez de digerir las propuestas, sopesarlas, ponderarlas o desecharlas.
El ejemplo de Íngrid es contundente. A la señora se le ocurrió la tontería de estigmatizar a las mujeres que en estratos bajos ella cree que buscan ser violadas y, con razón, le cayó el mundo encima. Nada más odioso y elitista. Como era obvio no valieron sus tardías excusas porque lo que se recuerda es todo aquello que no convence o que causa daño. Betancourt será recordada por las frases desafortunadas que sigue pronunciando en esta contienda.
Todo eso es fruto del pesimismo de los colombianos, porque lo cierto es que no hay un solo precandidato que haya despertado fervor ni aplausos prolongados. Todos están a la expectativa de lo que traigan las elecciones del 13 de marzo y luego las de la primera vuelta, porque los sufragantes tienen más claridad de por quién no votar que por quién hacerlo.
La campaña presidencial es aburrida. Eso explica que el cantinflesco exalcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, se atreviera a dar un paso trascendental al anunciar como fórmula vicepresidencial a la tediosa Paola Ochoa, quien no aguantó tres días con esa responsabilidad. Si es difícil establecer por qué fue escogida, todavía más averiguar qué llevó a la encopetada y soberbia periodista a aceptar, cuando a ella no se le veía militando cómodamente al lado de este provinciano de bruscos modales y lengua envenenada.
A pesar de que la señora Ochoa hubiese retirado su nombre es bueno recordar varias de sus perlas, porque eso muestra lo que quiere Rodolfo. En efecto, fue ella quien sostuvo que “dar leche materna por uno o dos años es una cosa de países subdesarrollados” porque la leche en polvo es más beneficiosa para el crecimiento. El año pasado preguntó a Rappi si como usuaria de la plataforma podría escoger entre un domiciliario vacunado y uno que no lo estuviese, diferenciación tan clasista como ella. Lo suyo definitivamente no son las vacunas, porque en una de sus columnas propuso que primero debían vacunarse los jóvenes y no los de la tercera edad, para lo cual dejó en el aire insólitos interrogantes como “¿para qué gastarse las primeras dosis en los más viejos y enfermos?”. Luego, recién muerto Carlos Holmes Trujillo, indagó al subpresidente Duque si no sería mejor llevar a su gabinete ministros más jóvenes para reducir el riesgo del deceso, reflexión que no tuvo en cuenta cuando fue efímera vicepresidenta del candidato anciano. Y a todo eso se suma su propuesta de “bloquear internet para frenar las protestas” para combatir el vandalismo.
Pero si Hernández se equivocó en la persona escogida como su fórmula vicepresidencial, la verdad se extraviaron ambos, no en el momento del anuncio, porque eso le iba saliendo bien y hasta habría podido detener su vertiginosa caída en las encuestas, si no hubiese sido por el retiro de Paola.
Hoy los demás precandidatos deben andar, si no en lo mismo, al menos en algo semejante. Por ejemplo, Petro, sopesando si le ofrece el Ministerio de Hacienda a uno de esos economistas con calzonarias y fumador de tabaco que tranquilice a sus detractores o pensando en una vicepresidenta cuyo nombre ya empezó a moverse en redes; Fico, ofreciendo el Ministerio de Defensa a un chafarote que le asegure el respaldo del uribismo recalcitrante; Alejandro Gaviria, barajando nombres de vicepresidente que lo alejen de su creciente fama de nefelibata; Fajardo, intentando subir a su bus a quien no deje dudas de que sí sabe y le gusta decidir; Íngrid, buscando que la acompañe una cara menos agria que la suya, que alivie su talante déspota y su nepotismo.
Ojalá algo como eso suceda, porque es lo único que salva del marasmo una campaña donde nadie despega ni convence.
Adenda. Increíble que el Consejo Nacional Electoral le haya montado una investigación a la valerosa representante Katherine Miranda por sus vallas alusivas a la exministra Abudinen. Están tejiendo un prevaricato para censurarla.