Perder, tras empatar en tiempo extra, duele. Pero Colombia hizo poco por el partido. Solo cuando perdíamos el equipo despertó e intentó empujar, sin mucho orden, hacia la portería rival. El balón nunca fue nuestro. ¿Por qué no utilizar simultáneamente a los mejores? ¿Así los dos jueguen de diez?
Lorenzo, tras el partido, dio a entender que James no estaba en óptimas condiciones. De haberlo estado, seguramente habría jugado James en lugar de Quintero. Tenemos dos grandes jugadores que casi nunca han jugado juntos. Es la norma actual.
En Millonarios, pasando al torneo local, sucede algo similar, a otro nivel eso sí. Hay dos jóvenes volantes de creación con la capacidad de mover a un equipo en el fútbol colombiano: Ruiz y Ramírez, pero no juegan juntos. La única vez que pisaron simultáneamente la cancha —será casualidad—, Falcao marcó su segundo gol en nuestro país.
No siempre fue así. Tras las eliminatorias a México 70, Saldanha, entonces entrenador de Brasil, pretendió sacar a Pelé. Inadmisible. Zagallo, su reemplazo, se encontró con un equipo en el que Gerson y Pelé eran inamovibles. A ellos sumó dos cracks más: Rivelino y Tostao. El uno parecido a Gerson, el otro a Pelé. Hoy día habrían sido suplentes. Afortunadamente, Zagallo tenía una visión única y puso a jugar a los cuatro.
Lo mismo en 1982. Brasil disponía de cuatro grandes talentos en el medio campo, sin jugadores de banda con la excepción de Eder. La deficiencia se convirtió en virtud ubicando a Cerezo y Falcao por detrás de Zico y Sócrates con Eder basculando en torno al centro delantero que, por lesiones, fue el mediocre Serginho.
La idea no es tener siempre el balón. Guardiola, hijo adoptivo de Cruyff en materia futbolística, cree firmemente que siempre hay que tener el balón. Decía el holandés que era simple lógica. Si yo tengo el balón, no me podrán hacer daño. El problema es que ese concepto guardiolista requiere futbolistas de una calidad técnica excepcional. Ya no el diez, sino en todas las posiciones, incluyendo (y quizá particularmente) a los defensas, quienes se encargan de sacar el balón jugando.
La calidad técnica de Alves, Piqué, Puyol y Abidal en aquel inolvidable Barça de Guardiola les permitía tocar y tocar atrás siempre con la seguridad de que el balón llegaría al destino deseado. Esto no es posible en la gran mayoría de equipos, desde luego no en Millonarios ni tampoco en la selección de Colombia.
Lo central es hacer uso eficiente del balón cuando se tiene. Contra Uruguay, a Quintero se le vio solo, igual que a James. El pelotazo a Lucho, jugando de espaldas, no parece la mejor opción para explotar su calidad. En Millonarios sucede algo similar. Ramírez juega algo más alejado del área que Ruiz, quien tiene una capacidad especial para el último pase.
Los expertos son los entrenadores, pero otros más expertos lo han hecho antes. ¿Por qué no poner a jugar juntos a los mejores?
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Perder, tras empatar en tiempo extra, duele. Pero Colombia hizo poco por el partido. Solo cuando perdíamos el equipo despertó e intentó empujar, sin mucho orden, hacia la portería rival. El balón nunca fue nuestro. ¿Por qué no utilizar simultáneamente a los mejores? ¿Así los dos jueguen de diez?
Lorenzo, tras el partido, dio a entender que James no estaba en óptimas condiciones. De haberlo estado, seguramente habría jugado James en lugar de Quintero. Tenemos dos grandes jugadores que casi nunca han jugado juntos. Es la norma actual.
En Millonarios, pasando al torneo local, sucede algo similar, a otro nivel eso sí. Hay dos jóvenes volantes de creación con la capacidad de mover a un equipo en el fútbol colombiano: Ruiz y Ramírez, pero no juegan juntos. La única vez que pisaron simultáneamente la cancha —será casualidad—, Falcao marcó su segundo gol en nuestro país.
No siempre fue así. Tras las eliminatorias a México 70, Saldanha, entonces entrenador de Brasil, pretendió sacar a Pelé. Inadmisible. Zagallo, su reemplazo, se encontró con un equipo en el que Gerson y Pelé eran inamovibles. A ellos sumó dos cracks más: Rivelino y Tostao. El uno parecido a Gerson, el otro a Pelé. Hoy día habrían sido suplentes. Afortunadamente, Zagallo tenía una visión única y puso a jugar a los cuatro.
Lo mismo en 1982. Brasil disponía de cuatro grandes talentos en el medio campo, sin jugadores de banda con la excepción de Eder. La deficiencia se convirtió en virtud ubicando a Cerezo y Falcao por detrás de Zico y Sócrates con Eder basculando en torno al centro delantero que, por lesiones, fue el mediocre Serginho.
La idea no es tener siempre el balón. Guardiola, hijo adoptivo de Cruyff en materia futbolística, cree firmemente que siempre hay que tener el balón. Decía el holandés que era simple lógica. Si yo tengo el balón, no me podrán hacer daño. El problema es que ese concepto guardiolista requiere futbolistas de una calidad técnica excepcional. Ya no el diez, sino en todas las posiciones, incluyendo (y quizá particularmente) a los defensas, quienes se encargan de sacar el balón jugando.
La calidad técnica de Alves, Piqué, Puyol y Abidal en aquel inolvidable Barça de Guardiola les permitía tocar y tocar atrás siempre con la seguridad de que el balón llegaría al destino deseado. Esto no es posible en la gran mayoría de equipos, desde luego no en Millonarios ni tampoco en la selección de Colombia.
Lo central es hacer uso eficiente del balón cuando se tiene. Contra Uruguay, a Quintero se le vio solo, igual que a James. El pelotazo a Lucho, jugando de espaldas, no parece la mejor opción para explotar su calidad. En Millonarios sucede algo similar. Ramírez juega algo más alejado del área que Ruiz, quien tiene una capacidad especial para el último pase.
Los expertos son los entrenadores, pero otros más expertos lo han hecho antes. ¿Por qué no poner a jugar juntos a los mejores?
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