No hay derecho a que asuntos tan graves y trágicos como los probables atentados al presidente Petro y a la Corte Suprema de Justicia, que el país recibió con asombro, se manejen con ligereza e irresponsabilidad.
En efecto, ahora por cuenta de los secretos de Darcy Quinn, en el programa radial de La FM de RCN, conducido por Luis Carlos Vélez, nos vinimos a enterar de que el cuento del atentado a la Corte Suprema fue una encerrona de bandidos extraditados a los Estados Unidos en el que cayeron ingenuamente varios notables, empezando por el locuaz presidente de la Corte, pastranista furibundo, Gerson Chaverra.
La historia es asombrosa y simple: los narcos colombianos extraditados informan o revelan a las autoridades norteamericanas que han tenido conocimiento de atentados, para obtener a cambio beneficios tales como traslados de cárceles o mejoramiento de sus condiciones de reclusión, etc. Obviamente, estos mensajes que reciben los americanos por ley tienen que transmitirlos a los funcionarios colombianos, quienes en vez de obrar con prudencia se entregan a la orgía publicitaria de dar por veraces esas versiones carcelarias y arman escándalos que generan zozobra colectiva.
Bastó que el cuento llegara al presidente de la Corte, Chaverra, para que entonces se diera por cierto que, como en una casa se había encontrado una maqueta del Palacio de Justicia y algo de pólvora, entonces se estaba fraguando otra vez una toma violenta y sangrienta como la de noviembre de 1985. Ese señuelo se agrandó sumándole el asesinato de un expendedor menor de drogas ilícitas ocurrido unos días antes de que se encontrara la supuesta “prueba” del nuevo atentado.
Sobre bases tan frágiles el país entero tembló y el nada discreto doctor Chaverra –quien ha dado muestras de que le gustan demasiado los micrófonos–, propició que se relacionara este confuso episodio con el asalto del M-19 al Palacio de Justicia, para, sobre las cenizas de esa hecatombe y la memoria de quienes fueron sacrificados, reclamar más seguridad de la que ya tienen los magistrados y sus familias.
Apenas unos días después de semejante alboroto, las autoridades han concluido que con los hallazgos revelados no se ha detectado ningún plan terrorista contra el Palacio de Justicia, ni que los magistrados de hoy sean víctimas de ningún ataque.
Desde el 8 de febrero de este año, Chaverra dejó en evidencia su afán de convertirse en destinatario de agresiones inexistentes, como cuando, en el proceso de elección de fiscal, convirtió la protesta ciudadana en una asonada a la Corte porque los dejaron encerrados y sin almuerzo una o dos horas en el Palacio.
Lo mismo ocurrió con el supuesto intento de magnicidio contra el presidente Petro que aparentemente iba a ocurrir el 20 de julio, versión tejida a partir de livianas conjeturas. Petro sabe que nadie está pensando en asesinarlo, así se empeñe en decir tozudamente lo contrario en esos discursos caducos en los que califica de asesinos a quienes no están de acuerdo con su verbo anarquista, como lo denomina su privilegiado amigo, el español-colombiano Xavier Vendrell.
Obraron muy mal las autoridades que, sin evidencias serias, se aventuraron a crear atentados donde no los hay. Lo que resulta incomprensible es que luego de que las autoridades ya han empezado a desgranar la mazorca de este montaje, ni el presidente de la Corte, ni nadie en el Gobierno, hayan tenido el coraje de aparecer ante las cámaras de televisión retirando sus paranoicos vaticinios y ofreciéndonos excusas.
Claro que no se descarta que alguien se le ocurra sembrar el terror contra magistrados y hasta contra el primer mandatario, pero lo cierto es que estas ruidosas sirenas de ahora fueron lanzadas con más avivatada que con buen juicio y sensatez.
Ojalá que esto no termine en que a estos togados que están protegidos hasta los dientes por cuenta del erario, les parezcan obsoletos los carros blindados en los que se mueven, ni insuficientes la nube de escoltas que los acompañan a toda hora. De ser así, terminaremos pagando los platos rotos los ciudadanos, porque con nuestros recursos hay que renovar esas ostentosas camionetas, como ya lo ha hecho el alcalde Galán y, además, dotarlos de ejércitos de guardaespaldas.
Adenda. Y ahora que los jueces de bolsillo de Maduro confirmaron el fraude electoral en Venezuela, ¿con qué babosada irán a salir el contradictorio presidente Petro y su gelatinoso canciller Murillo?