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Son muchas las actividades peligrosas que hay en el país. Soldados, policías, jueces, fiscales y otros profesionales del sector de seguridad y justicia representan tareas donde las personas siempre estarán expuestas en cualquier parte del planeta, pero más aquí.
También es muy riesgosa la actividad periodística y —quién lo creyera— escribir columnas de opinión, sobre todo cuando se piensa sin ataduras a los gobiernos o a intereses particulares. De esto último doy fe y soy víctima, como muchos otros columnistas libres y de buenas costumbres. Opinar es una decisión de vida y muerte, cuando se sabe que hay personas al acecho de lo que se dice para asesinar esa pluma o aniquilarla con el dicterio, la calumnia, la amenaza, la cárcel o el atentado personal. Basta leer algunos de los comentarios a estas columnas en la página web, amparados en el anonimato. Allí en ese estiércol florece la mejor inspiración uribista y del Centro Democrático, porque todos ellos son, como diría Martí, chacales dándole vueltas al odio.
Pero, sin duda, el oficio más inseguro hoy es ser funcionario público. Lo que antes era un honor para una familia y para el mismo nombrado ahora es el infierno de Dante. En mis épocas de universitario, muchos de nuestra generación acariciaban desde los bancos de clase el sueño de trabajar en la actividad pública. Cosas del pasado. Inclusive se han tejido historias tan ridículas como la de que Iván Duque desde antes de hacer la primera comunión ya andaba balbuceando que quería ser presidente, cuando ni siquiera sabía quién era el Niño Dios.
Andando los años, esa ocupación respetable de ejercer la función pública dejó de serlo y se ha convertido en un factor de desprestigio, angustia y mucho peligro. Y no es para menos, porque los ejemplos abundan.
En la última semana se ha conocido un fallo condenatorio de segunda instancia contra Judith Pinedo, conocida como María Mulata —a quien no conozco—, una fogosa dirigente cartagenera que irrumpió con fuerza en el escenario político de su ciudad y con votos de opinión logró ganar las elecciones en medio de uno de los ambientes más corruptos de la política electoral. Desde que asumió esta alcaldesa su cargo, fue notorio que los grandes capos del establecimiento político local no la iban a dejar gobernar en paz, y lo lograron. Pero fueron más allá. La enredaron en un complejo y enrevesado asunto de la venta de un predio que terminó en poder de una cadena hotelera y al final resultó ser un predio de uso público. El balance no puede ser más aterrador. Hoy la exalcaldesa enfrenta el doloroso drama de pasar 12 años de su existencia en una prisión purgando una condena por supuestamente haber delinquido en ese confuso mar de la propiedad inmobiliaria en el Corralito de Piedra.
El caso de María Mulata es emblemático y una advertencia para que las gentes decentes lo piensen antes de asomarse al servicio público. En efecto, quien se atreva a saltarse el cordón de los poderes regionales o nacionales inmediatamente queda expuesto a que las ías caigan como lobos feroces para destrozar a ese iluso(a) que cree que con buenas maneras y decencia puede mejorar el lodazal de la politiquería.
La cadena es interminable y hoy está en su pleno furor. Fiscalía, Procuraduría y Contraloría saben hacer lo suyo, a través de los políticos que nombran para pagar los favores de siempre. Es allí donde empieza la descomposición social e institucional. Personajes siniestros que desde las cómodas sillas de estas entidades persiguen sin piedad, enlodan prestigios, acaban con familias, truncan carreras y vidas honorables, para que las cosas sigan en poder de los mismos que han prostituido la Nación, mientras, por otro lado, exoneran y tienden mantos de impunidad a los amigotes de las malvadas alianzas politiqueras. Verbo y gracia: el disparo criminal a Fajardo.
Es explicable que ya muy pocos quieran estar en ese oficio maldito, a menos que tengan la epidermis que les permita soportar los padecimientos por convertirse en tiro al blanco del odio, contra ellos y sus familias.
Adenda No 1. Margarita Rosa, la diva de la televisión, ahora lo es en las tribunas de opinión donde brilla por inteligente, divertida y sagaz.
Adenda No 2. Otro asalto a los menos favorecidos para llenar las alforjas de los poderosos con la tramposa reforma tributaria de Duque. Que no se nos olvide a la hora de votar por el próximo Congreso.