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Notas de buhardilla

La mala hora del gabinete petrista

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Ramiro Bejarano Guzmán
01 de diciembre de 2024 - 05:05 a. m.
"Se equivoca Benedetti si cree que puede lavar sus imborrables faltas amparado en el improvisado arrepentimiento con el que regresa al Gobierno que deshonró": Ramiro Bejarano Guzmán.
"Se equivoca Benedetti si cree que puede lavar sus imborrables faltas amparado en el improvisado arrepentimiento con el que regresa al Gobierno que deshonró": Ramiro Bejarano Guzmán.
Foto: (EPA) EFE - Miguel Gutiérrez
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Atrás quedaron los días en los que a gritos Petro desafiaba a sus asustadizos ministros advirtiéndoles que quien no estuviere de acuerdo debía irse. Entonces nadie discrepó ni se fue por su propia voluntad. Hoy las cosas son diferentes porque varios ministros y funcionarios del ala izquierdista dieron el “golpe blando”, pero mataron el tigre y se asustaron con el cuero.

Armando Benedetti decidió no esconder más sus adicciones al alcohol, a la cocaína y sus terapias ojalá para librarse de esa pesadilla infernal de su vida y la de los suyos. Dudo que esté del todo recuperado, pero por algo se empieza. Espero que logre superar para siempre esa tentación que le cambió el rumbo a él y al Gobierno. Pero se equivoca Benedetti si cree que puede lavar sus imborrables faltas, familiares y públicas, amparado en el lastimero e improvisado arrepentimiento con el que regresa al Gobierno que deshonró antes de irse y también ahora. Las acusaciones por maltrato físico y verbal a su pareja y a Laura Sarabia puede que las olviden ellas —por necesidad o miedo—, pero los colombianos de estos tiempos no están dispuestos a tolerar la violencia de género.

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En la antesala de un Consejo de Ministros, varios del entorno íntimo del presidente tuvieron un instante de dignidad cuando le exigieron hablar previamente a que se iniciara la cumbre ministerial. Los ministros retrecheros estaban inconformes no con el regreso del rehabilitado Benedetti, sino con que el exembajador se les convirtiera en peaje para acceder al presidente y prácticamente en jefe. Preocupados por ellos, no por el país.

Lo que pareció un gesto de carácter de unos pocos ministros terminó en una escaramuza babosa. Los encumbrados subalternos se “atrevieron” a criticarle a Petro que rescatara a Benedetti, pero muy sumisos desactivaron la asonada y se dieron por satisfechos con la promesa de que el recién llegado no los manejaría, porque su función será servir de enlace con los congresistas, pues él sí sabe cómo se aquerencian y se aseguran sus votos.

Por obra de esas hipócritas palmaditas palaciegas, esos ministros siguen campantes en sus empleos, porque saben que dejaron debilitado el inmenso poder de un presidente que hace apenas unos meses amenazaba con botarlos pero hoy tuvo que resignarse a aceptar que sus endebles subalternos izquierdistas le alzaran la voz sin poderlos echar, porque sabe que no conseguiría en el M-19 alfiles de reemplazo.

Quedaron muy mal Petro, Sarabia, Benedetti, la vicepresidente, los ministros y funcionarios que amagaron con sublevarse, pues tendrán que seguir viviendo con la mutua desconfianza que tiene que haber surgido entre todos ellos y con esa afrentosa foto del nuevo trío estelar en el que aparecen sentados en la oficina presidencial haciendo las paces y fortaleciendo el compromiso omertá de no sacarse nunca más los trapos al sol. Cada uno de ellos sabe que ese pacto es frágil y que un buen día explotará en añicos.

Así como Petro, Sarabia y Benedetti se reconciliaron sin que hubieren mediado excusas o justificaciones por la avalancha de mutuos insultos y sindicaciones, como todavía lo reclama y espera el país, con la misma ligereza volverá a prender la guerra porque donde hubo fuego cenizas quedan, y porque el que ha sido no deja de ser.

Lo que quedó claro de este penoso episodio del retorno del hijo pródigo y la acogida presidencial con el tibio rechazo de unos ministros petristas pura sangre es que la dignidad de los funcionarios inconformes es efímera pues les duró menos de 12 horas; al día siguiente del alboroto, todos, mansamente, se sentaron plácidos en el Consejo de Ministros al que se negaban a asistir. Muchas las ganas de andar en carros blindados con una nube de escoltas.

Desaprovecharon los funcionarios taimados la oportunidad de haber enmendado sus destinos y de haber renunciado irrevocablemente, claro, porque en ese turbulento universo de los pasillos del poder se les extravió el pundonor que no tuvieron para hacerse a un lado. Se arrepentirán, tarde o temprano.

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