¿Se puede transformar el campo colombiano?
Hoy, nos enfrentamos a un campo envejecido, empobrecido y en el cual cada día se cultivan menos alimentos. ¿Qué se puede hacer? ¿Es posible la transformación del campo colombiano? En este episodio de Voces Reimaginemos les contamos más.
Bienvenidos a este episodio de Voces Reimaginemos. Hoy vamos a hablar sobre la transformación del campo colombiano. Somos un país que históricamente le ha dado la espalda al campo. La violencia, la falta de oportunidades y la presencia débil y selectiva del estado en las zonas rurales ha generado migraciones masivas del campo a la ciudad, donde las personas tampoco encuentran oportunidades. Hoy, nos enfrentamos a un campo envejecido, empobrecido y en el cual cada día se cultivan menos alimentos. ¿Qué se puede hacer? ¿Es posible la transformación del campo colombiano?
Sobre estos temas hablamos hoy con Natalia Gómez, empresaria del campo huilense que trabaja conectando pequeños y grandes productores a los mercados.
La increíble situación conocida por todos de pérdidas de cosechas en el campo y hambre en la ciudad, hace que esta tradicional desconexión ahonde diferentes problemas. Enfrentamos otro gran desafío que es ver la producción agrícola como una actividad empresarial: productiva, rentable y un negocio generador de oportunidades para las siguientes generaciones.
Cada día es más evidente el envejecimiento de esta fuerza de trabajo y la dificultad para conseguir mano de obra para estas actividades. Incluso en sectores muy desarrollados en el país como el cafetero, el gran reto es que los hijos quieran seguir el trabajo en el campo, poniendo en riesgo la sustentabilidad del cultivo del café, e incluso la seguridad alimentaria del país.
La persistencia de este problema es un indicador de un desafío adaptativo: culturalmente el sector agrícola, tanto para grandes como para pequeños productores, es visto como un trabajo mal remunerado, sin oportunidades para generaciones jóvenes que prefieren otras actividades económicas y no ven la producción agrícola como lo que es: una empresa productora de alimentos.
¿Qué se puede hacer?
Si queremos cambiar esta concepción empresarial y generar impacto social, debemos integrar de manera colaborativa temas como acceso a capital, transferencia de tecnología, asegurabilidad de venta de cosechas, producción eficiente y acceso a la información.
Además, una organización central que nos asegure unos objetivos comunes y unas mediciones constantes ayudarán a integrar y a desarrollar este cambio necesario e impostergable que como población colombiana tenemos con el sector agroindustrial.
Es importante también reconocer que no todo está por hacerse. Existen ya soluciones, existen trabajos y proyectos que hoy están transformando el campo, aumentando la producción de alimentos y mejorando la generación de ingresos tanto para pequeños, como grandes productores.
Desde la empresa Círculo Virtuoso, por ejemplo, trabajamos con pequeños productores orgánicos y ecológicos conectando y vendiendo estos productos a fundaciones, a colegios, a poblaciones vulnerables, ayudando a mitigar el impacto negativo de la desnutrición en edades tempranas y el hambre. El 100 % de los productores con los que trabajamos tienen menos de 1 ha de terreno para la producción y siembra. El 60 % de los productores son mujeres.
Modelos exitosos entre empresa, academia y Estado, los conocemos. Así que, a trabajar por el campo.
Bienvenidos a este episodio de Voces Reimaginemos. Hoy vamos a hablar sobre la transformación del campo colombiano. Somos un país que históricamente le ha dado la espalda al campo. La violencia, la falta de oportunidades y la presencia débil y selectiva del estado en las zonas rurales ha generado migraciones masivas del campo a la ciudad, donde las personas tampoco encuentran oportunidades. Hoy, nos enfrentamos a un campo envejecido, empobrecido y en el cual cada día se cultivan menos alimentos. ¿Qué se puede hacer? ¿Es posible la transformación del campo colombiano?
Sobre estos temas hablamos hoy con Natalia Gómez, empresaria del campo huilense que trabaja conectando pequeños y grandes productores a los mercados.
La increíble situación conocida por todos de pérdidas de cosechas en el campo y hambre en la ciudad, hace que esta tradicional desconexión ahonde diferentes problemas. Enfrentamos otro gran desafío que es ver la producción agrícola como una actividad empresarial: productiva, rentable y un negocio generador de oportunidades para las siguientes generaciones.
Cada día es más evidente el envejecimiento de esta fuerza de trabajo y la dificultad para conseguir mano de obra para estas actividades. Incluso en sectores muy desarrollados en el país como el cafetero, el gran reto es que los hijos quieran seguir el trabajo en el campo, poniendo en riesgo la sustentabilidad del cultivo del café, e incluso la seguridad alimentaria del país.
La persistencia de este problema es un indicador de un desafío adaptativo: culturalmente el sector agrícola, tanto para grandes como para pequeños productores, es visto como un trabajo mal remunerado, sin oportunidades para generaciones jóvenes que prefieren otras actividades económicas y no ven la producción agrícola como lo que es: una empresa productora de alimentos.
¿Qué se puede hacer?
Si queremos cambiar esta concepción empresarial y generar impacto social, debemos integrar de manera colaborativa temas como acceso a capital, transferencia de tecnología, asegurabilidad de venta de cosechas, producción eficiente y acceso a la información.
Además, una organización central que nos asegure unos objetivos comunes y unas mediciones constantes ayudarán a integrar y a desarrollar este cambio necesario e impostergable que como población colombiana tenemos con el sector agroindustrial.
Es importante también reconocer que no todo está por hacerse. Existen ya soluciones, existen trabajos y proyectos que hoy están transformando el campo, aumentando la producción de alimentos y mejorando la generación de ingresos tanto para pequeños, como grandes productores.
Desde la empresa Círculo Virtuoso, por ejemplo, trabajamos con pequeños productores orgánicos y ecológicos conectando y vendiendo estos productos a fundaciones, a colegios, a poblaciones vulnerables, ayudando a mitigar el impacto negativo de la desnutrición en edades tempranas y el hambre. El 100 % de los productores con los que trabajamos tienen menos de 1 ha de terreno para la producción y siembra. El 60 % de los productores son mujeres.
Modelos exitosos entre empresa, academia y Estado, los conocemos. Así que, a trabajar por el campo.