Desde la creación de la Corte Constitucional nunca un presidente había felicitado en público a un magistrado al ser designado en esa alta Corporación, ni siquiera el tempestuoso Uribe, campeón de todos los desafueros a la rama judicial.
En efecto, Petro, con ocasión de la discutida elección de Manuel Polo Rosero como nuevo togado, rompió esa tradición de respeto a la justicia y trinó: “Felicito a Miguel Polo Rosero. Un gran triunfo”. Debe ser por eso que hay quienes aseguran ser testigos de que una senadora de su partido pasó varias veces su celular a senadores para que mientras votaban Petro los saludara; mensaje nada subliminal. Sospechoso que varios senadores con su celular tomaran fotos de su voto para inmediatamente enviarla a alguien que monitoreaba la elección del nuevo magistrado. ¿A cambio de lo que sabemos?
El felicitado debe de estar muy molesto. Ese gesto imprudente del mandatario dejó la sensación de querer matricular a Polo como un alfil suyo en el tribunal constitucional. Inclusive desde el alto gobierno filtraron noticias ponderando a los funcionarios que agenciaron la candidatura del vencedor y ya algunos andan sacando pecho por haber logrado los 57 votos que definieron la singular contienda electorera. Les pesará.
No conozco personalmente al nuevo magistrado, a quien muchas voces creíbles ponderan como jurista probo y competente. Pero muy ingenuos Petro y su guardia pretoriana si creen que felicitando a Polo en las redes sociales ya lo pusieron a militar en el Gobierno o han asegurado que su pluma se inclinará en favor de cualquier aventura constitucional que estén tramando.
No aprendieron de esa bochornosa experiencia cuando el gobierno de Santos —por sugerencia de un asesor ávido de poder y publicidad que quería impedir que consideraran a otro jurista— incluyó en la terna a Carlos Bernal P., un joven abogado externadista lleno de doctorados a quien, con esas recomendaciones, rápidamente lo eligieron. Apenas Bernal tuvo que decidir el primer asunto, se supo que no era santista, ni amanuense de nadie, sino un devoto pastor cristiano cuya primera decisión fue en contravía de los propósitos de paz del gobierno Santos. Mejor dicho, les mamó gallo, lo que debió ser frustrante para quien lo propuso, para el mandatario que lo ternó y para sus electores que se enteraron tarde de que habían escogido a una especie de arcángel camuflado en los salones contestarios del Externado. Bernal los dejó con los crespos hechos, como en su momento hizo la magistrada María Victoria Calle, quien se le volteó al uribismo y contribuyó a detener la segunda reelección del otro mesías.
No se ve factible que luego de tantos años como magistrado auxiliar de varios despachos, Polo —un godazo doctrinario y religioso, como sus dos respetados compañeros de terna—, de la noche a la mañana vaya a convertirse en petrista militante. Las primeras declaraciones del futuro magistrado agradeciendo al Consejo de Estado y al Congreso permiten vaticinar que sabe por dónde va el agua al molino y que, si bien el Gobierno y sus aliados lo respaldaron, no se prestará para avalar atropellos constitucionales. También sabe que faltar a su compromiso de defender la Constitución y la ley sería el más grave error de su vida.
Los hombres de la justicia conocen el principio democrático según el cual los mejores magistrados son los ingratos con sus electores y sus amigos y con quien pretenda influir en ellos. Los que traicionan se hacen libres, mientras los otros quedan sumisos y cautivos de sus padrinos y de la rosca. De estos últimos abundan.
Pero lo que sí inquieta es tanta euforia palaciega por la llegada de Polo al templo constitucional, no porque vayan a adoctrinarlo, sino por lo que se estarían proponiendo hacer. Ante tanta alegría del petrismo, pareció verosímil la tesis que se ha venido ambientando acerca de que el Gobierno está haciendo hasta lo imposible por apoderarse de la Corte Constitucional para concretar sus proyectos reeleccionistas, constituyentes o de ampliación del actual período.
Ojo con lo que falta, pues todavía restan por proveerse unas futuras vacantes en la Corte Constitucional que, de llenarse con magistrados “sastre” o hechos a la medida, podríamos estar asomándonos a una tragedia sin precedentes. Soldado avisado no muere en guerra.
Adenda. Los recortes en el Icetex asfixian a miles de estudiantes y arrinconan económicamente a las universidades privadas. ¿Estatización de la educación?
Desde la creación de la Corte Constitucional nunca un presidente había felicitado en público a un magistrado al ser designado en esa alta Corporación, ni siquiera el tempestuoso Uribe, campeón de todos los desafueros a la rama judicial.
En efecto, Petro, con ocasión de la discutida elección de Manuel Polo Rosero como nuevo togado, rompió esa tradición de respeto a la justicia y trinó: “Felicito a Miguel Polo Rosero. Un gran triunfo”. Debe ser por eso que hay quienes aseguran ser testigos de que una senadora de su partido pasó varias veces su celular a senadores para que mientras votaban Petro los saludara; mensaje nada subliminal. Sospechoso que varios senadores con su celular tomaran fotos de su voto para inmediatamente enviarla a alguien que monitoreaba la elección del nuevo magistrado. ¿A cambio de lo que sabemos?
El felicitado debe de estar muy molesto. Ese gesto imprudente del mandatario dejó la sensación de querer matricular a Polo como un alfil suyo en el tribunal constitucional. Inclusive desde el alto gobierno filtraron noticias ponderando a los funcionarios que agenciaron la candidatura del vencedor y ya algunos andan sacando pecho por haber logrado los 57 votos que definieron la singular contienda electorera. Les pesará.
No conozco personalmente al nuevo magistrado, a quien muchas voces creíbles ponderan como jurista probo y competente. Pero muy ingenuos Petro y su guardia pretoriana si creen que felicitando a Polo en las redes sociales ya lo pusieron a militar en el Gobierno o han asegurado que su pluma se inclinará en favor de cualquier aventura constitucional que estén tramando.
No aprendieron de esa bochornosa experiencia cuando el gobierno de Santos —por sugerencia de un asesor ávido de poder y publicidad que quería impedir que consideraran a otro jurista— incluyó en la terna a Carlos Bernal P., un joven abogado externadista lleno de doctorados a quien, con esas recomendaciones, rápidamente lo eligieron. Apenas Bernal tuvo que decidir el primer asunto, se supo que no era santista, ni amanuense de nadie, sino un devoto pastor cristiano cuya primera decisión fue en contravía de los propósitos de paz del gobierno Santos. Mejor dicho, les mamó gallo, lo que debió ser frustrante para quien lo propuso, para el mandatario que lo ternó y para sus electores que se enteraron tarde de que habían escogido a una especie de arcángel camuflado en los salones contestarios del Externado. Bernal los dejó con los crespos hechos, como en su momento hizo la magistrada María Victoria Calle, quien se le volteó al uribismo y contribuyó a detener la segunda reelección del otro mesías.
No se ve factible que luego de tantos años como magistrado auxiliar de varios despachos, Polo —un godazo doctrinario y religioso, como sus dos respetados compañeros de terna—, de la noche a la mañana vaya a convertirse en petrista militante. Las primeras declaraciones del futuro magistrado agradeciendo al Consejo de Estado y al Congreso permiten vaticinar que sabe por dónde va el agua al molino y que, si bien el Gobierno y sus aliados lo respaldaron, no se prestará para avalar atropellos constitucionales. También sabe que faltar a su compromiso de defender la Constitución y la ley sería el más grave error de su vida.
Los hombres de la justicia conocen el principio democrático según el cual los mejores magistrados son los ingratos con sus electores y sus amigos y con quien pretenda influir en ellos. Los que traicionan se hacen libres, mientras los otros quedan sumisos y cautivos de sus padrinos y de la rosca. De estos últimos abundan.
Pero lo que sí inquieta es tanta euforia palaciega por la llegada de Polo al templo constitucional, no porque vayan a adoctrinarlo, sino por lo que se estarían proponiendo hacer. Ante tanta alegría del petrismo, pareció verosímil la tesis que se ha venido ambientando acerca de que el Gobierno está haciendo hasta lo imposible por apoderarse de la Corte Constitucional para concretar sus proyectos reeleccionistas, constituyentes o de ampliación del actual período.
Ojo con lo que falta, pues todavía restan por proveerse unas futuras vacantes en la Corte Constitucional que, de llenarse con magistrados “sastre” o hechos a la medida, podríamos estar asomándonos a una tragedia sin precedentes. Soldado avisado no muere en guerra.
Adenda. Los recortes en el Icetex asfixian a miles de estudiantes y arrinconan económicamente a las universidades privadas. ¿Estatización de la educación?