Me he abstenido de opinar sobre los hechos que según la Corte Suprema de Justicia ameritan investigar por soborno y fraude procesal a los Álvaros —Uribe y Prada— porque tengo responsabilidades como abogado suplente de Iván Cepeda en esos trámites. Jamás quebrantaré la regla de no opinar como columnista sobre los sucesos judiciales en los que intervengo como litigante; empero, como al lado de esos hechos hay otros que escapan a la órbita de los expedientes, ninguna limitante tengo para pronunciarme.
En primer término, la tragicomedia que armaron Uribe y el Centro Democrático (CD) sobre su renuncia al Senado, que manejaron como si se tratara de ordeñar vacas en El Ubérrimo. Uribe anunció su retiro y hasta entregó carta a Ernesto Macías, presidente del Senado, otro de sus áulicos, quien tomó una decisión abusiva e insólita. Aunque la renuncia no estaba condicionada a que se tramitara una vez cesara la incapacidad por enfermedad que padece Uribe porque una de sus potrancas se vengó de él, Macías decidió guardar la renuncia hasta cuando cesara ese período de reposo, pero, eso sí, admitió que tanto él como Iván Duque, entre otros alfiles del CD, le habían pedido a su jefe que reconsiderara la dimisión. Como era de esperarse, Uribe “recapacitó” y le ordenó al presidente del Senado retener y no tramitar su renuncia, y éste, olvidando que es cabeza de una de las ramas del poder, obedeció ciegamente a quien no es su superior sino un colega más. Nadie había ultrajado tanto la dignidad del Congreso, salvo cuando esa misma fuerza política que hoy delira por Uribe invitó y aplaudió a Mancuso, sin haber siquiera pasado por la pantomima de Justicia y Paz.
En segundo término, Uribe en sus alborotadas alocuciones sindicó al magistrado Barceló de revelar a dos directores de importantes medios que él sería detenido. Falso. Tengo establecido que uno de esos directores sostuvo conversación telefónica con Barceló sobre otro tema del todo diferente al litigio Uribe-Cepeda, pero con tan mala fortuna que en su oficina se encontraba ocasionalmente un teniente del uribismo, quien de manera irresponsable tergiversó lo que oyó y lo convirtió en infamia traicionando la confianza de su anfitrión. Algo similar ocurrió con el exministro Luis Felipe Henao, quien tuvo que salir a desmentir el bochinche que armó otro uribista, según el cual Barceló lo había llamado a un programa radial para anunciarle pasos de animal grande contra el expresidente. Pero Uribe de nuevo ultrajó a la prensa convocando a sus paisanos periodistas a una pesebrera desde donde imparte órdenes, quienes muy poco pudieron preguntarle o no quisieron.
En tercer término, es inexplicable que Uribe haya hecho eco de un mensaje en Twitter enviado desde uno de los portales donde lo idolatran, en el que se daba cuenta de un soborno de cinco millones de dólares pagado a un magistrado de la Corte, delito del que habrían participado Santos, el vicepresidente, otro exmagistrado e Iván Cepeda. Aunque la historia es un disparate, que la haya difundido desde su poderosa cuenta de Twitter el propio Uribe es un acto doloso e irresponsable. A pesar de la mezquindad Uribe es suertudo, pues el exmagistrado que fue involucrado en este novelón, en vez de censurar la conducta del senador que también lo fustigó, con temor reverencial más parecido a la cobardía exoneró a su calumniador diciendo: “Han engañado al expresidente Uribe Vélez acerca de supuestas reuniones entre el señor Cepeda, el presidente Santos y yo”. ¡Qué tal! Uribe calumnia y no es su culpa, sino de quien lo asaltó en su mala fe y lo puso a recoger públicamente un infundio que, por donde se le mire, es ridículo. Esto es apenas el comienzo, vienen peores y más difíciles sindicaciones.
Y a todas estas, en un par de días se irá el presidente de la paz y llegará el dios de la guerra a ejercer un gobierno del que ya se siente su hostilidad contra quien se atreva a criticarlos o a disentir. Al fin y al cabo ellos, al igual que Pardo Hasche —el preso estrato seis de La Picota—, también creen que Uribe es Dios.
Adenda. Colombia es el único lugar donde Odebrecht ha demandado por $3,8 billones en vez de presentar excusas e indemnizar al país. La culpa es de la multinacional del soborno, pero también de nuestras ineficientes autoridades que hoy se dan golpes de pecho.
Me he abstenido de opinar sobre los hechos que según la Corte Suprema de Justicia ameritan investigar por soborno y fraude procesal a los Álvaros —Uribe y Prada— porque tengo responsabilidades como abogado suplente de Iván Cepeda en esos trámites. Jamás quebrantaré la regla de no opinar como columnista sobre los sucesos judiciales en los que intervengo como litigante; empero, como al lado de esos hechos hay otros que escapan a la órbita de los expedientes, ninguna limitante tengo para pronunciarme.
En primer término, la tragicomedia que armaron Uribe y el Centro Democrático (CD) sobre su renuncia al Senado, que manejaron como si se tratara de ordeñar vacas en El Ubérrimo. Uribe anunció su retiro y hasta entregó carta a Ernesto Macías, presidente del Senado, otro de sus áulicos, quien tomó una decisión abusiva e insólita. Aunque la renuncia no estaba condicionada a que se tramitara una vez cesara la incapacidad por enfermedad que padece Uribe porque una de sus potrancas se vengó de él, Macías decidió guardar la renuncia hasta cuando cesara ese período de reposo, pero, eso sí, admitió que tanto él como Iván Duque, entre otros alfiles del CD, le habían pedido a su jefe que reconsiderara la dimisión. Como era de esperarse, Uribe “recapacitó” y le ordenó al presidente del Senado retener y no tramitar su renuncia, y éste, olvidando que es cabeza de una de las ramas del poder, obedeció ciegamente a quien no es su superior sino un colega más. Nadie había ultrajado tanto la dignidad del Congreso, salvo cuando esa misma fuerza política que hoy delira por Uribe invitó y aplaudió a Mancuso, sin haber siquiera pasado por la pantomima de Justicia y Paz.
En segundo término, Uribe en sus alborotadas alocuciones sindicó al magistrado Barceló de revelar a dos directores de importantes medios que él sería detenido. Falso. Tengo establecido que uno de esos directores sostuvo conversación telefónica con Barceló sobre otro tema del todo diferente al litigio Uribe-Cepeda, pero con tan mala fortuna que en su oficina se encontraba ocasionalmente un teniente del uribismo, quien de manera irresponsable tergiversó lo que oyó y lo convirtió en infamia traicionando la confianza de su anfitrión. Algo similar ocurrió con el exministro Luis Felipe Henao, quien tuvo que salir a desmentir el bochinche que armó otro uribista, según el cual Barceló lo había llamado a un programa radial para anunciarle pasos de animal grande contra el expresidente. Pero Uribe de nuevo ultrajó a la prensa convocando a sus paisanos periodistas a una pesebrera desde donde imparte órdenes, quienes muy poco pudieron preguntarle o no quisieron.
En tercer término, es inexplicable que Uribe haya hecho eco de un mensaje en Twitter enviado desde uno de los portales donde lo idolatran, en el que se daba cuenta de un soborno de cinco millones de dólares pagado a un magistrado de la Corte, delito del que habrían participado Santos, el vicepresidente, otro exmagistrado e Iván Cepeda. Aunque la historia es un disparate, que la haya difundido desde su poderosa cuenta de Twitter el propio Uribe es un acto doloso e irresponsable. A pesar de la mezquindad Uribe es suertudo, pues el exmagistrado que fue involucrado en este novelón, en vez de censurar la conducta del senador que también lo fustigó, con temor reverencial más parecido a la cobardía exoneró a su calumniador diciendo: “Han engañado al expresidente Uribe Vélez acerca de supuestas reuniones entre el señor Cepeda, el presidente Santos y yo”. ¡Qué tal! Uribe calumnia y no es su culpa, sino de quien lo asaltó en su mala fe y lo puso a recoger públicamente un infundio que, por donde se le mire, es ridículo. Esto es apenas el comienzo, vienen peores y más difíciles sindicaciones.
Y a todas estas, en un par de días se irá el presidente de la paz y llegará el dios de la guerra a ejercer un gobierno del que ya se siente su hostilidad contra quien se atreva a criticarlos o a disentir. Al fin y al cabo ellos, al igual que Pardo Hasche —el preso estrato seis de La Picota—, también creen que Uribe es Dios.
Adenda. Colombia es el único lugar donde Odebrecht ha demandado por $3,8 billones en vez de presentar excusas e indemnizar al país. La culpa es de la multinacional del soborno, pero también de nuestras ineficientes autoridades que hoy se dan golpes de pecho.