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El Vichada: entre el aislamiento, la paz simulada y la construcción de equidad

Colectivo ¡Re-Imaginemos!
01 de octubre de 2024 - 11:48 a. m.

Este escrito hace parte de una serie de 32 columnas que exploran la desigualdad en los 32 departamentos de Colombia. Las columnas son el resultado de un proceso de diálogo entre académicos, artistas y activistas de cada rincón de nuestro país. Para conocer más sobre las publicaciones semanales del proyecto <a href="https://www.reimaginemos.co/dialogos">Diálogos Territoriales sobre Desigualdad</a> y sobre nuestro centro de investigación comunitaria, síguenos en IG <a href="https://www.instagram.com/reimaginemos.colombia/?hl=es">@reimaginemos.colombia</a> o Twitter <a href="https://twitter.com/reimaginemos">@reimaginemos</a>.

Vichada es un departamento que en muchos sentidos ha permanecido en el olvido de Colombia. Y no porque sus habitantes no estén profundamente orgullosos de su tierra, sino porque para los gobiernos centrales e incluso para los colombianos de otras regiones, el Vichada es un lugar lejano sobre el que poco sabemos, o poco nos interesa saber.

En el Vichada, entre sus amplias extensiones de tierra, donde el llano se convierte en selva, viven 107.000 colombianos. La vida en este departamento está marcada por el aislamiento. Las vías solo se pueden usar en el verano y por algunos meses, mientras que en el invierno todo se debe movilizar por lancha y por avión. Esto hace que los costos del transporte sean muy altos. Un pasaje aéreo entre Puerto Carreño y Bogotá puede costar $800.000; con solo un operador aéreo que hace este recorrido, no hay competencia entre aerolíneas que mantengan controlados los precios. La otra alternativa es hacer 12 horas en lancha hasta Puerto Gaitán, y de ahí pasar por vía a Villavicencio y luego al centro del país. Este trayecto puede costar $600.000, tomando en cuenta, entre otros, que muchos lancheros y transportadores tienen que pagar vacunas o extorsiones a grupos armados y criminales que están en el departamento.

Otra característica del Vichada son sus amplias extensiones de tierra. Hace unos años, los campesinos del departamento podían comprar tierras a bajos precios, pero esto cambió con la llegada de inversionistas agroindustriales y de las llamadas “reforestadoras”, quienes, con amparo de las clases políticas, llegaron a comprar vastas extensiones de tierra. En muy pocos años, los predios que habían sido de los lugareños pasaron a manos de grandes propietarios de Antioquia y de la costa Atlántica. Como lo menciona Julio Siniva, artista y gestor cultural, “los propios nativos vichadenses ya no tenemos tierras. Y menos las tierras cultivables”. Lo que le ha quedado al departamento son campesinos sin tierra y tierras sembradas con árboles no nativos que han transformado la composición de los terrenos y han disminuido las aguas de los riachuelos.

Algunas personas consideran que estas transformaciones se han dado, entre otros, por la limitada presencia que tienen las entidades del gobierno en el departamento. Por ejemplo, se plantea que las autoridades de tierras que deberían haber protegido a los campesinos terminaron legalizando las tierras para dárselas luego a “las reforestadoras”. Otro gran problema son las dificultades para el acceso al crédito agropecuario, que permita mejorar la producción y posibilidades de generación de ingresos. A esto se suma otra dura realidad que señalan los lugareños: en ocasiones llegan las instituciones del Estado, les prometen a las personas que se harán proyectos productivos, pero luego desaparecen.

Y es que en el Vichada la inversión social escasea. Entre otros, esto tiene que ver con que los municipios del departamento no fueron priorizados en el Acuerdo de paz de La Habana como territorios PDET. Esto se debe a que el Vichada no fue un epicentro del conflicto, pese a que hay una clara presencia de grupos armados (ELN, disidencias de las FARC, grupos residuales del narcotráfico) que ejercen control en los territorios, en especial en las zonas de frontera. Por eso líder comunitario e indígena Isaac Beltrán señala que “en el Vichada se puede hablar de una paz ficticia”. En efecto, las personas señalan que los grupos armados que hacen presencia en este territorio no realizan amenazas directas a la población para que no se refuerce la presencia militar, y puedan seguir operando las rutas de narcotráfico y de la minería ilegal que hacen su paso desde el Amazonas.

Las soluciones

Las desigualdades históricas que vive el Vichada no son inamovibles. Se pueden y se están haciendo cosas por construir equidad. Por ejemplo, hace un año se abrió una oficina de la Agencia de Tierras en Puerto Carreño. Por fin los habitantes ya no tendrán que desplazarse por horas hasta llegar a Villavicencio para hacer sus trámites de tierras. Este es un ejemplo de cómo el Estado puede y debe llegar al territorio. Pero, como lo señala Camila de Gamboa, investigadora de la Universidad del Rosario, “la pregunta no es solo que llegue el Estado, sino cómo llega el Estado: que debe ser respetando la vida y generando oportunidades para la vida digna”.

La desconexión histórica del Vichada con el resto del país se debe solucionar no solo llevando más entidades públicas al departamento, sino también adecuando las carreteras. El Vichada necesita vías de asfalto y no de barro, para que, como en cualquier otra parte del país, estas puedan operar los 12 meses del año, permitiendo el transporte constante y a costos justos.

Como lo señala Nazly Monroy, docente de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia de Puerto Carreño, unas mejores vías pueden transformar las oportunidades económicas del departamento. Por ejemplo, se ha dado un auge en la siembra del marañón; un producto con buen mercado y potencial de exportación, que, además, se adapta a las particularidades del suelo del vichada. Pero para que este producto se pueda vender competitivamente y pueda dar un sustento de vida a los productores, se necesitan vías.

Con una mejor conectividad se podría también aprovechar el potencial cultural y natural del Vichada para el turismo. Por ejemplo, más personas podrían visitar el torneo internacional del corrido llanero, el rio Bita, las figuras rupestres que ha dejado la historia a lo largo del rio Orinoco, y visitar sus decenas de senderos ecológicos.

Que lleguen estas oportunidades puede ser bueno para el departamento, si las comunidades locales son quienes participan de la siembra del marañón y la actividad turística. No se puede pensar un desarrollo que no vaya de la mano de los lugareños, o seguiremos cometiendo los errores de siempre.

Estas oportunidades se deben construir además junto con el gobierno local. Y para ello es clave fortalecer las organizaciones políticas y sociales del departamento. Solo así se puede dar pie a una democracia desde abajo, en la que existan herramientas para hacer control político sobre las decisiones y dineros públicos. Una de estas herramientas de control debe ser el periodismo comunitario, que ha resistido en el departamento pese a la escasez de recursos.

Y, finalmente, otro tema clave para construir equidad es cómo lograr la empatía y la conexión entre colombianos de otros departamentos y quienes viven en el Vichada. Muchos en Colombia no hemos tenido la oportunidad (o a veces el interés) de escuchar. Para ello, el potencial del arte y la cultura es enorme. Por esto mismo, el artista Julio Siniva nos comparte esta pieza musical “La tradición de un llanero”. Conócela aquí:

Coautores: Nazly Monroy Docente Universidad Nacional Abierta y a Distancia, Puerto Carreño; Camila de Gamboa, Abogada, docente e investigadora Universidad del Rosario; Isaac Beltrán, líder indígena, comunitario y del periodismo local; Julio Siniva, músico y gestor social.

Editora: @Allison_Benson_. Investigadora y Directora de Reimaginemos

 

Gines de Pasamonte(86371)01 de octubre de 2024 - 05:38 p. m.
Es aquí donde es imperativo, no exactamente expropiar, pero sí obligar a los latifundistas antioqueños y de la Costa Atlántica a que le vendan estas tierras al Estado para este regresarla al campesino del Vichada. Es imperativo, hacer esto, que sería una muestra fehaciente de la presencia del estado en la región. ¡No lo duden!
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