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Cuando los gobernantes dejan que se asome el ridículo a sus ceremonias y actos oficiales, ya no hay remedio ni reversa. De ese mal incurable sufren Petro y su caótico Gobierno, como lo demostró este jueves con la posesión de los nuevos ministros con los que cree que ejecutará el cambio que ya no fue. Esta vez no fueron los insultos del anterior consejo de ministros televisado —que Petro ponderó como acertado— sino los autoelogios con los que el mandatario adornó un acto que parecía clausura de colegio, además plagada de lisonjas para los nuevos funcionarios, en la que solo hizo falta que alguno declamara un poemita de su autoría.
Entre los ministros posesionados, salvo Benedetti, no hay uno solo que tenga reconocimiento colectivo, que es lo que justifica integrar un gabinete. Una cosa es nombrar a personas de diferentes sectores sociales, todos del mismo talante, y otra que ese grupo a pesar de diverso étnicamente represente a todas las regiones, razas, tendencias y credos políticos de una nación. Estos nuevos ministros no harán el cambio porque no se los permitiría Petro y porque tampoco les interesa, pues lo que pretenden es continuar en esa empresa tramposa de afianzarse en el poder para asegurar su vigencia después de 2026, atropellando las demás fuerzas excluidas de las instancias oficiales.
Es probable que Benedetti consiga la aprobación de algunos proyectos sensibles, como la tambaleante reforma pensional, y seguramente convertirán eso en una hazaña política y al ministro en héroe rehabilitado. Todos sabemos en qué escenario es amo y señor “Armandito”; por eso y para eso lo nombraron en el sillón de la politiquería y en este momento.
Mientras el presidente posesionaba a sus nuevos ministros, pasó ignorada la protesta y renuncia de la ministra de Igualdad y vicepresidenta, Francia Márquez, a quien ahora le conocimos sus preocupaciones porque teme que alguien atente contra su vida. Y ante semejante denuncia tan grave proveniente de la segunda funcionaria de la Nación, ni Petro, ni el bocón ministro de Defensa entrante, ni el director de Inteligencia, ni nadie en el Gobierno le prestó atención a lo que obviamente es una acusación directa contra el mismo régimen. ¡Que paradoja! En el gobierno que pregona que Colombia es potencia mundial de la vida, los ministros tienen temor del jefe de Estado y de sus colegas.
Y a todas estas, se conocen unos datos engañosos del saliente ministro de Defensa, en los que reclama como triunfo la reducción de los homicidios, lo que es una verdad a medias o lo más parecido a una falacia. En efecto, las cifras de homicidios ciertamente han disminuido un poco, ¿pero a qué costo? No es que se haya mejorado la seguridad, porque, por el contrario, el Estado sigue perdiendo el control del territorio porque los homicidios han bajado pero porque la fuerza pública no está combatiendo como debería hacerlo, pues eso parece ser parte de la estrategia petrista para incrementar el 32 % en las encuestas sumando alianzas peligrosas con la insurgencia precisamente en esas zonas en las que ya gobiernan las organizaciones del crimen, y esperan incidir en las próximas elecciones en favor el petrismo o del M-19. Reducción mínima de homicidios, sí, pero por inercia de la lucha oficial contra la delincuencia, mientras el Gobierno pasa de largo sobre el ostensible crecimiento del reclutamiento y del incremento de la coca.
De qué seguridad, entonces, estamos hablando, si, además, ahora la fuerza pública estará orientada por un improvisado civil, experto en conducir helicópteros, que lleva un día oficiando de Everfit y llenando los micrófonos de declaraciones torpes que dejan al descubierto que no es el indicado para enfrentar y superar este derrumbe institucional que nos está causando la inseguridad y la violencia descontroladas. No es difícil suponer que en el Ejército deben de andar desconcertados de verse conducidos por un oficial famoso por una sola operación de rescate en la selva de unos niños indígenas, en la que no tuvo que disparar un solo tiro.
Adenda. No se sabía que la Universidad Nacional tiene licencia para divulgar los resultados adversos de sustentación de una tesis de maestría por uno de sus estudiantes rajados.
