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En la Casa de Nariño acarician la esperanza de que cambiando unos ministros enderezarán el rumbo de una nación que está a la deriva, porque aquí lo único que está funcionando, además de la incontrolada corrupción, son el dicterio y las agresiones del presidente y su entorno del extinto M-19.
El último frente del gobierno del cambio es injuriar a la prensa que les resulta incómoda. En vez de responder las graves denuncias que diariamente acosan a altos funcionarios y de tomar medidas reparadoras, Petro habla de la prensa “Mossad” -expresión insultante e injusta que tiene que ser del sombrío muñidor Augusto Rodríguez-, lo que es no solo una falta de respeto, sino una amenaza alevosa a la libertad de prensa y de expresión.
¿En qué gobierno estamos, que hasta la primera dama tuvo que formular una denuncia penal porque considera que es víctima de conjuras orquestadas en la propia casa presidencial? Si a Verónica, que se ve de carácter, son capaces de enredarla en un complot para desprestigiarla y difamarla, no es descabellado pensar que para responder a la oposición estén utilizando todas las formas de lucha, incluidas las lícitas.
¿Le habrá informado Verónica a su cónyuge por las que estaba pasando y de sus temores porque desde el epicentro del poder, donde supuestamente debía estar muy segura, pretenden enlodarla? Si lo ignoró y prefirió la Fiscalía, es notorio, entonces, que ese canal filial está roto porque los cónyuges no se hablan, o porque entre ellos se comunican, pero sin confianza. Pero si Verónica hubiese advertido a Petro de sus sospechas y este no hizo nada, es inexplicable e insolidario.
Si en lo doméstico e íntimo ya se produjo tan severa fisura, en el resto del Gobierno las cosas empeoran, porque no hay con quien. Bien idos los que se tengan que ir y pobres los que llegan.
El escándalo en la Ungrd se ha venido ajustando a los tiempos de la justicia, mientras Olmedo López y Sneyder Pinilla siguen libres dando declaraciones como estrellas de rock o del entretenimiento. Parece que va a salir del gabinete uno que otro ministro de los que hacen parte de la matriz de colaboración que ha ofrecido esta pareja criminal de López y Pinilla. Mala solución porque cuando revienten esos nombres probablemente el Gobierno, con su decadente habilidad, dirá que no tolera la corrupción y que por eso ese ministro fue excluido. Lo cierto es que el funesto negociado de la Ungrd cada día crece y toca a muchos poderosos del régimen, entre otros, la nada confiable Comisión de Acusaciones.
Para completar, el delegado de Conversaciones de Paz del Gobierno con el ELN entrega unas declaraciones imprudentes. En efecto, lamentar la baja de un insurgente caído en combate es sorprendente y desestimulante para una fuerza pública que también está enfrentando problemas de credibilidad. Si no es capaz de pedir excusas, mi paisano Otty Patiño debería, por lo menos, aclarar que su declaración fue sacada de contexto, en vez de hacerse el de la vista gorda. El proverbio chino enseña que peor que un error es pretender solucionarlo cometiendo otro error.
Y a propósito de la fuerza pública, son preocupantes las noticias del relevo en los dos años de gobierno de 65 generales, militares y de policía, precisamente cuando la violencia insurgente está alborotada y regada en todo el territorio nacional. Quien afirme que no se resienten las tropas con tanto relevo es porque no conoce el almendrón del oficio militar y de policía, o porque prefiere no entender la compleja situación de inseguridad que nos agobia, en departamentos en los que el Estado está expulsado, como en el Cauca, y en ciudades que, como Bogotá y Cali, son gobernadas por dos yupis faranduleros y consentidos del establecimiento.
Lo anterior es apenas una muestra, pues en la lista están la baja ejecución presupuestal, el ajuste fiscal, el desaceleramiento de la economía, la locura de empecinarse en reivindicar el M-19, las amenazas intermitentes de convocar una Asamblea Nacional Constituyente a sangre y fuego, y muchas otras perlas de la misma estirpe.
Y pensar que todavía restan dos años más de incertidumbre.
Adenda. La propuesta del director de la DNI de crear en las Altas Cortes una comisión judicial de seguimiento de las actividades de inteligencia del Gobierno no pretende convertirlas en garantes sino en partícipes de sus futuros desaciertos. Ojalá no pisen esa cáscara envenenada.