Caquetá: más que colonización, coca y guerrilla
Este artículo hace parte de una serie de 32 columnas que exploran la desigualdad en los 32 departamentos de Colombia. Los escritos son el resultado de un proceso de diálogo entre académicos, artistas y activistas interesados en comprender la realidad social de nuestro país. Para conocer más sobre las publicaciones semanales del proyecto Diálogos Territoriales sobre Desigualdad y sobre nuestro centro de investigación comunitaria, síguenos en IG @reimaginemos.colombia o X @reimaginemos.
En el interior del país se suele pensar que el Caquetá es un departamento definido por la colonización, la coca y la guerrilla. Así se tituló hace cuatro décadas un libro clásico sobre el poblamiento del río Caguán publicado por la Universidad Nacional[1]. Aunque estos tres factores son fundamentales para comprender los problemas del departamento, esta imagen desconoce otras dimensiones de la historia regional, e invisibiliza las iniciativas que impulsan los caqueteños para construir equidad en el departamento.
Los problemas
Las desigualdades en el departamento del Caquetá no son nuevas y tienen un carácter estructural. Como lo resalta el docente Javier Revelo de la Universidad del Rosario, “hoy vemos los legados de estrategias de desarrollo regional que se implementaron hace décadas”. Cabe recordar cómo la presencia ancestral de distintos pueblos indígenas se ha visto históricamente amenazada por procesos de desarrollo económico atados a la quina, luego el caucho, las pieles, la madera, la agricultura y la ganadería.
Los procesos de colonización de la región y la consolidación de la ganadería a mediados del siglo XX han sido apoyados por actores económicos grandes y pequeños, y también por el Estado. Por medio de discursos y de políticas, entidades como la Caja Agraria, el INCORA y el Banco Mundial contribuyeron a configurar el sistema productivo ganadero en la región sur del país, la cual fue vista por familias del Huila, Tolima y otras zonas del centro como una tierra nueva que ofrecía paz y oportunidades.
Algunos de estos colonos e inversionistas se lograron establecer en el Caquetá. Otros, que no fueron incluidos en los programas de apoyo a la colonización, abandonaron la región, se fueron a buscar trabajo a las ciudades o haciendas, u optaron por vender sus “mejoras” y propiedades con el fin de empezar un nuevo ciclo de colonización río abajo en el departamento. Algunos de los que se quedaron fueron acumulando grandes extensiones de tierras. Como concluye Johana Giraldo, gestora social y sub-coordinadora territorial del PNIS, “vendimos el Caquetá como un paraíso de oportunidades y luego terminamos siendo un departamento aislado y abandonado”.
Esta trayectoria cambió parcialmente desde la década de los ochenta, cuando los cultivos de uso ilícito (y el conflicto armado) se consolidaron en la región, entrando a coexistir con las zonas ganaderas, e incluso, con sus ganancias, impulsando el crecimiento de la actividad pecuaria.
Esta trayectoria histórica ayuda a comprender, como mínimo, dos problemas actuales que existen en el departamento. Primero, los esfuerzos para promover la sustitución de los cultivos de coca en ocasiones han terminado aumentando la deforestación. Un ejemplo es el caso del municipio de Cartagena del Chairá. Hoy es el segundo municipio del departamento con más ganadería, aunque hace unos años fue un municipio cocalero. Y, como lo explican los mismos campesinos, para vivir de la ganadería se necesita deforestar más que cuando se vive de la coca.
El otro problema estructural del Caquetá y otros departamentos del sur de Colombia es que las entidades públicas enfrentan dificultades para impulsar proyectos e iniciativas en las zonas más apartadas, pues allí prevalece la violencia y el acceso es difícil y costoso. Como resultado, tenemos regiones desiguales donde la salud, la educación y la electricidad no son derechos, sino privilegios.
Las soluciones
Las soluciones a estos problemas requieren la acción de gobierno, ONG, empresas, y sobre todo, de la comunidad. Como lo recuerda Johana, “en el Caquetá tenemos una responsabilidad de salirnos de ese concepto de víctimas. Sabemos que hay una violencia y una desigualdad sistemáticas, pero también hay un empuje del caqueteño, de la mujer caqueteña, que nos pueden ayudar a hacer muchas cosas”.
En el corto plazo, es fundamental fortalecer las distintas figuras de ordenamiento territorial que promueven la gestión colectiva, tanto del territorio como de la naturaleza. Estas incluyen las Zonas de Reserva Campesina, los resguardos indígenas, las tierras y territorios de comunidades negras. Como lo resalta Roberto Ramírez, investigador y docente de la Universidad de la Amazonía, “la experiencia exitosa de la Zona de Reserva Campesina El Pato-Balsillas muestra que es posible, no sólo disminuir los cultivos de uso ilícito, sino también, contener la deforestación”. Invitamos al Gobierno nacional a respaldar las solicitudes de constitución y ampliación que distintas organizaciones campesinas y étnicas han presentado en el departamento.
Otra solución relevante en el corto plazo es trabajar junto con los ganaderos pequeños, medianos y grandes para encontrar e impulsar prácticas ganaderas que tengan un menor impacto ambiental. Un ejemplo claro de esto son los denominados sistemas silvopastoriles.
En el largo plazo, las estrategias son más complejas, pero también fundamentales. Entre estas, es crucial cambiar los sistemas de pensamiento que se tienen sobre el departamento y, también, transformar y diversificar el actual sistema productivo para que no esté basado sólo en la ganadería.
Esta transición económica debe ser justa y gradual. Un nuevo sistema productivo en el Caquetá tiene el reto de promover tanto el bienestar social como la conservación del medio ambiente, sin depender de la coca, el ganado o el petróleo. Para ello es clave fomentar modelos productivos comunitarios como la forestería comunitaria. También es importante pensar en los diferentes tipos de turismo que tienen un enorme potencial en el Caquetá, yendo desde el turismo de naturaleza, hasta el turismo de aventura, religioso, comunitario, arqueológico, ecoturismo y el agroturismo.
Los cambios en el modelo económico no son suficientes si no se avanza también en transformar las estructuras de pensamiento sobre el departamento y sobre la región. Lo anterior, pues el actual sistema productivo viene impulsado por una serie de ideas y valores que definen cómo vemos al Caquetá y sus posibilidades. Por ejemplo, todavía muchos en la región valoran positivamente la figura del colono que llega a hacer finca y a tumbar la selva; o al campesino que logra rápidamente convertirse en ganadero, aunque sea a costas de la selva. Como lo señala el artista y docente Sergio Epia, “si nos repetimos de manera constante ciertas palabras, ciertos conceptos, nos vamos creando la idea, y esto hace parte de la colonización intelectual que hemos vivido en nuestro país y continente”.
Creemos que el arte tiene un rol fundamental para avanzar en estos cambios culturales. El arte comunica, irrumpe, rompe; y también promueve el diálogo y llega a los sentires más profundos de las personas. Los esfuerzos del mundo del arte y la cultura deben ir de la mano con una apuesta por un sector educativo que se sincronice mejor con las necesidades y particularidades socio-ecológicas del Caquetá. Por ejemplo, fortaleciendo la carrera de ingeniería agroecológica que ya ofrece la Universidad de la Amazonia. Visiones como estas contribuyen a encontrar soluciones para conservar y recuperar las selvas andino-amazónicas, salvaguardando también el bienestar social y económico de la región.
Como muestra del potencial del arte para abrir preguntas y generar reflexiones que reimaginen el Caquetá, Sergio Epia nos comparte la canción “Futuro Gris”.
Coautores: Roberto Ramírez, investigador y docente de la Universidad de la Amazonía; Sergio Epia, músico y docente caqueteño; Javier Revelo, investigador y docente Universidad del Rosario;
Con la participación de Johana Giraldo, gestora social y subcoordinadora territorial PNIS Caquetá.
Editora: @Allison_Benson_. Investigadora y Directora de Reimaginemos
[1] Autores: Jaime Jaramillo, Leonidas Mora y Fernando Cubides
Este artículo hace parte de una serie de 32 columnas que exploran la desigualdad en los 32 departamentos de Colombia. Los escritos son el resultado de un proceso de diálogo entre académicos, artistas y activistas interesados en comprender la realidad social de nuestro país. Para conocer más sobre las publicaciones semanales del proyecto Diálogos Territoriales sobre Desigualdad y sobre nuestro centro de investigación comunitaria, síguenos en IG @reimaginemos.colombia o X @reimaginemos.
En el interior del país se suele pensar que el Caquetá es un departamento definido por la colonización, la coca y la guerrilla. Así se tituló hace cuatro décadas un libro clásico sobre el poblamiento del río Caguán publicado por la Universidad Nacional[1]. Aunque estos tres factores son fundamentales para comprender los problemas del departamento, esta imagen desconoce otras dimensiones de la historia regional, e invisibiliza las iniciativas que impulsan los caqueteños para construir equidad en el departamento.
Los problemas
Las desigualdades en el departamento del Caquetá no son nuevas y tienen un carácter estructural. Como lo resalta el docente Javier Revelo de la Universidad del Rosario, “hoy vemos los legados de estrategias de desarrollo regional que se implementaron hace décadas”. Cabe recordar cómo la presencia ancestral de distintos pueblos indígenas se ha visto históricamente amenazada por procesos de desarrollo económico atados a la quina, luego el caucho, las pieles, la madera, la agricultura y la ganadería.
Los procesos de colonización de la región y la consolidación de la ganadería a mediados del siglo XX han sido apoyados por actores económicos grandes y pequeños, y también por el Estado. Por medio de discursos y de políticas, entidades como la Caja Agraria, el INCORA y el Banco Mundial contribuyeron a configurar el sistema productivo ganadero en la región sur del país, la cual fue vista por familias del Huila, Tolima y otras zonas del centro como una tierra nueva que ofrecía paz y oportunidades.
Algunos de estos colonos e inversionistas se lograron establecer en el Caquetá. Otros, que no fueron incluidos en los programas de apoyo a la colonización, abandonaron la región, se fueron a buscar trabajo a las ciudades o haciendas, u optaron por vender sus “mejoras” y propiedades con el fin de empezar un nuevo ciclo de colonización río abajo en el departamento. Algunos de los que se quedaron fueron acumulando grandes extensiones de tierras. Como concluye Johana Giraldo, gestora social y sub-coordinadora territorial del PNIS, “vendimos el Caquetá como un paraíso de oportunidades y luego terminamos siendo un departamento aislado y abandonado”.
Esta trayectoria cambió parcialmente desde la década de los ochenta, cuando los cultivos de uso ilícito (y el conflicto armado) se consolidaron en la región, entrando a coexistir con las zonas ganaderas, e incluso, con sus ganancias, impulsando el crecimiento de la actividad pecuaria.
Esta trayectoria histórica ayuda a comprender, como mínimo, dos problemas actuales que existen en el departamento. Primero, los esfuerzos para promover la sustitución de los cultivos de coca en ocasiones han terminado aumentando la deforestación. Un ejemplo es el caso del municipio de Cartagena del Chairá. Hoy es el segundo municipio del departamento con más ganadería, aunque hace unos años fue un municipio cocalero. Y, como lo explican los mismos campesinos, para vivir de la ganadería se necesita deforestar más que cuando se vive de la coca.
El otro problema estructural del Caquetá y otros departamentos del sur de Colombia es que las entidades públicas enfrentan dificultades para impulsar proyectos e iniciativas en las zonas más apartadas, pues allí prevalece la violencia y el acceso es difícil y costoso. Como resultado, tenemos regiones desiguales donde la salud, la educación y la electricidad no son derechos, sino privilegios.
Las soluciones
Las soluciones a estos problemas requieren la acción de gobierno, ONG, empresas, y sobre todo, de la comunidad. Como lo recuerda Johana, “en el Caquetá tenemos una responsabilidad de salirnos de ese concepto de víctimas. Sabemos que hay una violencia y una desigualdad sistemáticas, pero también hay un empuje del caqueteño, de la mujer caqueteña, que nos pueden ayudar a hacer muchas cosas”.
En el corto plazo, es fundamental fortalecer las distintas figuras de ordenamiento territorial que promueven la gestión colectiva, tanto del territorio como de la naturaleza. Estas incluyen las Zonas de Reserva Campesina, los resguardos indígenas, las tierras y territorios de comunidades negras. Como lo resalta Roberto Ramírez, investigador y docente de la Universidad de la Amazonía, “la experiencia exitosa de la Zona de Reserva Campesina El Pato-Balsillas muestra que es posible, no sólo disminuir los cultivos de uso ilícito, sino también, contener la deforestación”. Invitamos al Gobierno nacional a respaldar las solicitudes de constitución y ampliación que distintas organizaciones campesinas y étnicas han presentado en el departamento.
Otra solución relevante en el corto plazo es trabajar junto con los ganaderos pequeños, medianos y grandes para encontrar e impulsar prácticas ganaderas que tengan un menor impacto ambiental. Un ejemplo claro de esto son los denominados sistemas silvopastoriles.
En el largo plazo, las estrategias son más complejas, pero también fundamentales. Entre estas, es crucial cambiar los sistemas de pensamiento que se tienen sobre el departamento y, también, transformar y diversificar el actual sistema productivo para que no esté basado sólo en la ganadería.
Esta transición económica debe ser justa y gradual. Un nuevo sistema productivo en el Caquetá tiene el reto de promover tanto el bienestar social como la conservación del medio ambiente, sin depender de la coca, el ganado o el petróleo. Para ello es clave fomentar modelos productivos comunitarios como la forestería comunitaria. También es importante pensar en los diferentes tipos de turismo que tienen un enorme potencial en el Caquetá, yendo desde el turismo de naturaleza, hasta el turismo de aventura, religioso, comunitario, arqueológico, ecoturismo y el agroturismo.
Los cambios en el modelo económico no son suficientes si no se avanza también en transformar las estructuras de pensamiento sobre el departamento y sobre la región. Lo anterior, pues el actual sistema productivo viene impulsado por una serie de ideas y valores que definen cómo vemos al Caquetá y sus posibilidades. Por ejemplo, todavía muchos en la región valoran positivamente la figura del colono que llega a hacer finca y a tumbar la selva; o al campesino que logra rápidamente convertirse en ganadero, aunque sea a costas de la selva. Como lo señala el artista y docente Sergio Epia, “si nos repetimos de manera constante ciertas palabras, ciertos conceptos, nos vamos creando la idea, y esto hace parte de la colonización intelectual que hemos vivido en nuestro país y continente”.
Creemos que el arte tiene un rol fundamental para avanzar en estos cambios culturales. El arte comunica, irrumpe, rompe; y también promueve el diálogo y llega a los sentires más profundos de las personas. Los esfuerzos del mundo del arte y la cultura deben ir de la mano con una apuesta por un sector educativo que se sincronice mejor con las necesidades y particularidades socio-ecológicas del Caquetá. Por ejemplo, fortaleciendo la carrera de ingeniería agroecológica que ya ofrece la Universidad de la Amazonia. Visiones como estas contribuyen a encontrar soluciones para conservar y recuperar las selvas andino-amazónicas, salvaguardando también el bienestar social y económico de la región.
Como muestra del potencial del arte para abrir preguntas y generar reflexiones que reimaginen el Caquetá, Sergio Epia nos comparte la canción “Futuro Gris”.
Coautores: Roberto Ramírez, investigador y docente de la Universidad de la Amazonía; Sergio Epia, músico y docente caqueteño; Javier Revelo, investigador y docente Universidad del Rosario;
Con la participación de Johana Giraldo, gestora social y subcoordinadora territorial PNIS Caquetá.
Editora: @Allison_Benson_. Investigadora y Directora de Reimaginemos
[1] Autores: Jaime Jaramillo, Leonidas Mora y Fernando Cubides